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EL DERECHO A LA LIBERTAD SEXUAL III









1 Reunir las palabras erotismo y santidad bien puede aparecer muy sorprendente ya que cubren realidades a priori irreconciliables. Se refieren a dos mundos distintos : el mundo del cuerpo, asumido, y el mundo espiritual, reivindicado.


2 Un santo pretende llevar a la perfección la vida cristiana, según los preceptos evangélicos. En busca de la santidad el hombre es invitado a deshacerse de sus pasiones que limitan su libertad hasta transfigurarse y llegar a ser una imagen de Dios. El criterio principal de la santidad es la práctica notable de los preceptos evangélicos. No se trata de despreciar la vida humana sino de renunciar a los placeres de la vida, y eso por amor a Cristo.

1 Mateo, 5, 48. 
2 Mateo, 16, 24 y Lucas, 9, 23. 

3 La práctica heroica de las virtudes es el principal criterio de la santidad. El santo llega así a un grado de abnegación y de dominio de sus sentidos y de su afectividad que le permite vivir de modo extraordinario su vida ordinaria y entre las virtudes cardinales o morales está la castidad. Tiene que actuar en conformidad con la palabra evangélica : « Sed vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto »1. El santo sería pues quien toma conciencia de la radicalidad del mensaje evangélico y quien pone en práctica literalmente la frase dirigida por Cristo a sus discípulos : « Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a si mismo, tome su cruz y sígame »2.

4 Aquello supone que para el santo ésta es la única vía practicable que le permite llegar con toda seguridad a la unión con Cristo. Tomemos el ejemplo de dos de ellos que llegaron a ser, según sus propias palabras, después de su conversión, cada uno en su época, un « alter Christus », San Agustín y San Francisco de Asís. Los dos renunciaron totalmente a las riquezas y a los placeres de la carne. « Vivir según el santo evangelio », fue la meta de ambos. Escribe Francisco :

3 Citado por André Vauchez, François d’Assise entre histoire et mémoire, Paris, Fayard, 2009, p. 78 

Vamos por el mundo y, por nuestro ejemplo más que por nuestras palabras, exhortemos a los hombres a hacer penitencia por sus pecados y a guardar el recuerdo de los mandamientos divinos.3

5 De modo que erotismo y penitencia bien aparecen a las claras como dos conceptos opuestos. Si el uno es una aceptación gozosa de las exigencias del cuerpo, el otro supone la negativa absoluta de esta fruición. En el momento de la conversión, las observancias ascéticas se substituyen a las prácticas admitidas en la sociedad ambiental.

4 Sobre este punto ver op. cit., p. 438. 

6 Francisco y el grupo de sus discípulos afirmaban que un nuevo tipo de relaciones es posible entre los hombres y mujeres. Ya quieren dar un mensaje de paz que tenga todas las posibilidades de ser recibido, proporcionando ellos mismos la imagen de una humanidad reconciliada y sin frontera : en ella se abolían las relaciones de poder y la búsqueda de placeres relacionados con la posesión o el gozo. Esta actitud de renuncia es aceptada por el grupo de los discípulos en un consenso alegre : todos alejan de sí los lazos que les podían atar a las contingencias humanas – el dinero y los placeres carnales – consideradas como un desequilibrio en las relaciones entre los seres y una causa del alejamiento de Dios4.

7 Pero frente a esta postura radical que ve en el erotismo y la santidad dos realidades totalmente antinómicas, algunos puentes han sido lanzados que nos permiten aclarar más esos dos conceptos e introducir algunos matices importantes.

8 En la Biblia, hay un libro que celebra el amor erótico, es decir, el deseo mutuo de dos jóvenes por la unión de sus cuerpos y de sus almas. Es el Cantar de los Cantares. Es notable que los comentarios más numerosos vinieron de los conventos, es decir, de hombres y mujeres consagrados a una vida célibe. Dieron a este texto una interpretación espiritual, relacionando este deseo de los jóvenes, el Amado y la Amada, con la aspiración del místico al acercamiento de Dios. En efecto, la mística es la práctica desarrollada por algunos santos para tener la experiencia de la presencia de Dios.

