Una historia de amor anónima
A
esta jornada acudí cargado con una mochila llena de emociones. Si bien algunas ajenas
a la hoja de ruta de Tantra, sin embargo, con vivencias tangenciales a las
sensaciones y emociones conscientes. Pudiste comprobar en nuestra ya habitual
entrevista preliminar, que traía algunas experiencias vividas por mí
recientemente: 1ª La sorpresiva buena nota obtenida en una asignatura, otorgada
por un catedrático, considerado por mí como muy conservador. Esto me hizo
reflexionar sobre mi radicalización y la negación a priori, de que este docente
fuera a considerar mi Trabajo fin de Curso, con objetividad y distancia
didáctica y pedagógica. 2ª Los acontecimientos sufridos por mi familia y la
cohesión y buena armonía que existe entre los miembros para superar accidentes
e incidentes. Sobre todo mi inquietud de
conservar mi salud, para alejar de mí la dependencia y seguir prestando
ayuda a los demás. Y la 3ª experiencia he tratado de redactarla como sigue:
Mi estado de ánimo me sugiere
que este episodio lo enmarque como una etapa atípica, en el camino que hace
tiempo emprendí para ascender a la cumbre de mi particular monte tántrico. “Conocerse a sí mismo y conocer a los demás no esuna tarea fácil de realizar”. Más aún si se trata de personas habitualmente
atrapadas en su propia civilización, mentalidad y vivencia. Dos hombres se
encuentran en el camino de la vida procedentes de dos mundo diferentes.
Oriental y Occidental. Culturas judeocristiana y sintoísta-budista. Uno japonés
y el otro español. Para centrar el relato, el hispano soy yo. Autor de este
relato.
Dos hombres que tienen en común
su vocación periodística y que cursan estudios de Humanidades, en las
respectivas Universidades de Mayores de
Madrid y de Fukuoka-Shi Japan. El japonés es formador de periodistas del
periódico local de su ciudad y el español es bloguero autónomo desde Madrid.
Estos dos hombres acercan distancias tratando de superar las grandes
dificultades que les separan con el idioma, vehículo fundamental para la
comunicación. No obstante desde el principio valoré mucho el esfuerzo que este
colega hizo para conocer mi lengua. Este grupo de estudiantes superaban todas y
todos los 65 años y estudiaban Lengua Española y Cultura y Civilización Hispánicas.
Utilizan signos de escritura diferentes, construcción de frases con enfoques,
giros y modismos japoneses. Hay que valorar que su profesorado de español también
es japonés.
He de confesar que el viaje a
España estaba impulsado por la pasión que sentía por Picasso y su Guernica. Por
El Prado y sobre todo por Goya y El Greco. También por el Thyssen Bornemisza.
Pero el deseo de compartir emociones hizo saltar por los aires todos los
inconvenientes y parásitos de la comunicación. Estos dos hombres él y yo, es
decir nosotros, intuíamos y percibíamos que nuestras afinidades traspasaban
todas las fronteras de la “incomunicación”. Y descubrimos que aquello que deseábamos
compartir se encontraba en el fondo del ser humano, y que la espontaneidad del
lenguaje corporal superaba y anulaba los prejuicios y los complejos, que ambas
culturas hubieron establecido con la complicidad de los idiomas japonés y
español, y con la traducción de las palabras en un sentido y en otro.
Estos dos hombres, es decir él
y yo, nos dejamos llevar por el deseo que el uno descubrió en el otro. Nuestros
cuerpos compartieron la grandeza de la desnudez cuando las voluntades se
abandonan en brazos de la libertad y el amor. Todo fue como muy ancestral.
Desde siempre nuestros cuerpos estaban esperando aquellos momentos de gozo y de
alegría. El japonés es desenfadado y de sonrisa fácil. Y nuestras risas y
carcajadas fueron muy auténticas. Dos aspectos me resultaron muy divertidos.
Que llegara al aeropuerto con una pequeña mochica y una especie de babero donde
guardaba la documentación y el dinero, y que yo le preguntara por el equipaje
para prestarle mi ayuda. Nos reímos mucho. Delante del Guernica a él y a sus compañeros,
en la sala donde se custodia la obra de Picasso, los celadores les prohibieron
hacer fotos. Acto seguido todos sacaron una libreta y pude contemplar a la
velocidad que hacían bocetos después de parcelar imaginativamente el gigantesco
cuadro.
Los dos estábamos casados, los
dos habíamos descubierto el deseo, los dos sabíamos y éramos conscientes de que
vivíamos instantes, quizás irrepetibles, pero muy felices y preñados de verdad.
Cuerpos vibrantes, conscientes, deseosos y ardientes. Nosotros utilizamos un supralenguaje. Él y yo, ambos descubrimos que entre un oriental y un
occidental, un japonés y un español, conservamos el lenguaje ancestral del
hombre primitivo, animal, natural, sensual, sexual, erótico, pornográfico e
impúdico. Nuestro lenguaje verbal cuanto más primitivo y parco, era más
erotizante y profundo. Reímos mucho durante los tres encuentros que tuvimos.
