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lunes, 19 de noviembre de 2012

ENSAYO SOBRE EL ODIO



Por Pedro Taracena

“Antipatía y aversión hacia algo o hacia alguien cuyo mal se desea”.
“Sentimiento de aversión y rechazo, muy intenso e incontrolable, hacia algo a alguien”

Podríamos encontrar muchas más definiciones y otras tantas acepciones de la palabra odio. Sin embargo, todas ellas tienen un enfoque moral emanado del contexto histórico donde se desenvuelven nuestras conductas, nuestro comportamiento en suma. La influencia moral de la cultura judeo-cristiana es decisoria en su origen, llenándolo de contenido etimológico y semántico. El odio va en contra del mandato divino: Amarás a Dios sobre todas las cosas y amarás al prójimo como a ti mismo. Esta doctrina está diseñada para que la represión del odio se convierta en virtud meritoria. Si te dan una bofetada en una mejilla, mostrarles la otra, para que te la rompan también; devolviendo bien por mal, evitando la satisfacción del agravio y cuidando mucho que la justicia no tenga tintes de linchamiento o de venganza. A pesar de que en los tiempos más primitivos del judaísmo estuviera en vigor la Ley del Talión: Ojo por ojo y diente por diente. El odio se considera como intrínsecamente malo, aunque en las dos definiciones  mencionadas más arriba, marcan alguna diferencia.  En la primera el odio lleva inherente el deseo del mal para el sujeto u objeto odiado. Y en la segunda definición el odio es un sentimiento privado y libre; pudiendo ser activo o pasivo. Solamente tendrá trascendencia si se exterioriza en hechos punibles.

Avanzando en estas consideraciones prisioneras de la tradición religiosa, por qué un sujeto que objetiva o subjetivamente tiene motivos para  odiar, deba reprimirse; cuestionando si realmente este sentimiento se pueda reprimir cuando la prescripción viene dada por una moral divina, interpretada y prescrita por una clase sacerdotal. El odio, el amor, el perdón, la venganza, la ira, la paciencia, la envidia… son cualidades del ser humano. Y la trascendencia de estos estados de ánimo, sólo estarán prohibidos cuando sean castigables por la legitimidad de las leyes civiles, no por las normas morales, ajenas a ellas. Por ejemplo, se puede odiar por envidia o por otras razones a un padre, a un hermano, a un amigo o a un extraño, pero esta digamos emoción, en virtud de qué moral es intrínsecamente mala, aunque se tenga la voluntad de desear todos los males del mundo. Las consecuencias de estos deseos no constituyen una conducta dolosa, mientras estos pensamientos no se traduzcan en hechos delictivos. Y es posible que quien alberga estos pensamientos obtenga cumplida satisfacción en su intimidad.

La madurez de la persona civilizada se irá alcanzando en la medida que se adentre en el mundo del raciocinio. Cuando su comportamiento obedezca al conocimiento obtenido por el uso de la razón. No por la tradición irracional de una moral milenaria dictada por los líderes de una religión. Volviendo a la Ley del Talión, del ojo por ojo y diente por diente, ésta supuso un límite a la venganza. Se llegaba a brazo por brazo, mano por mano y hasta vida por vida.





En el derecho actual los hechos donde se ha materializado el odio, están sujetos a la justicia y sobre todo con vocación de alcanzar la reinserción del condenado. Una vez situado el odio en la esfera personal y al margen de toda consideración de índole religiosa, su materialización en un acto que merezca  castigo según la ley, se considerará al margen de los sentimientos negativos, que la persona pueda haber tenido o mantenga para siempre. El reo no será condenado por el sentimiento de odio, sino por las consecuencias de haberlo ejecutado  a través de un hecho delictivo. A pesar de estas consideraciones el odio sigue siendo algo a erradicar por ser humano. Se considera que no se puede vivir con tranquilidad de conciencia odiando al prójimo y se le califica como una mala persona. El odio sentido o confesado es algo a reprimir y desterrar. El odio toma parte del mal y la ausencia de odio es el bien. Siempre medido con parámetros morales que no están en los códigos civil o penal. Caín podía haber odiado eternamente a su hermano Abel y sin embargo si no hubiera cometido el crimen, Dios no le hubiera pedido cuentas de su odio fratricida. Salvando las distancias bíblicas, en la vida diaria de una persona hay motivos, unos objetivos y otros subjetivos, que le provocan odio irremediable imposible de evitar. Hay odios que aparentemente se resuelven a través de la aceptación de la culpa y el perdón de la víctima. No obstante, si el agresor no es perdonado por el agredido, el odio persistirá. Pero hay otros casos en el que el ofensor se obstina en el comportamiento que hiere al ofendido, y éste, lejos de perdonarle aumenta la intensidad de su odio. En ambos casos el sujeto ofendido alivia su rencor con la satisfacción que le proporciona su odio permanente. En estas situaciones el conflicto sigue y “cuyo mal desea” también. Siempre que no se exterioricen amenazas verbales que pudieran ser constitutivas de un delito. Además hacen su presencia los prejuicios emanados de la moral popular, ancestral y religiosa. El odio siempre se considera no solamente negativo, sino perverso. Sin embargo, el causante que provoca el odio de la víctima, aunque éste sienta odio también, como es por naturaleza considerado como “el malo”, se acepta como normal que se mantenga en un estado de maldad  permanente.

El sentimiento de odio debe ser reconocido y calificado por el propio individuo que lo siente. Borrarlo mediante la práctica de doctrinas morales ajenas a la razón produce frustración. Pocos están dispuestos a perdonar gratuitamente y menos devolver bien por mal. El sentimiento paterno filial, fraternal, amical o simplemente entre ciudadanos, bajo el paradigma bíblico, no resuelve los conflictos emanados del odio. Estos parámetros arcaicos estructuran una sociedad patriarcal, donde sólo se contempla “el honrarás a tu padre y a tu madre”, no se menciona la reciprocidad de los padres con los hijos, al margen del nivel nutricio. Por supuesto la mujer está sujeta al hombre y no se contempla la igualdad. Entre los hermanos, el mayor es el que dispone de los derechos de primogenitura. Es decir, que la sociedad con valores bíblicos, sean del Antiguo como del Nuevo Testamento, se basan en el perdón, el sacrificio y la obediencia, sin tener en cuenta la justicia y la igualdad. La sociedad moderna ha regulado las conductas observadas al margen del bien y del mal, el vicio y la virtud, la venganza y el perdón, el pecado y su redención. Las leyes que la civilización se ha dado sólo entiende de derechos y deberes, en base a la Declaración Universal de los Derechos Humanos. El mundo de los sentimientos queda en la intimidad del individuo. Donde el odio intrínsecamente no tiene por qué ser un mal absoluto. Dependerá de cada persona de cómo lo asuma. Para algunos puede ser una satisfacción el odiar y para otros les producirá algún cargo contra su conciencia. Todo ello encontraba respuesta en la religión, ahora, quizás, es la psicología la ciencia que se ocupa de los estados de ánimo, del comportamiento y de la conducta. Hay quien no siente ninguna inquietud por ese algo o alguien que le provoca malestar, el odio lo convierte en indiferencia. El derecho a sentir odio y por supuesto obrar en consecuencia en su propia defensa, todo ello es cuestión de empatía y asertividad. Siempre al margen de cualquier reacción consumada con dolo.

