A los pocos días de nuestra
última etapa recibí, mi querido maestro, tu siguiente mensaje:
Buenas
tardes, cómo estás.
¿Cómo
te encuentras desde la sesión del
martes?
¿Has
podido observar sensaciones distintas, apertura de tus sentidos?
¿Cambios
sutiles?
¿Estados
de ánimo?
¿Matices
a nivel energético, emocional y mental?
¿Nuevas
ilusiones por generar cambios y activar tu cuerpo?
Un
generoso abrazo tántrico pleno en piel.
Muchas gracias por darme una
pauta muy realista para poder escribir mi siguiente etapa de la subida al monte tántrico. Trataré de
hacer un recuento de partida porque en nuestra
última sesión fuimos capaces de atar algunos cabos que estaban sueltos. Sobre
todo yo personalmente. Es seguro que para ti estaban escritos en el guión,
esperando el momento de manifestarse. En un comienzo, ya hace más de tres años,
los primeros pasos del camino fueron la respiración, sobre todo en su faceta
animal. Después fui tomando consciencia de las sensaciones y las emociones
sensuales, sexuales y hasta genitales; rompiendo los complejos, prejuicios y
sobre todo el pudor. Fui descubriendo que lo impúdico no era un concepto
retórico, sino una vivencia en libertad, donde la respiración más jadeante era
la expresión de la respiración más bestial. Sí, de animal, de bestia, de
expresión en libertad. Es verdad que en las últimas sesiones yo me sentía
contigo más fusionado pero con los roles de profesor-discípulo, o si lo deseas
terapeuta-paciente, aún muy definidos y sin ninguna licencia de contaminación.
Yo percibí tu intención que
coincidía con mi deseo y me dejé seducir con sumo placer. Se me abrieron las
carnes cuando me masajeaste, acariciaste rozando tu cuerpo sobre el mío.
Reaccioné con mucha carga erótica ante estos estímulos y yo sentí deseos de darte
la respuesta que a mí me apetecía corresponderte. Yo sentí que tus intenciones
iban encaminadas a despertar mis deseos. Y vaya que lo conseguiste. Percibí que
tu cuerpo cubría el mío de caricias y de roces cargados de intención, fue para
mí muy excitante. Me apetecía responder a tus caricias, aunque tuve que vencer
un poco el pudor quizás residual de mi función pasiva. Pero una vez vencido
este residuo pudoroso, todo tu cuerpo fue objeto de deseo. Tu cabeza y cuello
tus hombros y espalda. Tus piernas y caderas. Y cuando la postura me lo
permitía colmé mis ansias de compartir la suavidad y temperatura de tus
glúteos, inglés, pubis y perineo. Ya te comuniqué que acariciar tus genitales y
comprobar que respondes con tu erección, es muy importante compartirlo contigo.
No quiero que se me olvide que cuando me tienes sujeto por una de tus rodillas
a uno de mis brazos, haces que yo sienta tu cuerpo como si se enroscara
conmigo. Es verdad, que si en esos mementos hubiera tenido los ojos abierto habría
ampliado mi sensación placentera. En estos momentos me apeteció acercar mis
labios y lengua a las partes de tu cuerpo que estaban más próximas. También
aproveché para lamer tus dedos y tus manos. Y sobre todo tus pezones. Desde el
primer día me ha gustado mucho la postura tuya cuando estás sentado sobre tus
rodillas y tienes tus genitales cerca de mi cabeza, sintiendo también la
proximidad de la parte interior de tus piernas. En esta posición cuando te
inclinas hacia adelante para masajearme o tocarme el pubis, yo percibía la
proximidad de tu pecho y me gustó lamerte la piel.
Hubo un momento en que el pudor
llegó a su cota más baja. Fue cuando ya engolfados en abrazos, caricias y
jadeos cercanos a mi boca, mis orejas y cuello, crecían las ansias de dar
rienda suelta a mis deseos que tus intenciones me provocaban.
