Pedro Taracena Gil
Cuando los teólogos analizan los textos bíblicos y
coránicos, inspiración de las tres religiones, cuyo dios sólo se diferencia en
el nombre; Yahvé, Dios o Alá, descubren que los desmanes cometidos en su
nombre, no tienen consistencia teológica. Pero en todos los casos, se atribuyen
la docencia e infalibilidad, de ser padres y maestros de la doctrina revelada.
Erigiéndose en magisterio auténtico para la grey.
Las guerras y conflictos cristiano-árabe-israelí, que
en estos tiempos nos aterrorizan, son reivindicaciones religiosas encubiertas.
Los gritos de guerra son inequívocos: ¡Que Dios bendiga a EEUU! ¡Alá es grande!
¡Israel es el pueblo elegido! Todos se matan en nombre de la misma divinidad.
Son conscientes de que es la misma, puesto que creen en el monoteísmo y muchos
patriarcas, profetas y reyes de las tres religiones, son comunes. Abrahán,
Moisés, David y el propio arcángel Gabriel.
Ante esta puesta en escena perversa, los incrédulos y
agnósticos, tienen más pruebas que nunca para dudar hasta de la misma
existencia de Dios. Los tres montajes religiosos, hechos bajo la sombra de la
misma Trinidad y al servicio de los poderosos, vienen ejerciendo el poder
manipulando las conciencias fanatizadas por ellos mismos.
Cuando el papa pío XII declaraba que, “El gran pecado
del siglo XX era que se había perdido la conciencia del pecado”, tenía su
razón. Desaparecido el sentido de culpa, cesa la manipulación de los
intermediarios de Dios, utilizando las cátedras, los púlpitos y los
confesionarios. El negocio de la salvación de los hombres debía cambiar de
estrategia, porque ya hay muchos países que se han librado, al menos en parte,
de la influencia real de la clase sacerdotal. Sólo han quedado para mantener el
rito como costumbre social. Pero desgraciadamente, hay otros pueblos como
Israel, Irán y el propio Vaticano, por poner ejemplos del monoteísmo, casi
siempre interesado, fanático e intolerante. Donde el poder militar y político
se funden con reivindicaciones religiosas al servicio de la intolerancia y la
insolidaridad.
Pues ante las barbaridades que están llevando a cabo
en no pocas partes del mundo, ninguna sede religiosa de popes, patriarcas,
obispos, arzobispos, ayatolas, imanes, rabinos, presbíteros, levitas y
pastores, han condenado los crímenes fratricidas y las conductas caínicas.
En todos los casos son los más cercanos al altar los que avivan las matanzas de
los abeles. En Israel, los hebreos ortodoxos. En EEUU los
cristianos conservadores y puritanos. Y en el mundo musulmán los
fanáticos suicidas. Tres vertientes del mismo radicalismo y los tres de
inspiración divina. Los unos ganan el cielo, los otros la tierra prometida
porque son el pueblo elegido y los terceros desean imponer su civilización
cristiana al resto del mundo. Si después de una reflexión sobre este triángulo
de encrucijada religiosa inspiradas por la misma deidad, alguien cree en Dios
es porque necesita reinventarse. Mientras, los seguidores de Mahoma, de
Cristo y de los Hijos de Israel, avivan la llama del odio, Abel sigue siendo
asesinado por Caín. El eje del mal está muy bien definido... De
cuya malicia no se escapan los capos y sus cómplices, todos ellos muy
entregados a salvar la humanidad... España lidera la Europa heredera
del Concilio de Trento. Ha perpetuado de hecho el maridaje Iglesia-Estado y la
alianza trono-altar. El nacionalcatolicismo implantado por el Caudillo de
España el 18 de julio de 1936, que lo fue por la Gracia de Dios, invade las
leyes, la educación y la política. En España reina el cinismo más absoluto,
cuando vemos la paja en el ojo ajeno y no vemos la viga en el nuestro…