En el siglo XXI como en el pasado, nuestras circunstancias nos llevan a sentir odio de muy diversa naturaleza. Odio por las injusticias, las guerras, los maltratadores, los dictadores, los ladrones, los usureros y los caciques. Y es lícito sentir odio por estas agresiones, ofensas y humillaciones; luchando contra toda vulneración de los Derechos Humanos. En el ámbito social y familiar, hay padres, hijos y hermanos, que lejos de practicar el amor paterno filial o fraternal, hacen motivos para levantar sentimientos de odio. Tanto en el campo social, político o familiar, el odio y sus consecuencias, no se resuelve con prescripciones de índole moral religiosa, su resolución viene prescrita en el Derecho; quedando en el ámbito privado los sentimientos de odio o rencor. Así como los sentimientos de ternura o cariño. Sería saludable desmitificar la estigmatización  del odio y sacarle del entorno del mito. La psicología es una herramienta humanística cuyo objeto es el comportamiento humano, al margen del premio y el castigo bíblico. El odio como la simpatía, la soberbia y la humildad, no imprimen carácter inmutable. Habrá que analizar los factores personales y del entorno para abordar las diversas motivaciones subjetivas. Si un ciudadano, por ejemplo, en la actualidad se ve privado de todos los derechos que le proporcionaba el Estado de Bienestar: se ve en paro, pasa hambre, sufre un desahucio, contempla mermada su asistencia médica y sus hijos no tienen la educación que garantizaba su futuro, ésta persona le asiste el derecho del sentimiento del odio contra todo y todos los que le arrebatan algo que es suyo. La resolución de estos conflictos tiene difícil solución a través de preceptos  religiosos. Porque el primer paso a dar es encontrar el sujeto que desencadenó la agresión, la ofensa, el insulto por parte de quien se siente la víctima. Y a partir de estas premisas, el perdón o la venganza, tienen que dejar  paso a la justicia y el restablecimiento de los derechos quebrantados. Aunque el odio sigue siendo una vivencia personal irrenunciable para satisfacción de la impotencia del agredido. El odio visto con el prisma del siglo XXI no es algo monstruoso, un vicio a erradicar de los individuos que lo sientan. Más bien debe ser una oportunidad de reflexión con la razón, no con los impulsos irracionales y mucho menos con los prejuicios religiosos de épocas ya superadas. En “mi querida España, esta España mía, esta España nuestra” el odio está anclado en nuestras vidas presentes y en nuestra reciente historia. La solución no está en un examen de conciencia, en sentir dolor por haberlo mantenido y reconocerlo abiertamente, tampoco en el propósito de la enmienda y mucho menos en cumplir una hipotética  penitencia. Ni perdón ni olvido. La reconciliación con nosotros mismos y con los demás, camina por otros derroteros. El camino del reconocimiento de la dignidad arrebatada; avivando  la memoria de los hechos históricos. La senda de la justicia contra la impunidad de aquellos que confundieron su victoria con la verdad. Y sobre todo que nadie tergiverse los términos democracia y consenso, así como transición democrática y amnistía de la dictadura, y mucho menos justificar lo legal con lo que es justo.  Todas estas premisas, conglomerado de falacia y demagogia, mantienen el statu quo de quienes aceptaron el consenso; renunciando a cumplir y hacer cumplir la Constitución Española de 1978. No sería banal que los españoles en privado y en colectividad, nos diéramos respuesta racional a esta cuestión ancestral del odio…



EL ODIO SOCIAL




Por Leonardo Boff



Estamos constatando que existe actualmente mucho odio y mucha rabia en la sociedad, sea por la situación general de insatisfacción que atraviesa la humanidad, sumergida en una profunda crisis civilizacional, sin que nadie pueda decirnos cómo superarla ni hacia donde nos podría conducir este vuelo ciego. El inconsciente colectivo detecta este malestar como ya antes lo describiera Freud en su famoso texto El malestar en la cultura (1929-1930) que, de alguna forma, preveía las señales de una guerra mundial.

EL ODIO SOCIAL (Acceso al trabajo completo)




