En esta mi última etapa en la subida a la cumbre
tántrica, has desempeñado el rol de montañero guía, más que de maestro en estas
lides. Montañero Guía que pones luz en mi camino. Has sido un compañero cómplice
excepcional.
Esta vez deseo comenzar por el final. Tuve la
percepción de que había llegado a la cima del Monte Tántrico, máxima cota
posible. Si se hubiera tratado de un concierto, el éxito hubiera sido
apoteósico… El conjunto de sensaciones, emociones y sentimientos invadieron mi
Ser en tres campos: el sensual a través de mis cinco sentidos. En otro plano
pude intuir el umbral de lo esotérico, pero el que provocó el allegro final
fue el que yo llamo séptimo sentido, es decir, el sexual. La sexualidad
clandestina, perseguida, prohibida, castrada, postergada, secuestrada e
hipócritamente ignorada. En toda la sesión te comportaste como un artificiero,
auténtico técnico en manipular los resortes del placer erótico.
Aquella detonación provocó una gran explosión
interna que me hizo temblar todo mi cuerpo. La concupiscencia y la deshonesta e
impúdica sexualidad, se tornó en un clímax estertóreo que vencía todo atisbo de
prejuicios y complejos.
Consciente del estado de trance que tú mismo
habías provocado, me acogiste en un abrazo tántrico, donde yo: exhausto,
enloquecido, brutalmente invadido de satisfacción, gozo y placer, perdido por
completo el control de mis emociones, prorrumpí en sollozos y lágrimas de
alegría, libertad y felicidad. Dos sentimientos me invadieron en ese trance:
En principio albergaba la consciencia de que había
llegado a la cima del Monte Tántrico. Porque percibí e intuí que no sería capaz
de superar esa cota de placer, y la segunda emoción fue de reproche a mi propia
historia, porque hubieron de pasar más de siete décadas para sentir la
auténtica libertad sexual y la emancipación del hecho religioso. La eterna
lucha entre Eros y Dios, donde la sexualidad como patrimonio del hombre salió
triunfante.
Todo cambió de signo en mi ascenso con final
feliz. Pude sentir en mis propias carnes la espiritualidad de la sexualidad. El
orgasmo como máxima expresión de la mística. Y, sobre todo, mi cuerpo se vio
invadido de energía sexual en todas sus manifestaciones: deseo sexual,
excitación, erotismo, ausencia de pudor, desbloqueo de partes erógenas…
A medida que iban pasando los días reflexioné
sobre esta especie de paraíso terrenal erotizado. Donde me encontré en mi
Paraíso Perdido (Milton) donde reinaba el dios Eros. Esta consideración me hizo
contemplar cargado de realismo, que el éxtasis sexual que había experimentado
era la cumbre de ese momento, pero no la cima final. Esta consideración me
colmó de alegría y esperanza. La meta de mi jornada XV se ha convertido en mi
campamento base para emprender la siguiente etapa.
Con seguridad que no te sorprende mi pensamiento…
¡¡NAMASTÉ!!
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