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MI SUBIDA AL MONTE TÁNTRICO XV




En esta mi última etapa en la subida a la cumbre tántrica, has desempeñado el rol de montañero guía, más que de maestro en estas lides. Montañero Guía que pones luz en mi camino. Has sido un compañero cómplice excepcional.

Esta vez deseo comenzar por el final. Tuve la percepción de que había llegado a la cima del Monte Tántrico, máxima cota posible. Si se hubiera tratado de un concierto, el éxito hubiera sido apoteósico… El conjunto de sensaciones, emociones y sentimientos invadieron mi Ser en tres campos: el sensual a través de mis cinco sentidos. En otro plano pude intuir el umbral de lo esotérico, pero el que provocó el allegro final fue el que yo llamo séptimo sentido, es decir, el sexual. La sexualidad clandestina, perseguida, prohibida, castrada, postergada, secuestrada e hipócritamente ignorada. En toda la sesión te comportaste como un artificiero, auténtico técnico en manipular los resortes del placer erótico.

Aquella detonación provocó una gran explosión interna que me hizo temblar todo mi cuerpo. La concupiscencia y la deshonesta e impúdica sexualidad, se tornó en un clímax estertóreo que vencía todo atisbo de prejuicios y complejos.
Consciente del estado de trance que tú mismo habías provocado, me acogiste en un abrazo tántrico, donde yo: exhausto, enloquecido, brutalmente invadido de satisfacción, gozo y placer, perdido por completo el control de mis emociones, prorrumpí en sollozos y lágrimas de alegría, libertad y felicidad. Dos sentimientos me invadieron en ese trance:

En principio albergaba la consciencia de que había llegado a la cima del Monte Tántrico. Porque percibí e intuí que no sería capaz de superar esa cota de placer, y la segunda emoción fue de reproche a mi propia historia, porque hubieron de pasar más de siete décadas para sentir la auténtica libertad sexual y la emancipación del hecho religioso. La eterna lucha entre Eros y Dios, donde la sexualidad como patrimonio del hombre salió triunfante.

Todo cambió de signo en mi ascenso con final feliz. Pude sentir en mis propias carnes la espiritualidad de la sexualidad. El orgasmo como máxima expresión de la mística. Y, sobre todo, mi cuerpo se vio invadido de energía sexual en todas sus manifestaciones: deseo sexual, excitación, erotismo, ausencia de pudor, desbloqueo de partes erógenas…

A medida que iban pasando los días reflexioné sobre esta especie de paraíso terrenal erotizado. Donde me encontré en mi Paraíso Perdido (Milton) donde reinaba el dios Eros. Esta consideración me hizo contemplar cargado de realismo, que el éxtasis sexual que había experimentado era la cumbre de ese momento, pero no la cima final. Esta consideración me colmó de alegría y esperanza. La meta de mi jornada XV se ha convertido en mi campamento base para emprender la siguiente etapa.



Con seguridad que no te sorprende mi pensamiento…

¡¡NAMASTÉ!!

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