domingo, 19 de febrero de 2012

ACUERDOS CON LA SANTA SEDE





CONVENTIONES
INTER APOSTOLICAM SEDEM ET NATIONEM HISPANAM
Índice
I
ACUERDO
ENTRE EL ESTADO ESPAÑOL
Y LA SANTA SEDE
SOBRE ASUNTOS JURÍDICOS
La Santa Sede y el Gobierno Español, prosiguiendo la revisión del Concordato vigente entre las dos Partes, comenzada con el Acuerdo firmado el 28 de julio de 1976, cuyos instrumentos de ratificación fueron intercambiados el 20 de agosto del mismo año, concluyen el siguiente
ACUERDO
Artículo I
1. El Estado Español reconoce a la Iglesia Católica el derecho de ejercer su misión apostólica y le garantiza el libre y público ejercicio de las actividades que le son propias y en especial las de culto, jurisdicción y magisterio.
2. La Iglesia puede organizarse libremente. En particular, puede crear, modificar o suprimir Diócesis, Parroquias y otras circunscripciones territoriales, que gozarán de personalidad jurídica civil en cuanto la tengan canónica y ésta sea notificada a los órganos competentes del Estado.
La Iglesia puede asimismo erigir, aprobar y suprimir Ordenes, Congregaciones Religiosas, otros Institutos de vida consagrada y otras Instituciones y Entidades Eclesiásticas.
Ninguna parte del Territorio español dependerá de Obispo cuya sede se encuentre en territorio sometido a la soberanía de otro Estado, y ninguna Diócesis o circunscripción territorial española comprenderá zonas de territorio sujeto a soberanía extranjera.
El Principado de Andorra continuará perteneciendo a la Diócesis de Urgel.
3. El Estado reconoce la personalidad jurídica civil de la Conferencia Episcopal Española, de conformidad con los Estatutos aprobados por la Santa Sede.
4. El Estado reconoce la personalidad jurídica civil y la plena capacidad de obrar de las Órdenes, Congregaciones religiosas y otros Institutos de vida consagrada y sus Provincias y sus Casas, y de las Asociaciones y otras Entidades y Fundaciones religiosas que gocen de ella en la fecha de entrada en vigor del presente Acuerdo.
Las Órdenes, Congregaciones Religiosas y otros Institutos de vida consagrada y sus Provincias y sus Casas que, estando erigidas canónicamente en esta fecha, no gocen de personalidad jurídica civil y las que se erijan canónicamente en el futuro, adquirirán la personalidad jurídica civil mediante la inscripción en el correspondiente Registro del Estado, la cual se practicará en virtud de documento auténtico en el que conste la erección, fines, datos de identificación, órganos representativos, régimen de funcionamiento y facultades de dichos órganos. A los efectos de determinar la extensión y límite de su capacidad de obrar, y por tanto, de disponer de sus bienes, se estará a lo que disponga la legislación canónica, que actuará en este caso como derecho estatutario.
Las Asociaciones y otras Entidades y Fundaciones religiosas que, estando erigidas canónicamente en la fecha de entrada en vigor del presente Acuerdo, no gocen de personalidad jurídica civil y las que se erijan canónicamente en el futuro por la competente Autoridad Eclesiástica, podrán adquirir la personalidad jurídica civil con sujeción a lo dispuesto en el ordenamiento del Estado, mediante la inscripción en el correspondiente Registro en virtud de documento auténtico en el que consten la erección, fines, datos de identificación, órganos representativos, régimen de funcionamiento y facultades de dichos órganos.
5. Los lugares de culto tienen garantizada su inviolabilidad con arreglo a las Leyes.No podrán ser demolidos sin ser previamente privados de su carácter sagrado. En caso de su expropiación forzosa será antes oída la Autoridad Eclesiástica competente.
6. El Estado respeta y protege la inviolabilidad de los archivos, registros y demás documentos pertenecientes a la Conferencia Episcopal Española, a las Curias Episcopales, a las Curias de 1os Superiores Mayores de las Órdenes y Congregaciones religiosas, a las Parroquias y a otras Instituciones y Entidades eclesiásticas.
Artículo II
La Santa Sede podrá promulgar y publicar libremente cualquier disposición referente al gobierno de la Iglesia y comunicar sin impedimento con los Prelados, el Clero y los fieles, así como ellos podrán hacerlo con la Santa Sede.
Los Ordinarios y las otras Autoridades eclesiásticas gozarán de las mismas facultades respecto del Clero y de sus fieles.
Articulo III
El Estado reconoce como días festivos todos los domingos. De común acuerdo se determinará qué otras festividades religiosas son reconocidas como días festivos.
Artículo IV
1. El Estado reconoce y garantiza el ejercicio del derecho a la asistencia religiosa de los ciudadanos internados en establecimientos penitenciarios, hospitales, sanatorios, orfanatos y centros similares, tanto privados como públicos.
2. El régimen de asistencia religiosa católica y la actividad pastoral de los centros mencionados que sean de carácter público serán regulados de común acuerdo entre las competentes Autoridades de la Iglesia y del Estado. En todo caso, quedará salvaguardado el derecho a la libertad religiosa de las personas y el debido respeto a sus principios religiosos y éticos.
Artículo V
1. La Iglesia puede llevar a cabo por sí misma actividades de carácter benéfico o asistencial.
Las instituciones o entidades de carácter benéfico o asistencial de la Iglesia o dependientes de ella se regirán por sus normas estatutarias y gozarán de los mismos derechos y beneficios que los entes clasificados como de beneficencia privada.
2. La Iglesia y el Estado podrán, de común acuerdo, establecer las bases para una adecuada cooperación entre las actividades de beneficencia o de asistencia, realizadas por sus respectivas instituciones.
Artículo VI
1. El Estado reconoce los efectos civiles al matrimonio celebrado según las normas del Derecho Canónico.
Los efectos civiles del matrimonio canónico se producen desde su celebración. Para el pleno reconocimiento de los mismos, será necesaria la inscripción en el Registro Civil, que se practicará con la simple presentación de certificación eclesiástica de la existencia del matrimonio.
2. Los contrayentes, a tenor de las disposiciones del Derecho Canónico, podrán acudir a los Tribunales Eclesiásticos solicitando declaración de nulidad o pedir decisión pontificia sobre matrimonio rato y no consumado. A solicitud de cualquiera de las Partes, dichas resoluciones eclesiásticas tendrán eficacia en el orden civil si se declaran ajustadas al Derecho del Estado en resolución dictada por el Tribunal Civil competente.
3. La Santa Sede reafirma el valor permanente de su doctrina sobre el matrimonio y recuerda a quienes celebren matrimonio canónico la obligación grave que asumen de atenerse a las normas canónicas que lo regulan y, en especial, a respetar sus propiedades esenciales.
Artículo VII
La Santa Sede y el Gobierno español procederán de común acuerdo en la resolución de las dudas o dificultades que pudieran surgir en la interpretación o aplicación de cualquier cláusula del presente Acuerdo, inspirándose para ello en los principios que lo informan.
Artículo VIII
Quedan derogados los artículos I, II, III, IV, V, VI, VIII, IX, X (y el Acuerdo de 16 de julio de 1946), XI, XII, XIII, XIV, XVII, XXII, XXIII, XXIV, XXV, XXXIII, XXXIV, XXXV y XXXVI del vigente Concordato y el Protocolo Final en relación con los artículos I, II, XXIII y XXV. Se respetarán, sin embargo, los derechos adquiridos por las personas afectadas por la derogación del artículo XXV y por el correspondiente Protocolo Final.
DISPOSICIONES TRANSITORIAS
1. Las órdenes, Congregaciones religiosas y otros Institutos de vida consagrada, sus Provincias y sus Casas y las Asociaciones y otras Entidades o Fundaciones religiosas que tienen reconocida por el Estado la personalidad jurídica y la plena capacidad de obrar, deberán inscribirse en el correspondiente Registro del Estado en el más breve plazo posible. Transcurridos tres años desde la entrada en vigor en España del presente Acuerdo, sólo podrá justificarse su personalidad jurídica mediante certificación de tal registro, sin perjuicio de que pueda practicarse la inscripción en cualquier tiempo.
2. Las causas que estén pendientes ante los Tribunales Eclesiásticos al entrar en vigor en España el presente Acuerdo seguirán tramitándose ante ellos y las sentencias tendrán efectos civiles a tenor de lo dispuesto en el artículo XXIV del Concordato de 1953.
PROTOCOLO FINAL
(En relación con el artículo VI, 1.)
Inmediatamente de celebrado el matrimonio canónico, el Sacerdote ante el cual se celebró entregará a, los esposos la certificación eclesiástica con los datos exigidos para su inscripción en el Registro Civil. Y, en todo caso, el Párroco en cuyo territorio parroquial se celebró el matrimonio, en el plazo de cinco días, transmitirá al encargado del Registro Civil que corresponda el Acta del matrimonio canónico para su oportuna inscripción, en el supuesto de que ésta no se haya efectuado ya a instancia de las partes interesadas.
Corresponde al Estado regular la protección de los derechos que, en tanto el matrimonio no sea inscrito, se adquieran de buena fe por terceras personas.
El presente Acuerdo, cuyos textos en lengua española e italiana hacen fe por igual, entrará en vigor en el momento del canje de los instrumentos de ratificación.
Ciudad del Vaticano, 3 enero 1979.
G. Card. VILLOTMARCELINO OREJA AGUIRRE

