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MI SUBIDA AL MONTE TÁNTRICO IX



Quizás sea la hora de llamar a las sensaciones sensuales y a las emociones sexuales y eróticas, con nombres más naturales y más populares. Más aún, expresiones más animales en su versión más salvaje…

Dejé pasar algunos días como siempre para regodearme en mi gozo compartido. Es decir, en nuestro contacto físico, cuerpo a cuerpo; creciendo en consciencia y en emociones deseadas. Uno frente al otro me propuse abandonarme a tus insinuaciones sintiendo tu presencia. Me envolviste con tus toques suaves que erizaron mi piel. Percibí la energía de tu desnudez, sintiendo el leve contacto de tu cuerpo con el mío. Tu respirar jadeante en mis oídos, me hacían adivinar la presencia de tu pene cerca de mis brazos y manos. El abrazo que nos dimos sintiendo los genitales del uno entrelazando las piernas del otro, fue el preámbulo de mayores sensaciones. Esos abrazos cuanto más relajados y suaves, resultaban más excitantes y placenteros. Combinando temperatura, contacto, suavidad y la respiración animal sintiendo nuestra proximidad. Sin duda compaginando el ritmo de glúteos, perineo y bajo vientre, me reafirmaba en el abandono de mi propio deseo. Me sentí muy reconocido en esta primera etapa, cuando paseaste mi cuerpo, abandonando el pareo por las partes más sensibles de piernas, glúteos, espalda, pecho y brazos. Este sosiego me retenía en el presente y no me hacía pensar en el siguiente tramo…




Tendido ya en el tatami, según ibas troceando mi cuerpo con tus masajes firmes y sensibles, mi deseo iba creciendo. Salvo en una ocasión sentí molestia con la presión que hiciste en uno de mis pies. Te colocaste de rodillas posicionando mi cabeza entre tus piernas, sentí el contacto y el calor de tus genitales con sobre mi pelo. Recorriste con tus dedos impregnados de aceite caliente, las partes laterales de mi cuello, el lóbulo de mis orejas y llegaste hasta el interior de mis pabellones auditivos. Evidentemente tu intervención concentraba mi atención sintiendo tus estímulos provocando mi sensualidad.




Desde la primera sesión hemos ido quemando etapas, que yo las he vivido como pequeños peldaños de mi particular deseo por alcanzar la cima tántrica. Junto a ti descubrí la presencia consciente, las emociones vividas en el aquí y ahora, sin olvidar como muy importante lo impúdico en la sexualidad. También el darse permiso para decidir. A medida que yo haya ido descubriendo tus pautas implícitas y explícitas, he aprendido a reaccionar a tus estímulos, que obviamente necesitaban una respuesta. Y lo que es más importante, habías hecho crecer mi deseo.




En nuestra última sesión he percibido que mi inhibición era mayor. Mi respuesta era recíproca a tus excitantes aproximaciones físicas y emocionales. Esperaba con cierta ansia las oportunidades que me brindabas de tocar y acariciar tus genitales, tus manos, brazos y piernas. Gracias por haberme lubrificado las manos previamente, para después poder explorar todas las partes y pliegues de tu pene y sobre todo de tu glande. Sentí como mío el endurecimiento de tu miembro viril, propiciado por mis caricias.
Recuerdo con gran placer cuando aproximaste mis pies para que abrazaran tus órganos genitales. Suavidad y temperatura son sensaciones de mucha sensualidad. Me sentí muy satisfecho cuando respondiste afirmativamente a la pregunta, sobre si yo lograba hacerte gozar.




Lograste momentos mágicos cuando tu pene ya erecto rozaba mi cabeza y me llevaste mis manos para que te acariciara tus nalgas. Sentir tu pene en mi rostro al mismo tiempo que tú me acariciabas de varias formas los pezones y el pecho.  Me hacías retorcerme de placer. Aunque la postura sólo me permitía acariciarte con la lengua tu pene, pero al revés…

Estoy convencido que en nuestra última sesión el atrevimiento venció al pudor. Que la aproximación dio paso a la espontaneidad, marcando parcelas de intimidad muy deseadas y esperadas por mí. Sin duda me sentí más desnudo que nunca y con más ganas de corresponderte.




Quiero dar un paso más y acometer la última parte de mi relato huyendo, una vez más, de lo conceptual y ciñéndome a la secuencia real. Recibí con alegría tu incitación más natural, animal o salvaje… He de aclararte que cuando a lo largo de todo nuestro ascenso, me has colocado en posturas un tanto eróticas, grotescas e impúdicas, yo me he sentido muy cómodo. Han sido y son muy excitantes. Más aún, todas tus iniciativas para hacerme gozar, han cumplido con creces tu objetivo. 
Cuando me abres de piernas y te aproximas empalmado, yo me vuelvo loco. Siento tu cuerpo erecto sobre mi pecho o espalda, rozando tus labios en mi cara y sobre todo cuando me mordiste la oreja y yo percibí tu voluntad de hacerme gozar. Confieso que en todo esto ha faltado mi respuesta verbal y toda la espontaneidad que ese momento requería. No obstante, creo haber tomado nota de que tengo que eliminar cualquier pudor residual.




Creo que debemos de estar satisfechos del trabajo realizado por los dos, durante estos años. Yo partía de una situación de disfunción eréctil que me había llevado, si no a una castración, sí a una insensibilidad genital, y de muchas partes del cuerpo. Mis pechos ahora tienen una sensibilidad que nunca tuvieron. El ano, el perineo y el bajo vientre, has logrado que participen en el juego amoroso. Ah, distingo muy bien tus dedos de tu suave y excitante glande. Los últimos momentos de nuestra última sesión fueron muy importantes para mí, y confieso que me vi sorprendido demasiado inmerso en mi papel de pasivo. Pero me pusiste muy caliente cuando jadeabas en mis oídos y me mordiste la oreja. Al mismo tiempo sentía con mucho placer cuando tu cuerpo erecto, se restregaba contra el mío… Quiero que sepas que he aceptado y me has dado mucho placer con todas y cada una de las iniciativas que has tenido para satisfacerme.




Una última consideración te quiero hacer. Yo he ganado en fuerza en el pene y en sensibilidad y además hemos logrado conexionar al sistema sensitivo mis genitales. ¿Hay algo que yo pueda hacer a modo ejercicio físico para endurecer los músculos y sobre todo conseguir más riego sanguíneo en mi pene? 
Nuestro último abrazo tántrico fue maravilloso. Ensamblados arropando entre los dos la erección de tu miembro y sintiendo tu calor, tu suavidad y con las mejillas juntas y totalmente relajados acariciando nuestras espaldas…






COLECCIÓN: "OTOÑO EN EL SUR DEL JAPÓN"

Fotos: Shuso Yachi



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