ESPAÑA
ES DIFERENTE
CAUDILLO DE ESPAÑA POR LA GRACIA DE DIOS
Por
Pedro Taracena Gil
En
plena dictadura nos decían que España era diferente, Spain is different, decía
el eslogan con el cual la dictadura vendía las características turísticas
hispanas: el sol, el precio y las costas donde se exhibían los primeros
biquinis de las turistas suecas. Pero para nuestro escarnio España sigue siendo
diferente. Desde el periodo comprendido entre el 18 de julio de 1936 y los
comienzos del año 2017, en España se han sucedido los siguientes
acontecimientos históricos, no solamente turísticos: Un Golpe de Estado que derrocó
a la República, una Guerra Civil que trajo la Dictadura y una Transición que
impuso la Constitución Monárquica, sin contar con el pueblo.
Mientras,
en el mismo periodo de tiempo, en Alemania imperaba el Nazismo, en Italia el
Fascismo, en Portugal una República cuya Dictadura mantenía el imperio colonial
a favor de las oligarquías portuguesas y americanas. En Grecia triunfó la
dictadura de los Coroneles y en Turquía gozaban de las mieles de la política de
europeización de Mohamed Ataturk. En la actualidad, salvo Turquía que está
sometida a una tensión manifiestamente involucionista y dictatorial, el resto
de Europa dispone de una estructura constitucional que han enviado al
ostracismo los regímenes dictatoriales y han condenado sus atrocidades.
España
sigue siendo conscientemente diferente. Lejos de condenar la cruel y
sanguinaria dictadura, ha dejado impune el genocidio que el general Franco
planifico y llevó a cabo desde el 18 de julio de 1936, hasta el 20 de noviembre
de 1975, día en que murió en la cama de un hospital. Los autos de un juez de la
Audiencia Nacional dan fe de los crímenes de la
dictadura. La Constitución Española de 1978 se escribió al dictado de los
franquistas, bajo la tutela del Ejército, la Iglesia y la Oligarquía de los
Caciques. Las mismas instituciones que ahora gozan de impunidad para saldar sus
crímenes de lesa humanidad. Sí, la Iglesia, el Capital y el Ejército, las
instituciones que quebrantaron el Estado de Derecho de la República y que ahora
exhiben un Estado de Derecho legal pero no legítimo, y con una democracia que
el pueblo contempla como imperfecta y reclama una democracia real
ya.
Spain
is different, alcanza límites inconcebibles, cuando existe una fundación
denominada FUNDACIÓN NACIONAL FRANCISCO FRANCO, que goza de todos los
privilegios y custodia el legado ideológico del Caudillo de España que lo fue
por la Gracia de Dios. Es como si en Alemania hubiera una fundación que cuidara
de la memoria de Hitler, en Italia otra institución dedicada a la memoria del
Duce y en el Museo del Holocausto de Israel presidiera una esfinge del Füherer.
Además se pueden alabar los crímenes del franquismo porque no constituyen un
delito de apología del genocidio. De hecho el Gobierno y los franquistas en el
poder, desobedecen la tímida ley de la Memoria Histórica, que existe y está
vigor. El disparate en España alcanza límites impensables en Europa. El
Rey de España no ha condenado el franquismo porque la Corona se la ciñó el
dictador prescrito en su testamento. El esperpento solamente se da en España,
porque España es diferente. Además el esperpento es un género literario
netamente español. Valle Inclán es su creador.
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La iglesia católica cómplice del genocidio franquista en la guerra civil
INTRODUCCIÓN
Desde el mismo momento en que se proclamó la República la iglesia católica adoptó una posición de franca hostilidad, aunque en los primeros momentos mantuviera una postura de no beligerancia. Postura que no era seguida por algunos jerarcas, como era el caso del cardenal Segura, y de otros clérigos que defendían incluso la resistencia armada. El rector del seminario de Comillas, Aniceto Castro Albarrán en su libro El derecho a la rebeldía (1934), pedía claramente la resistencia armada. Este mismo autor publicó en 1938 Guerra Santa, con prólogo del cardenal Gomá. Ante la presión del nuncio Tedeschini y el cardenal Vidal i Barraquer, Castro Albarrán fue obligado por el Vaticano a dimitir de su cargo como rector del seminario.
La supresión de los privilegios de los que gozaba la iglesia por parte de la República era algo que no podían admitir. Todo aquello que se legislara eliminando alguna de estas prebendas era elevado al término de persecución, para así justificar un artificial martirologio, del que tanto gusta la iglesia católica.
Desde el momento en que triunfó el Frente Popular, prácticamente desde todas la prensa de derechas –mucha de ella controlada por la iglesia o sectores católicos integristas- se pedía que hubiera un levantamiento militar que acabara, no solo con el Frente Popular, sino con la propia República. Fueron numerosos los eclesiásticos y católicos que alentaron y participaron en el levantamiento militar del 18 de julio. El canónigo Carlos Cardó lo dejó bien claro: « La extrema derecha y la plutocracia injertaron en el árbol del catolicismo sus preocupaciones políticas y sus egoísmos de clase […] Desde el principio se optó por la insurrección armada sin, no digo ya agotar, sino ni siquiera intentar los medios pacíficos prescritos tanto por la moral como las disposiciones positivas de la autoridad. Mejor dicho se sabotearon estos medios» (citado Raguer, 2010: 52)
« […], sacerdotes, religiosos y hasta algún obispo [Segura, Gomá, Irurita], desde el principio rechazaron la República, reprobaban los esfuerzos de los moderados por corregir desde la legalidad el anticlericalismo y adoptaron lo que en Francia se había llamado la “politique du pire”, o teoría de la catástrofe: cuanto peor, mejor, porque provocaría la guerra» (Raguer, 2013:247)
El respaldo de la iglesia a los sublevados fue inmediato, y no porque los militares la solicitaran, sino porque graciosamente se la brindaron las jerarquías eclesiásticas. No sólo se convirtió en su apoyo moral, sino que también colaboró de forma material con la aportación de dinero y joyas. La iglesia vio la sublevación como una bendición, de ahí que fuera desde ella de la que partió el término cruzada para denominarla.
Como coartada para justificar su implicación con la sublevación la iglesia apeló al supuesto anticlericalismo de la República. La República no creó el anticlericalismo, este ya se vio patente en otros momentos de la historia de España, como en el Bienio revolucionario o en la Semana Trágica. Como bien señala Jaume Botey: «La conciencia anticlerical fue a menudo fatalmente alimentada por la propia jerarquía, por sus abusos, por sus riquezas, por su sistemática oposición al progreso, por su vinculación a la dictadura» (Botey: 13)
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