II
ACUERDO
ENTRE EL ESTADO ESPAÑOL
Y LA SANTA SEDE
SOBRE ENSEÑANZA
Y ASUNTOS CULTURALES
El Gobierno español y la Santa Sede, prosiguiendo la revisión de los textos concordatarios en el espíritu del Acuerdo de 28 de julio de 1976, conceden importancia fundamental a los temas relacionados con la enseñanza.
Por una parte, el Estado reconoce el derecho fundamental a la educación religiosa y ha suscrito pactos internacionales que garantizan el ejercicio de este derecho.
Por otra, la Iglesia debe coordinar su misión educativa con los principios de libertad civil en materia. religiosa y con los derechos de las familias y de todos los alumnos y maestros, evitando cualquier discriminación o situación privilegiada.
Los llamados medios de comunicación social se han convertido en escuela eficaz de conocimientos, criterios y costumbres. Por tanto, deben aplicarse en la ordenación jurídica de tales medios los mismos principios de libertad religiosa e igualdad sin privilegios, que Iglesia y Estado profesan en materia de enseñanza.
Finalmente, el patrimonio histórico, artístico y documental de la Iglesia sigue siendo parte importantísima del acervo cultural de la Nación; por lo que la puesta de tal Patrimonio al servicio y goce de la sociedad entera, su conservación y su incremento, justifican la colaboración de Iglesia y Estado.
Por ello, ambas partes contratantes concluyen el siguiente
ACUERDO
Artículo I
A la luz del principio de libertad religiosa, la acción educativa respetará el derecho fundamental de los padres sobre la educación moral y religiosa de sus hijos en el ámbito escolar.
En todo caso, la educación que se imparta en los centros docentes públicos será respetuosa con los valores de la ética cristiana.
Artículo II
Los planes educativos en los niveles de Educación Preescolar, de Educación General Básica (EGB) y de Bachillerato Unificado Polivalente (BUP) y Grados de Formación Profesional correspondientes a los alumnos de las mismas edades, incluirán la enseñanza de la religión católica en todos los Centros de Educación, en condiciones equiparables a las demás disciplinas fundamentales.
Por respeto a la libertad de conciencia, dicha enseñanza no tendrá carácter obligatorio para los alumnos. Se garantiza, sin embargo, el derecho a recibirla.
Las autoridades académicas adoptarán las medidas oportunas para que el hecho de recibir o no recibir la enseñanza religiosa no suponga discriminación alguna en la actividad escolar.
En los niveles de enseñanza mencionados, las autoridades académicas correspondientes permitirán que la Jerarquía Eclesiástica establezca, en las condiciones concretas que con ella se convenga, otras actividades complementarias de formación y asistencia religiosa.
Artículo III
En los niveles educativos a los que se refiere el artículo anterior, la enseñanza religiosa será impartida por las personas que, para cada año escolar, sean designadas por la autoridad académica entre aquellas que el Ordinario diocesano proponga para ejercer esta enseñanza. Con antelación suficiente el Ordinario diocesano comunicará los nombres de los profesores y personas que sean consideradas competentes para dicha enseñanza.
En los centros públicos de Educación Preescolar y de EGΒ, la designación, en la forma antes señalada, recaerá. con preferencia en los profesores de EGΒ que así lo soliciten.
Nadie estará obligado a impartir enseñanza religiosa.
Los profesores de religión formarán parte, a todos los efectos, del Claustro de Profesores de los respectivos centros.
Artículo IV
La enseñanza de la doctrina católica y su pedagogía en las Escuelas Universitarias de Formación del Profesorado, en condiciones equiparables a las demás disciplinas fundamentales, tendrá carácter voluntario para los alumnos.
Los profesores de las mismas serán designados por la autoridad académica en la misma forma que la establecida en el artículo III y formarán también parte de los respectivos Claustros.
Artículo V
El Estado garantiza que la Iglesia Católica pueda organizar cursos voluntarios de enseñanza y otras actividades religiosas en los Centros Universitarios públicos, utilizando los locales y medios de los mismos. La Jerarquía eclesiástica se pondrá de acuerdo con las autoridades de los Centros para el adecuado ejercicio de estas actividades en todos sus
aspectos.
Artículo VI
A 1a Jerarquía eclesiástica corresponde señalar los contenidos de la enseñanza y formación religiosa católica, así como proponer los libros de texto y material didáctico relativos a dicha enseñanza v formación.
La Jerarquía eclesiástica y los órganos del Estado, en el ámbito de sus respectivos competencias, velarán porque esta enseñanza y formación sean impartidas adecuadamente, quedando sometido el profesorado de religión al régimen general disciplinario de los Centros.
Artículo VII
La situación económica de los profesores de religión católica, en los distintos niveles educativos, que no pertenezcan a los Cuerpos Docentes del Estado, se concertará entre la Administración Central y la Conferencia Episcopal Española, con objeto de que sea de aplicación a partir de la entrada en vigor del presente Acuerdo.
Artículo VIII
La Iglesia Católica puede establecer Seminarios Menores diocesanos y religiosos, cuyo carácter específico será respetado por el Estado.
Para su clasificación como Centros de Educación General Básica, de Bachillerato Unificado Polivalente o de Curso de Orientación Universitaria, se aplicará la legislación general, si bien no se exigirá ni número mínimo de matrícula escolar, ni la admisión de alumnos en función del área geográfica de procedencia o domicilio de familia.
Artículo IX
