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martes, 6 de agosto de 2024

LA ESCUELA DE MADRID VICENTE NIETO CANEDO

 Pedro Taracena Gil

Fotógrafo



VICENTE NIETO CANEDO CATÁLOGO EN PDF


La edición de este catálogo es mucho más que la edición de un álbum de imágenes imprescindibles de un gran fotógrafo leonés: es un eslabón más en la recuperación de un patrimonio casi secreto.

La fotografía, que pronto cumplirá ya dos siglos, sigue conservando, a pesar del deslumbramiento del cine y de otras artes audiovisuales que vinieron luego, el espíritu de la hechicería. Está en el hilo del tiempo, pero lo interrumpe y lo calma. El instante escogido –por el fotógrafo o por el azar– se vuelve perdurable, y hace perdurar con él aquello que tuvo de terrible, de conmovedor, de anodino o de asombroso. Es esa quietud inverosímil la que deforma lo real hasta el punto de volverlo más real. Por eso encontramos en las fotografías el aire de la inmortalidad.

Las de Vicente Nieto, tomadas durante casi cuarenta años (la primera a los quince años cuando compró 
su primera cámara por trece pesetas), tienen indudablemente un sentido testimonial, pues ponen su foco en una época singular de la historia de España y retratan la vida. Pero, como todas las grandes obras, trascienden a ese testimonio y a cualquier coyuntura e indagan, mediante su nitidez, su encuadre, en el fondo del corazón humano.

Las imágenes de la guerra civil, en las que no hay ningún rastro de épica y en las que el drama está a veces coloreado por la ternura, o las imágenes cotidianas de esa España de posguerra que dormita con una cierta felicidad y con un provincianismo asfixiante, tienen un reverso en el que la existencia cobra su propio pulso: la resignación de esas ancianas vestidas de negro que pasean riendo por la calle de una aldea; la esperanza de los jóvenes que miran a través de ventanas o de umbrales; la angustia del soldado que sujeta su fusil o que juega con él para entretener los pensamientos; la opresión de esos espacios abiertos en ciudades desiertas en las que no pasa nada; la calma ignorante de enamorados que pasean de la mano o miran a un horizonte; la inocencia de niños que distraen el tiempo con juegos o con desamparo.

A un gran fotógrafo se le reconoce por la minuciosidad del encuadre, por el uso expresivo de la luz, por 
la forma en la que las figuras se componen con una geometría exacta y por la nitidez o el desvanecimiento voluntario de las líneas. A un artista se le reconoce además porque en el centro de su objetivo hay siempre una mirada propia del mundo, aunque sea a veces perpleja. Una interpretación de la realidad, una forma personal e indubitable de comprender lo que sucede a nuestro alrededor. No basta la técnica, no basta el azar, no basta el esmero: hace falta un corazón especial. Y Vicente Nieto lo tiene. Sus fotografías lo prueban.


Ángeles González-Sinde

Ministra de Cultura

REAL SOCIEDAD FOTOGRÁFICA








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