Hasta creo que fabricamos una jerga que expresaba nuestras emociones y
sentimientos, con el propósito de excitar y agradar al otro. Ahora la
extrañeza, la añoranza y la nostalgia nos aportan sensaciones y emociones muy
positivas. Si en la intimidad para expresar sus momentos de clímax, exclamaba
¡No quiero volver a Japón! Ahora me dice: ¡Quiero ir a España!
Es evidente que el idioma no verbal y corporal superó con
creces la expresión escrita. Ésta corrobora que no todas las emociones quedan
expresadas con la misma intensidad.
El
tormento del éxtasis.
Dolor y
placer.
El
misticismo de lo carnal.
¡Una
obra de arte!
Si vuelvo la cabeza hacia el
tiempo clausurado, lo conseguido durante la sesión de este día, ha sido: ¡UNA OBRA DE ARTE!
Sin duda es el resultado de
haber cambiado la semántica de las
palabras y el significado los conceptos:
Es
preciso verbalizar las emociones por frívolas y obscenas que parezcan: lo
impúdico, lo deshonesto, lo erótico, lo sexual, lo sensual, lo inmoral, lo
pornográfico, lo concupiscente, el deseo
carnal... Todas estas emociones y sensaciones cambian de signo de negativo a
positivo, porque rompen el paradigma de la influencia religiosa. Prevaleciendo
la razón, la libertad, la igualdad, la alegría y la donación.
Hablando en Román Paladino como
te gusta que yo me exprese, te diré que han llegado a mi plano consciente
muchas sensaciones y emociones, y éstas han llegado para quedarse… Aunque vayan
siendo verbalizadas poco a poco. Sin posibilidad de retorno a la rigidez del
pasado.
Tú y yo hemos acortado
distancias y hemos roto el esquema de la gama de trabajo profesor-alumno o bien
terapeuta-paciente. Es verdad que tú sigues siendo mi guía pero también es
cierto que al mismo tiempo que me has marcado pautas, también me has permitido
licencias. Has conseguido que me concentre y me tranquilice y sosiegue. Has
flexibilizado muchas partes de mi cuerpo que estaban anquilosadas. Al mismo tiempo has estimulado y excitado
zonas erógenas en todos los rincones y recovecos de mi ser. Llegamos a cierto
grado de intimidad sin perder la distancia funcional cuando te respondí que me
sentía como una “obra de arte”. Plenamente satisfecho y con mayor atrevimiento
para abordar la espontaneidad y la verbalización de las emociones.
Sí, has provocado en mí “el
deseo”. Eros ha hecho acto de presencia entre nosotros. La técnica, la
didáctica incluso la pedagogía, han dado paso a la espontaneidad y al deseo
sensual, sexual, erótico y seductor. Sin duda has hecho vibrar mi cuerpo provocando
una especie de “tormento del éxtasis”. Explosión del binomio “dolor-placer”. El
misticismo de lo carnal.
Me dejaste un tanto pensativo
cuando me anunciaste que yo estaba a punto de comenzar la búsqueda del camino
de la transcendencia. Tus exposiciones son sabias pero entiendo mejor el
lenguaje de los sentidos que todo aquello que transciende lo tangible. Pero en
este camino que he emprendido no deseo renunciar a nada.
Como sabes este texto que
escribo de cada sesión, lo abordo después de que las sensaciones se hayan
sedimentado pasados algunos días. Cuando retomo el tema, quiero encontrar las
palabras más exactas para contarte lo que sentí, sobre todo en la segunda parte
de nuestra última sesión. Fui consciente de que deseaba celebrar contigo un
acto sublime de adoración fálica. Lograste provocar en mí una excitación
erótica completa. Acariciarte, mirarte, morderte y sobarte fueron
manifestaciones del mismo deseo. Deseaba engrandecer tu miembro viril con mis
manos, y mi boca, incluso la punta de mi lengua y mis labios; comprobando que
el grado de dureza era como una oración carnal y mística a la vez. No me salían
las palabras pero deseaba gritarte más que decirte que me estabas poniendo muy
caliente. Tus jadeos y resuellos me hicieron responderte con abrazos y caricias
buscando el roce y el contacto de tu polla buscando mi culo y entrepierna.
Acariciarte tus dos ingles a la vez, caderas y glúteos me hizo vivir emociones
de alegría y mucho placer. Si en la sesión anterior llegué al éxtasis, en ésta
viví una enajenación total encerrándome contigo en el sancta sanctorum de tu intimidad
fálica. Fue mi deseo compartir contigo la más bella y placentera de mis
respuestas. Un momento impúdico y erótico. Anhelé y conseguí que tu polla
electrizara sexualmente todas las parte
de mi cuerpo, allí donde entrara en contacto. ¡¡Muchas gracias!!
Los rincones de mi SER 4
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