Los Centros docentes de nivel no universitario, cualquiera que sea su grado y especialidad, establecidos o que se establezcan por la Iglesia, se acomodarán a la legislación que se promulgue con carácter general, en cuanto al modo de ejercer sus actividades.
Artículo X
1. Las Universidades, Colegios Universitarios, Escuelas Universitarias y otros Centros Universitarios que se establezcan por la Iglesia Católica, se acomodarán a la legislación que se promulgue con carácter general, en cuanto al modo; de ejercer estas actividades.
Para el reconocimiento, a efectos civiles, de los estudios realizados en dichos Centros, se estará a lo que disponga la legislación vigente en la materia en cada momento.
2. El Estado reconoce la existencia legal de las Universidades de la Iglesia establecidas en España en el momento de la entrada en vigor de este Acuerdo, cuyo régimen jurídico habrá de acomodarse a la legislación vigente, salvo; lo previsto en el artículo XVII, 2.
3. Los alumnos de estas Universidades gozarán de los mismos beneficios en materia de sanidad, seguridad escolar, ayudas al estudio y a la investigación y demás modalidades de protección al estudiante, que se establezcan para los alumnos de las universidades del Estado.
Artículo XI
La Iglesia Católica, a tenor de su propio derecho, conserva su autonomía para establecer Universidades, Facultades, Institutos Superiores y otros Centros de Ciencias Eclesiásticas para la formación de sacerdotes, religiosos y seglares.
La convalidación de los estudios y el reconocimiento por parte del Estado de los efectos civiles de los títulos otorgados en estos Centros Superiores, serán objeto de regulación específica entre las competentes autoridades de la Iglesia y del Estado. En tanto no se acuerde la referida regulación, las posibles convalidaciones de estos estudios y la concesión de valor civil a los títulos otorgados se realizarán de acuerdo con las normas generales sobre el tema.
También se regularán de común acuerdo la convalidación y reconocimiento de los estudios realizados v títulos obtenidos por clérigos o seglares en las Facultades aprobadas por la Santa Sede fuera de España.
Artículo ΧII
Las Universidades del Estado, previo acuerdo con la competente Autoridad de la Iglesia, podrán establecer Centros de Estudios Superiores de Teología Católica.
Artículo XIII
Los Centros de enseñanza de la Iglesia, de cualquier grado y especialidad, y sus alumnos, tendrán derecho a recibir subvenciones, becas, beneficios fiscales y otras ayudas que el Estado otorgue a Centros no estatales y a estudiantes de tales Centros, de acuerdo con el régimen de igualdad de oportunidades.
Artículo XIV
Salvaguardando los principios de libertad religiosa y de expresión, el Estado velará para que sean respetados en sus medios de comunicación social, los sentimientos de los católicos y establecerá los correspondientes acuerdos sobre estas materias con la Conferencia Episcopal Española.
Artículo ΧV
La Iglesia reitera su voluntad de continuar poniendo al servicio de la sociedad su patrimonio histórico, artístico y documental, y concertará con el Estado las bases para hacer efectivos el interés común y la colaboración de ambas partes con el fin de preservar, dar a conocer y catalogar este patrimonio cultural en posesión de la Iglesia, de facilitar su contemplación y estudio, de lograr su mejor conservación e impedir cualquier clase de pérdidas, en el marco del artículo 46 de la Constitución.
A estos efectos, y a cualesquiera otros relacionados con dicho patrimonio se creará una Comisión Mixta en el plazo máximo de un año, a partir de la fecha de entrada en vigor en España del presente Acuerdo.
Artículo XVI
La Santa Sede y el Gobierno español procederán de común acuerdo en la resolución de las dudas o dificultades que pudieran surgir en la interpretación o aplicación de cualquier cláusula del presente Acuerdo, inspirándose para ello en los principios que lo informan.
Artículo XVII
1. Quedan derogados los artículos XXVI, XXVII, XXVIII, XXIX, XXX y XXXI del vigente Concordato.
2. Quedan asegurados, no obstante, los derechos adquiridos de las Universidades de la Iglesia establecidas en España en el momento de la firma del presente Acuerdo, las cuales, sin embargo, podrán optar por su adaptación a la legislación general sobre Universidades no estatales.
DISPOSICIONES TRANSITORIAS
1. El reconocimiento, a efectos civiles, de los estudios que se cursen en las Universidades de la Iglesia actualmente existentes, seguirá rigiéndose, transitoriamente, por la normativa ahora vigente, hasta el momento en que, para cada Centro o carrera, se dicten las oportunas disposiciones de reconocimiento, de acuerdo con la legislación general, que no exigirá requisitos superiores a los que se impongan a las Universidades del Estado o de los entes públicos.
2. Quienes al entrar en vigor el presente Acuerdo en España estén en posesión de grados mayores en Ciencias Eclesiásticas y, en virtud del párrafo 3 del artículo XXX del Concordato, sean profesores titulares de las disciplinas de la Sección de Letras en Centros de enseñanza dependientes de la autoridad eclesiástica, seguirán considerados con titulación suficiente para la enseñanza en tales Centros, no obstante la derogación de dicho artículo.
PROTOCOLO FINAL
Lo convenido en el presente Acuerdo, en lo que respecta a las denominaciones de centros, niveles educativos, profesorado y alumnos, medios didácticos, etc., subsistirá como válido para las realidades educativas equivalentes que pudieran originarse de reformas o cambios de nomenclatura o del sistema escolar oficial.
El presente Acuerdo, cuyos textos en lengua española e italiana hacen fe por igual, entrará en vigor en el momento del canje de los instrumentos de ratificación.
Ciudad del Vaticano, 3 enero 1979.
G. Card. VILLOTMARCELINO OREJA AGUIRRE