9 Muy pronto los comentaristas de la Biblia se fijaron que en su versión griega se usaban dos vocablos distintos para traducir la palabra Amor. El primero Eros tiene un fuerte componente de deseo, normalmente sexual ; nunca se emplea en los escritos del Nuevo Testamento y pocas veces en el Antiguo. El otro término es Agapé. Es el que define a Dios como amor : « O teos Agapé esti, Dios es amor » escribe san Juan en su evangelio. En el hermoso himno cristiano al amor de san Pablo (1 Cor. 13, 1-13) es la palabra Agapé que se emplea. En efecto, Agapé expresa un sentimiento desinteresado, una fuerza que impulsa hacia lo alto a quien lo experimenta.

10 Es notable que los judíos helenistas que tradujeron la versión bíblica de la Septuaginta emplearon siempre en el Cantar de los cantares la palabra Agapé. Quisieron así minimizar los elementos sexuales contenidos en el texto, escogiendo su interpretación mística.

5 Un buen análisis de los ejes de esos sermones se puede leer en Jorge Pixley, “Erotismo y misticis (...)

11 San Bernardo, abad de Claraval fundador del movimiento monástico cisterciense en el siglo XII, es el más famoso comentarista del Cantar de los cantares. Se han conservado de él 86 sermones sobre el tema5. Según él, el camino hacia Dios comienza por el amor carnal por la humanidad de Cristo y subraya que en esta vida sólo se puede alcanzar a Dios a través del amor y no a través del conocimiento.

12 San Bernardo afirma que cuando el hombre llega a este grado de amor, Cristo viene a visitar la interioridad de su amada, es decir el alma humana. Aquello sería una anticipación de la visión celestial que alcanzaremos en el paraíso, cuando contemplemos a Dios cara a cara.

13 Además en la Resurrección general, en el fin del mundo, nuestras almas se encontrarán con nuestros cuerpos ya librados de sus debilidades. Lo que significa que con San Bernardo se dio una cierta rehabilitación del cuerpo, en la medida en que se utiliza como peldaño hacia el acercamiento a Dios.

14 Siguiendo esta postura, algunos pintores en siglos posteriores, han tratado también el tema, mostrando la relación que puede ser establecida entre el amor carnal por la divinidad de Cristo y el arranque místico.

Ilustración n° 1 : Encuentro de santa Catalina de Siena con su divino esposo 





Cristóbal de Villalpando, Pasaje de la vida de santa Catalina de Siena, Ciudad de México, siglo XVIII

15 Para ilustrarlo podemos citar la pintura de Carlos de Villalpando (México, siglo XVIII) que se conoce como Pasaje de la vida de santa Catalina de Siena. Se puede leer al pie del lienzo el comentario siguiente : « Visítala su divino esposo como médico celestial y le aplica a beber de su sagrado costado el néctar de su sangre preciosa con que embriagada queda buena y santa ». Las metáforas expuestas aquí transponen la experiencia mística de la santa : recibe la visita de su celestial esposo y queda “embriagada” de amor.

16 La pintura, de hecho, nos presenta el encuentro amoroso de Cristo y de su amada y esposa Catalina. Vemos cómo Cristo propone a la santa beber la sangre que brota de la herida de su costado con un ademán de cariño, parecido al de la madre que amamanta a su criatura, además la abraza con mucho afecto puesto su brazo en su hombro izquierdo. Por su parte, Catalina, arrodillada delante de Cristo, le corresponde con el mismo cariño, puesta su mano derecha delicadamente en el cuerpo de Cristo.

17 El artista, a través de notaciones corporales múltiples, ha traducido aquí el amor de los dos esposos que se descubren en una experiencia mística. Hay que subrayar también el simbolismo de los colores, el cuerpo desnudo de Cristo está cubierto con una gran túnica escarlata mientras la santa viste una túnica blanca. La vestimenta de Cristo simboliza el amor ardiente del Señor y la vestidura inmaculada la pureza de la santa que se acerca a su divino esposo.

6 Caroline Walker Bynum, Jesus as mother. Studies in the Spirituality of the High Middle Ages,Univ (...)

18 Esa imagen de Cristo que da de beber la sangre que sale de la herida de su costado tiene un origen medieval. Como lo señala Caroline Walker Bynum, el cuerpo de Cristo era visto por ciertos autores espirituales como femenino, ya que podía alimentar y dar la vida, haciéndose así un símbolo alimenticio. En este sentido, algunos teólogos medievales presentaban esa herida como un seno, lo que hace de esa visión de la carne sangrienta-lactante de Cristo, un símbolo de su profunda humanidad6


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EL MISTICISMO Y EL EROTISMO

MISTICISMO Y SEXUALIDAD

EROS Y A CRUZ
























































































































































































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