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MI SUBIDA AL MONTE TÁNTRICO IV

Una historia de amor anónima




A los pocos días de nuestra última etapa recibí, mi querido maestro, tu siguiente mensaje:

Buenas tardes, cómo estás.
¿Cómo te encuentras  desde la sesión del martes?
¿Has podido observar sensaciones distintas, apertura de tus sentidos?
¿Cambios sutiles?
¿Estados de ánimo?
¿Matices a nivel energético, emocional y mental?
¿Nuevas ilusiones por generar cambios y activar tu cuerpo?
Un generoso abrazo tántrico pleno en piel.





Muchas gracias por darme una pauta muy realista para poder escribir mi siguiente etapa de la subida al monte tántrico. Trataré de hacer un recuento  de partida porque en nuestra última sesión fuimos capaces de atar algunos cabos que estaban sueltos. Sobre todo yo personalmente. Es seguro que para ti estaban escritos en el guión, esperando el momento de manifestarse. En un comienzo, ya hace más de tres años, los primeros pasos del camino fueron la respiración, sobre todo en su faceta animal. Después fui tomando consciencia de las sensaciones y las emociones sensuales, sexuales y hasta genitales; rompiendo los complejos, prejuicios y sobre todo el pudor. Fui descubriendo que lo impúdico no era un concepto retórico, sino una vivencia en libertad, donde la respiración más jadeante era la expresión de la respiración más bestial. Sí, de animal, de bestia, de expresión en libertad. Es verdad que en las últimas sesiones yo me sentía contigo más fusionado pero con los roles de profesor-discípulo, o si lo deseas terapeuta-paciente, aún muy definidos y sin ninguna licencia de contaminación.




Yo percibí tu intención que coincidía con mi deseo y me dejé seducir con sumo placer. Se me abrieron las carnes cuando me masajeaste, acariciaste rozando tu cuerpo sobre el mío. Reaccioné con mucha carga erótica ante estos estímulos y yo sentí deseos de darte la respuesta que a mí me apetecía corresponderte. Yo sentí que tus intenciones iban encaminadas a despertar mis deseos. Y vaya que lo conseguiste. Percibí que tu cuerpo cubría el mío de caricias y de roces cargados de intención, fue para mí muy excitante. Me apetecía responder a tus caricias, aunque tuve que vencer un poco el pudor quizás residual de mi función pasiva. Pero una vez vencido este residuo pudoroso, todo tu cuerpo fue objeto de deseo. Tu cabeza y cuello tus hombros y espalda. Tus piernas y caderas. Y cuando la postura me lo permitía colmé mis ansias de compartir la suavidad y temperatura de tus glúteos, inglés, pubis y perineo. Ya te comuniqué que acariciar tus genitales y comprobar que respondes con tu erección, es muy importante compartirlo contigo. No quiero que se me olvide que cuando me tienes sujeto por una de tus rodillas a uno de mis brazos, haces que yo sienta tu cuerpo como si se enroscara conmigo. Es verdad, que si en esos mementos hubiera tenido los ojos abierto habría ampliado mi sensación placentera. En estos momentos me apeteció acercar mis labios y lengua a las partes de tu cuerpo que estaban más próximas. También aproveché para lamer tus dedos y tus manos. Y sobre todo tus pezones. Desde el primer día me ha gustado mucho la postura tuya cuando estás sentado sobre tus rodillas y tienes tus genitales cerca de mi cabeza, sintiendo también la proximidad de la parte interior de tus piernas. En esta posición cuando te inclinas hacia adelante para masajearme o tocarme el pubis, yo percibía la proximidad de tu pecho y me gustó lamerte la piel.




Hubo un momento en que el pudor llegó a su cota más baja. Fue cuando ya engolfados en abrazos, caricias y jadeos cercanos a mi boca, mis orejas y cuello, crecían las ansias de dar rienda suelta a mis deseos que tus intenciones me provocaban.
No obstante, la sesión del último día tuvo tres momentos plenos de sinceridad, sensaciones, emociones, relajación y compenetración: En principio la conversación de entrada de una hora y media, donde compartimos el buen nivel energético, emocional y mental. En segundo lugar el descubrimiento de que debía de haber tenido los ojos muy abiertos, desde el primer instante una vez tumbado  en el tatami. Celebré con mucha alegría de que si hubiera tenido la oportunidad de verte hubiera percibido más abiertamente tus intenciones y mi respuesta hubiera sido más activa. Pero esta obediencia ciega a mantener los ojos cerrados tuvo también su gracia. Y en último momento pude percibir el grado de avance que he tenido siguiendo tus pautas y marcando tu ritmo. 




Es verdad que si yo hubiera contemplado todo lo que sucedía en mi alrededor,  percibiendo tus intenciones haciéndome reaccionar de forma cada vez más explícita, mi respuesta hubiera sido mucho más intensa inhibida y con total ausencia de  pudor. Sin duda las sensaciones y emociones sensuales, sexuales y eróticas, se hacen presentes con mayor intensidad si yo utilizo los cinco sentidos. Hasta ahora y sobre todo en la última sesión, inconscientemente he renunciado a su plena utilización y todo lo he interiorizado. Con la apertura de todos mis  sentidos conseguiré percibir sensaciones distintas. Nuevas ilusiones para  generar cambios y activar mi cuerpo. Dicho de otro modo, me gusta tu olor natural. Busco y encuentro verdadero placer tocando todas las partes de tu cuerpo. En nuestra última sesión me apeteció lamer tu pecho, pues nunca había utilizado el gusto. Quizás por timidez, pudor residual o temor a traspasar las líneas rojas de Tantra, no me atreví a pasarte la lengua acariciándote con mi saliva la punta de tu capullo y el resto de tu polla, percibiendo tu excitación y erección. Abriendo los ojos a la realidad de tu proximidad, me permitirá implementar las sensaciones y emociones percibidas por la vista. Y no podemos olvidar y no por eso deja de ser primordial, el oído. La respiración animal que provoca el jadear, es decir, respirar por la boca anhelosamente por efecto de la excitación sexual, ha sido esencial a la hora provocar la respiración apretando glúteos, perineo y bajo vientre; consiguiendo una especie de danza erótica.  Tratando de acompasar todos los movimientos del maestro al alumno, no siempre conseguido por éste. Tenías razón que la relajación de la boca y mandíbulas, así como emitir sonidos para enajenar cualquier tensión, es primordial para recibir estímulos sonoros cercanos a las orejas. Tumbado sobre mis espaldas y entrelazando tus dedos entre los míos, jadeando en mi cuello y sintiendo sobre mi nuca el vaho de tu boca, me excito sobremanera. Y por último el sentido de la vista, al cual he renunciado en aras de interiorizar las sensaciones y quizás abandonando mi rol de controlador. Ahora, después de que me abrieras los ojos, no renunciaré a contemplar y percibir conscientemente todo lo que perciba a través de mis cinco sentidos. Sin duda tú me has proporcionado mayor acercamiento y los papeles de activo (maestro) y pasivo (discípulo), se van disipando y acercándose a una complicidad más entre pares (iguales). 




Para concluir te diré que todo en mi entorno percibo sensaciones y emociones,  no solamente conscientes sino muy presentes de forma continuada: Ilusiones, apertura hacia generar cambios que activen mi cuerpo, pienso que cada vez me encuentro más satisfecho.



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