III
ACUERDO
ENTRE EL ESTADO ESPAÑOL
Y LA SANTA SEDE
SOBRE LA ASISTENCIA RELIGIOSA
A LAS FUERZAS ARMADAS

Y EL SERVICIO MILITAR
DE CLÉRIGOS Y RELIGIOSOS
La asistencia religiosa a los miembros católicos de las Fuerzas Armadas y el servicio militar de los clérigos y religiosos, constituyen capítulos específicos entre las materias. que deben regularse dentro del compromiso adquirido por la Santa Sede y el Estado español de revisar el Concordato de 1953.
Por tanto, ambas Partes han decidido actualizar las disposiciones hasta ahora vigentes y concluyen el siguiente
ACUERDO
Artículo I
La asistencia religioso-pastoral a los miembros católicos de las Fuerzas Armadas se seguirá ejerciendo por medio del Vicariato Castrense.
Artículo II
El Vicariato Castrense, que es una Diócesis personal, no territorial, constará de :
A) Un Arzobispo, Vicario General, con su propia Curia, que estará integrada por:
1) Un Provicario General para todas las Fuerzas Armadas, con facultades de Vicario General.
2) Un Secretario General.
3) Un Vicesecretario.
4) Un Delegado de Formación Permanente del Clero, y
5) Un Delegado de Pastoral.
B) Además, contará con la cooperación de:
1) Los Vicarios Episcopales correspondientes.
2) Los Capellanes castrenses como párrocos personales.
Artículo III
La provisión del Vicariato General Castrense se hará de conformidad con el artículo I, 3, del Acuerdo entre la Santa Sede y el Estado español de 28 de julio de 1976, mediante la propuesta de una terna de nombres, formada de común acuerdo entre la Nunciatura Apostólica y el Ministerio de Asuntos Exteriores y sometida a la aprobación de la santa Sede.
El Rey presentará, en el término de quince días, uno de ellos para su nombramiento por el Romano Pontífice.
Artículo IV
Al quedar vacante el Vicariato Castrense y hasta su nueva provisión, asumirá las funciones de Vicario General el Provicario General de todas las Fuerzas Armadas, si lo hubiese, y, si no, el Vicario Episcopal más antiguo.
Artículo V
Los Clérigos y Religiosos están sujetos a las disposiciones generales de la Ley sobre el Servicio Militar.
1. Los Seminaristas, postulantes y novicios, podrán acogerse a los beneficios comunes de prórrogas anuales por razón de sus estudios específicos o por otras causas admitidas en la legislación vigente, así como a cualesquiera otros beneficios que se establezcan con carácter general.
2. A los que ya sean presbíteros, se les podrán encomendar funciones específicas de su ministerio, para lo cual recibirá las facultades correspondientes del Vicario General Castrense.
3. A los presbíteros a quienes no se encomienden las referidas funciones específicas y a los diáconos y religiosos profesos no sacerdotes, se les asignarán misiones que no sean incompatibles con su estado, de conformidad con el Derecho Canónico.
4. Se podrá considerar de acuerdo con lo que establezca la ley, como prestación social sustitutoria de las obligaciones específicas del Servicio Militar, la de quienes durante un período de tres años bajo la dependencia de la Jerarquía Eclesiástica se consagren al apostolado, como Presbíteros, Diáconos o Religiosos profesos, en territorios de misión o como Capellanes de emigrantes.
Artículo VI
A fin de asegurar la debida atención pastoral del pueblo, se exceptúan del cumplimiento de las obligaciones militares, en toda circunstancia, los Obispos y asimilados en derecho.
En caso de movilización de reservistas, se procurara asegurar la asistencia parroquial proporcional a la población civil. A este fin, el Ministerio de Defensa oirá el informe del Vicario General Castrense.
Artículo VII
La Santa Sede y el Gobierno español procederán de común acuerdo en la resolución de las dudas o dificultades que pudieran surgir en la interpretación o aplicación de cualquier cláusula del presente Acuerdo, inspirándose para ello en los principios que lo informan.
Artículo VIII
Quedan derogados los artículos XV, XXXII y el Protocolo Final en relación al mismo, del Concordato de 27 de agosto de 1953 y, consecuentemente, el Acuerdo entre la Santa Sede y el Gobierno español sobre la Jurisdicción Castrense y Asistencia Religiosa de las Fuerzas Armadas, de 5 de agosto de 1950.
PROTOCOLO FINAL
(En relación con el artículo VIII)
1. No obstante la derogación ordenada en el artículo VIII, subsistirá durante un plazo de tres años la posibilidad de valerse de la disposición prevista en el número 1 del articulo XII del Convenio de 5 de agosto de 1950.
2. Los Sacerdotes v Diáconos ordenados antes de la fecha de entrada en vigor del presente Acuerdo y los religiosos que hubieren profesado igualmente con anterioridad, conservarán, cualquiera que fuera su edad, el derecho adquirido a la exención del servicio militar en tiempo de paz, conforme el artículo XII del citado Convenio que se deroga.
3. Quienes estuvieren siguiendo estudios eclesiásticos de preparación para el sacerdocio o para la profesión religiosa en la fecha de entrada en vigor de este Acuerdo, podrán solicitar prórroga de incorporación a filas de segunda clase, si desean acogerse a este beneficio y les corresponde por su edad.
El presente Acuerdo, cuyos textos en lengua española e italiana hacen fe por igual, entrará en vigor en el momento del canje de los instrumentos de ratificación.
Ciudad del Vaticano, 3 enero 1979.
G. Card. VILLOTMARCELINO OREJA AGUIRRE
* * *
Artículo I
Los Capellanes Castrenses ejercen su ministerio bajo la jurisdicción del Vicario General Castrense.
Artículo II
La jurisdicción del Vicario General Castrense y de los Capellanes es personal. Se extiende, cualquiera que sea la respectiva situación militar, a todos los militares de Tierra, Mar y Aire, a los alumnos de las Academias y de las Escuelas Militares, a sus esposas, hijos y familiares que viven en su compañía, y a todos los fieles de ambos sexos, ya seglares, ya religiosos, que presten servicios establemente bajo cualquier concepto o residan habitualmente en los cuarteles o lugares dependientes de la Jurisdicción Militar. Igualmente, se extiende dicha jurisdicción a los huérfanos menores o pensionistas y a las viudas de militares mientras conserven este estado.
Artículo III
Los Capellanes Castrenses tienen competencia parroquial respecto a las personas mencionadas en el artículo precedente.
En el caso de celebrarse el matrimonio ante el Capellán Castrense, éste deberá atenerse a las prescripciones canónicas.
Artículo IV
1. La Jurisdicción Castrense es cumulativa con la de los Ordinarios Diocesanos.
2. En todos los lugares o instalaciones dedicadas a las Fuerzas Armadas u ocupados circunstancialmente por ellas usarán de dicha jurisdicción primaria y principalmente el Vicario General Castrense y los Capellanes.
Cuando éstos falten o estén ausentes, usarán de su jurisdicción subsidiariamente, aunque siempre por derecho propio, los Ordinarios Diocesanos y los Párrocos locales.
El uso de esta jurisdicción cumulativa se regulará mediante los oportunos acuerdos entre la Jerarquía Diocesana y la Castrense, la cual informará a las Autoridades militares correspondientes.
3. Fuera de los lugares arriba señalados, y respecto a las personas mencionadas en el artículo II de este anexo, ejercerán libremente su jurisdicción los Ordinarios Diocesanos y, cuando así les sea solicitado, los Párrocos locales.
Artículo V
1. Cuando los Capellanes Castrenses, por razón de sus funciones como tales, tengan que oficiar fuera de los templos, establecimientos, campamentos y demás lugares destinados regularmente a las Fuerzas Armadas, deberán dirigirse con anticipación a los Ordinarios diocesanos o a los Párrocos o Rectores locales para obtener el oportuno permiso.
2. No será necesario dicho permiso para celebrar actos de culto al aire libre para fuerzas militares desplazadas con ocasión de campañas, maniobras, marchas, desfiles u otros actos de servicio.
Artículo VI
Cuando lo estime conveniente para el servicio religioso-pastoral, el Vicario Castrense se pondrá de acuerdo con los Obispos diocesanos y los Superiores Mayores Religiosos, para designar un número adecuado de sacerdotes y religiosos que, sin dejar los oficios que tengan en sus diócesis o institutos, presten ayuda a los Capellanes Castrenses. Tales Sacerdotes y Religiosos ejercerán su ministerio a las órdenes del Vicario General Castrense, del cual recibirán las facultades «ad nutum» y serán retribuidos a título de gratificación o estipendio ministerial.
Artículo I
1. La incorporación de los Capellanes Castrenses tendrá lugar según las normas aprobadas por la Santa Sede, de acuerdo con el Gobierno.
Para el desempeño de la función de Vicario episcopal será preciso:
a) Poseer una licenciatura o título superior equivalente, en aquellas disciplinas eclesiásticas o civiles que el Vicario General Castrense estime de utilidad para el ejercicio de la asistencia religioso-pastoral a las Fuerzas Armadas;
b) Haber sido declarado canónicamente apto, según las normas que establezca el Vicario General Castrense.
2. El nombramiento eclesiástico de los Capellanes se hará por el Vicario General Castrense.
El destino a Unidad o Establecimiento se hará por el Ministerio de Defensa, a propuesta del Vicario General Castrense.
Artículo II
Los Capellanes, en cuanto Sacerdotes y «ratione loci», estarán también sujetos a la disciplina y vigilancia de los Ordinarios diocesanos, quienes, en casos urgentes, podrán tomar las oportunas providencias canónicas, debiendo, en tales casos, hacerlas conocer en seguida al Vicario General Castrense.
Artículo III
Los Ordinarios diocesanos, conscientes de la necesidad de asegurar una adecuada asistencia espiritual a todos los que prestan servicios bajo las armas, consideran como parte de su deber pastoral proveer al Vicario General Castrense de un número suficiente de Sacerdotes, celosos y bien preparados, para cumplir dignamente su importante y delicada misión.