No obstante, la sesión del
último día tuvo tres momentos plenos de sinceridad, sensaciones, emociones,
relajación y compenetración: En principio la conversación de entrada de una
hora y media, donde compartimos el buen nivel energético, emocional y mental.
En segundo lugar el descubrimiento de que debía de haber tenido los ojos muy abiertos, desde el primer instante
una vez tumbado en el tatami. Celebré
con mucha alegría de que si hubiera tenido la oportunidad de verte hubiera
percibido más abiertamente tus intenciones y mi respuesta hubiera sido más
activa. Pero esta obediencia ciega a mantener los ojos cerrados tuvo también su
gracia. Y en último momento pude percibir el grado de avance que he tenido
siguiendo tus pautas y marcando tu ritmo.
Es verdad que si yo hubiera
contemplado todo lo que sucedía en mi alrededor, percibiendo tus intenciones haciéndome
reaccionar de forma cada vez más explícita, mi respuesta hubiera sido mucho más
intensa inhibida y con total ausencia de pudor. Sin duda las sensaciones y emociones
sensuales, sexuales y eróticas, se hacen presentes con mayor intensidad si yo
utilizo los cinco sentidos. Hasta ahora y sobre todo en la última sesión,
inconscientemente he renunciado a su plena utilización y todo lo he
interiorizado. Con la apertura de todos mis sentidos conseguiré percibir sensaciones
distintas. Nuevas ilusiones para generar
cambios y activar mi cuerpo. Dicho de otro modo, me gusta tu olor natural. Busco y encuentro
verdadero placer tocando todas las
partes de tu cuerpo. En nuestra última sesión me apeteció lamer tu pecho, pues
nunca había utilizado el gusto.
Quizás por timidez, pudor residual o temor a traspasar las líneas rojas de
Tantra, no me atreví a pasarte la lengua acariciándote con mi saliva la punta
de tu capullo y el resto de tu polla, percibiendo tu excitación y erección.
Abriendo los ojos a la realidad de tu proximidad, me permitirá implementar las
sensaciones y emociones percibidas por la vista. Y no podemos olvidar y no por
eso deja de ser primordial, el oído.
La respiración animal que provoca el jadear, es decir, respirar por la boca
anhelosamente por efecto de la excitación sexual, ha sido
esencial a la hora provocar la respiración apretando glúteos, perineo y bajo
vientre; consiguiendo una especie de danza erótica. Tratando de acompasar todos los movimientos
del maestro al alumno, no siempre conseguido por éste. Tenías razón que la
relajación de la boca y mandíbulas, así como emitir sonidos para enajenar
cualquier tensión, es primordial para recibir estímulos sonoros cercanos a las
orejas. Tumbado sobre mis espaldas y entrelazando tus dedos entre los míos,
jadeando en mi cuello y sintiendo sobre mi nuca el vaho de tu boca, me excito
sobremanera. Y por último el sentido de la vista,
al cual he renunciado en aras de interiorizar las sensaciones y quizás
abandonando mi rol de controlador. Ahora, después de que me abrieras los ojos, no renunciaré a
contemplar y percibir conscientemente todo lo que perciba a través de mis cinco
sentidos. Sin duda tú me has proporcionado mayor acercamiento y los papeles de
activo (maestro) y pasivo (discípulo), se van disipando y acercándose a una
complicidad más entre pares (iguales).
Para concluir te diré que todo en mi entorno percibo sensaciones y emociones, no solamente conscientes sino muy presentes de forma continuada: Ilusiones, apertura hacia generar cambios que activen mi cuerpo, pienso que cada vez me encuentro más satisfecho.
Para concluir te diré que todo en mi entorno percibo sensaciones y emociones, no solamente conscientes sino muy presentes de forma continuada: Ilusiones, apertura hacia generar cambios que activen mi cuerpo, pienso que cada vez me encuentro más satisfecho.
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