IV
ACUERDO
ENTRE EL ESTADO ESPAÑOL
Y LA SANTA SEDE
SOBRE ASUNTOS ECONÓMICOS
La revisión del sistema de aportación económica del Estado español a la Iglesia católica resulta de especial importancia al tratar de sustituir por nuevos Acuerdos el Concordato de 1953.
Por una parte, el Estado no puede ni desconocer ni prolongar indefinidamente obligaciones jurídicas contraídas en el pasado. Por otra parte, dado el espíritu que informa las relaciones entre Iglesia y Estado, en España resulta necesario dar nuevo sentido tanto a los títulos de la aportación económica como al sistema según el cual dicha aportación se lleve a cabo.
En consecuencia, la Santa Sede y el Gobierno español concluyen el siguiente
ACUERDO
Artículo I
La Iglesia católica puede libremente recabar de sus fieles prestaciones, organizar colectas públicas y recibir limosnas y oblaciones.
Artículo II
1. El Estado se compromete a colaborar con la Iglesia católica en la consecución de su adecuado sostenimiento económico, con respeto absoluto del principio de libertad religiosa.
2. Transcurridos tres ejercicios completos desde la firma de este Acuerdo, el Estado podrá asignar a la Iglesia católica un porcentaje del rendimiento de la imposición sobre la renta o el patrimonio neto u otra de carácter personal, por el procedimiento técnicamente más adecuado. Para ello será preciso que cada contribuyente manifieste expresamente en la declaración respectiva su voluntad acerca del destino de la parte afectada. En ausencia de tal declaración, la cantidad correspondiente será destinada a otra finalidad.
3. Este sistema sustituirá a la dotación a que se refiere el apartado siguiente, de modo que proporcione a la Iglesia católica recursos de cuantía similar.
4. En tanto no se aplique el nuevo sistema, el Estado consignará en sus Presupuestos Generales la adecuada dotación a la Iglesia católica, con carácter global y único, que será actualizada anualmente.
Durante el proceso de sustitución, que se llevará a cabo en el plazo de tres años, la dotación presupuestaria se minorará en cuantía igual a la asignación tributaria recibida por la Iglesia católica.
5. La Iglesia católica declara su propósito de lograr por sí misma los recursos suficientes para la atención de sus necesidades. Cuando fuera conseguido este propósito, ambas partes se pondrán de acuerdo para sustituir los sistemas de colaboración financiera expresada en los párrafos anteriores de este artículo, por otros campos y formas de colaboración económica entre la Iglesia católica y el Estado.
Artículo III
No estarán sujetas a los impuestos sobre la renta o sobre el gasto o consumo, según proceda:
a) Además de los conceptos mencionados en el artículo I de este Acuerdo, la publicación de las instrucciones, ordenanzas, cartas pastorales, boletines diocesanos y cualquier otro documento de las autoridades eclesiásticas competentes y tampoco su fijación en los sitios de costumbre.
b) La actividad de enseñanza en seminarios diocesanos y religiosos, así como de las disciplinas eclesiásticas en Universidades de la Iglesia.
e) La adquisición de objetos destinados al culto.
Artículo IV
1. La Santa Sede, la Conferencia Episcopal, las diócesis, las parroquias y otras circunscripciones territoriales, las Órdenes y Congregaciones religiosas y los Institutos de vida consagrada y sus provincias y sus casas tendrán derecho a las siguientes exenciones:
A) Exención total y permanente de la Contribución Territorial Urbana de los siguientes inmuebles:
1) Los templos y capillas destinados al culto y, asimismo, sus dependencias o edificios y locales anejos destinados a la actividad pastoral.
2) La residencia de los Obispos, de los canónigos y de los sacerdotes con cura de almas.
3) Los locales destinados a oficinas de la Curia diocesana y a oficinas parroquiales.
4) Los seminarios destinados a la formación del clero diocesano y religioso y las Universidades eclesiásticas en tanto en cuanto impartan enseñanzas propias de disciplinas eclesiásticas.
5) Los edificios destinados primordialmente a casas o conventos de las Órdenes, Congregaciones religiosas e Institutos de vida consagrada.
B) Exención total y permanente de los impuestos reales o de producto, sobre la renta y sobre el patrimonio.
Esta exención no alcanzará a los rendimientos que pudieran obtener por el ejercicio de explotaciones económicas, ni a los derivados de su patrimonio, cuando su uso se halle cedido, ni a las ganancias de capital, ni tampoco a los rendimientos sometidos a retención en la fuente por impuestos sobre la renta.
C) Exención total de los Impuestos sobre Sucesiones y Donaciones y Transmisiones Patrimoniales siempre que los bienes o derechos adquiridos se destinen al culto, a la sustentación del clero, al sagrado apostolado y al ejercicio de la caridad.
D) Exención de las contribuciones especiales y de la tasa de equivalencia, en tanto recaigan estos tributos sobre los bienes enumerados en la letra A) de este articulo.
2. Las cantidades donadas a los entes eclesiásticos enumerados en este artículo y destinadas a los fines expresados en el apartado C) darán derecho a las mismas deducciones en el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas, que las cantidades entregadas a entidades clasificadas o declaradas benéficas o de utilidad pública.
Artículo V
Las Asociaciones y Entidades religiosas no comprendidas entre las enumeradas en el articulo IV de este Acuerdo y que se dediquen a actividades religiosas, benéfico-docentes, médicas u hospitalarias, o de asistencia social tendrán derecho a los beneficios fiscales que el ordenamiento jurídico-tributario del Estado español prevé para las entidades sin fin de lucro y, en todo caso, los que se conceden a las entidades benéficas privadas.
Articulo VI
La Santa Sede y el Gobierno español procederán de común acuerdo en la resolución de las dudas o dificultades que pudieran surgir en la interpretación o aplicación de cualquier cláusula del presente Acuerdo, inspirándose para ello en los principios que lo informan.
Artículo VII
Quedan derogados los artículos XVIII, XIX, XΧ y XXI del vigente Concordato y el Acuerdo entre la Santa Sede y el Estado español sobre Seminarios y Universidades de Estudios Eclesiásticos de 8 de díciembre de 1946.
PROTOCOLO ADICIONAL
1. La dotación global en los Presupuestos Generales del Estado se fijará cada año, tanto durante el plazo exclusivo de tal ayuda como durante el período de aplicación simultánea del sistema previsto en el artículo II, apartado 2, de este Acuerdo, mediante la aplicación de los criterios de cuantificación que inspiren los correspondientes Presupuestos Generales del Estado, congruentes con los fines a que destine la Iglesia los recursos recibidos del Estado en consideración a la Memoria a que se refiere el párrafo siguiente.
La aplicación de los fondos, proyectada y realizada por la Iglesia, dentro del conjunto de sus necesidades, de las cantidades a incluir en el Presupuesto o recibidas del Estado en el año anterior, se describirá en la Memoria que, a efectos de la aportación mencionada, se presentará anualmente.
2. Ambas Partes, de común acuerdo, señalarán los conceptos tributarios vigentes en los que se concretan las exenciones y los supuestos de no sujeción enumerados en los artículos III a V del presente Acuerdo.
Siempre que se modifique sustancialmente el ordenamiento jurídico-tributario español, ambas Partes concretarán los beneficios fiscales y los supuestos de no sujeción que resulten aplicables de conformidad con los principios de este Acuerdo.
3. En el supuesto de deudas tributarias no satisfechas en plazo voluntario, por alguna entidad religiosa comprendida en el número 1. del artículo IV, o en el artículo V de este Acuerdo, el Esta-do, sin perjuicio de la facultad de ejecución que en todo caso le corresponde, podrá dirigirse a la Conferencia Episcopal Española para que ésta inste a la entidad de que se trate al pago de la deuda tributaria.
El presente Acuerdo, cuyos textos en lengua española e italiana hacen fe por igual, entrará en vigor en el momento del canje de los instrumentos de ratificación.
Ciudad del Vaticano, 3 enero 1979.
G. Card. VILLOTMARCELINO OREJA AGUIRRE
Sollemnibus Conventionibus inter Apostolicam Sedem et Nationem Hispanam ratis habitis, die IV mensis Decembris anno MCMLXXIX, Matriti Instrumenta Ratihabitationis accepta et reddita sunt; a quo die Conventiones vigere coeperunt.

domingo, 12 de febrero de 2012

NACIONALCATOLICISMO MARIDAJE IGLESIA-ESTADO ALIANZA TRONO-ALTAR

TODOS LOS MINISTERIOS HAN APOSTADO POR LA CONTRARREFORMA,
NO DEL SIGLO XXI, SINO DEL SIGLO XVI.
LA DOCTRINA DE LA IGLESIA ES LA INSPIRADORA DE TODAS LAS INICIATIVAS RETRÓGRADAS.
ES EL FRANQUISMO DEL NACIONALCATOLICISMO.
LA EDICIÓN DE ESTE LIBRO NO ES ADOCTRINAMIENTO.


Zarza en el monasterio de Santa Catalina (Egipto), adorada por los cristianos

EL MINISTERIO DE MEDIO AMBIENTE EDITA UN LIBRO "CONFESIONAL" SOBRE LA FLORA DE LA BIBLIA.


Hemeroteca PÚBLICO

El volumen pretende «acrecentar el conocimiento» de los textos bíblicos "inspirados por Dios"

MANUEL ANSEDE MADRID 12/02/2012

El Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente ha comenzado esta semana a distribuir un libro destinado a "acrecentar el conocimiento de la Biblia y del mundo vegetal mencionado en sus libros", según consta en su prólogo. El volumen, titulado La vegetación de la Biblia, sorprende por su tono devoto y llega a asegurar que el conjunto de los libros canónicos de la Biblia están "todos ellos inspirados por Dios".

Fuentes del gabinete del ministro Miguel Arias Cañete, que distribuye ahora el libro, explican que la responsabilidad de su publicación "corresponde al equipo de la anterior ministra", la socialista Rosa Aguilar. El volumen está editado por el Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino, que cambió de nombre el 22 de diciembre de 2011. El equipo de Arias Cañete no facilita datos ni del número de ejemplares impresos ni del presupuesto de la obra.

La investigación describe 58 árboles y 83 hierbas citados en las escrituras

El libro es una minuciosa investigación que "nos proporcionará cultura bíblica y nos hará ver la atención que los primeros autores [...] concedieron a la Naturaleza, contemplada como obra divina y marco preparado para la vida de la especie más compleja y perfecta del Cosmos: el hombre", según explica en el prólogo Juan Ruiz de la Torre, catedrático emérito de Botánica en la Universidad Politécnica de Madrid.

El autor de La vegetación de la Biblia es José Javier Nicolás, un veterano ingeniero de montes fallecido en febrero de 2011 cuando estaba a punto de cumplir los 85 años. La introducción le describe como un "hombre justo, que siempre anduvo por el camino recto y mereció la atención celestial de pasar a la Vida dulcemente".

Nicolás, en una investigación casi policiaca, ha encontrado 58 árboles citados en los textos bíblicos y 83 hierbas, matas y arbustos. A partir de sus conocimientos botánicos y de una extensa bibliografía, el autor identifica las probables especies que se mencionan en las escrituras. Nicolás, por ejemplo, recuerda que la famosa manzana de Adán y Eva no aparece en el Génesis como tal, sino como "fruto del árbol del bien y del mal". El manzano "constituye uno de los problemas más serios en la investigación de las Sagradas Escrituras", explica el autor, que subraya que otros estudiosos creen que ese "árbol del bien y el mal" debería identificarse con un albaricoquero, un naranjo amargo, un pomelo o un membrillero, según las versiones. El manzano "no es originario de Palestina ni parece que exista asilvestrado en sus montes", señala el investigador español.

El equipo de Cañete atribuye la obra al gabinete de Rosa Aguilar, del PSOE

El sicómoro de Zaqueo

Nicolás detalla, por ejemplo, que el árbol al que, según el relato bíblico, se subió el recaudador de impuestos Zaqueo para ver a Jesucristo en Jericó no hubiera podido ser una higuera común, como consta en algunas traducciones de la Biblia. El autor propone el sicómoro, una especie similar y más propia de la región. En las páginas iniciales del libro, Jacobo Ruiz del Castillo, del Centro de Investigación Forestal, explica que Zaqueo no habría podido trepar por una higuera común, al tener "madera tan floja y tan quebradiza que hace peligrosa su ascensión por el riesgo de fractura inmediata de sus frágiles ramas". Según el libro editado por el Ministerio de Medio Ambiente, no hay duda de que Zaqueo no se subió a una higuera, sino a un sicómoro.

El autor, con toda una vida consagrada al Servicio Forestal español, se apoya en publicaciones anteriores, como Plantas de la Biblia (1982), del botánico polaco israelí Michael Zohary, y el también llamado Plantas de la Biblia (1941), del matrimonio estadounidense Harold y Alma Moldenke. Así, Nicolás apunta que la zarza que arde sin consumirse en el libro del Éxodo pertenecería a la especie Rubus canescens, típica del suroeste de Asia.

Sin embargo, habría otras zarzas diferentes en la Biblia. Dios habla a Moisés en el libro de los Números para lanzarle una advertencia: "Si no expulsáis a los habitantes del país, entonces los que queden serán para vosotros espinas en los ojos y aguijones en el costado". Nicolás, citando a los Moldenke, apunta que estas espinas podrían ser de la especie Rubus sanctus.

A lo largo de su vida, el ingeniero también estudió las flores de la poesía de Federico García Lorca, la flora de El Quijote y la vegetación del Camino de Santiago.