Por Pedro Taracena Gil
Se da en Madrid, ciudad que expresa las mil y una formas de libertad, como consecuencia de su recién estrenada municipalidad democrática, progresista, intelectual y de izquierdas. Ayuntamiento tolerante, osado e imprudente, propiciador de toda expresión lúdica, cultural y artística; rompiendo el paradigma de los años setenta; administrador de los restos de la dictadura; generador del paso hacia la democracia. La Movida de los años 80, fue una trasgresión hecha contra la estética y la cultura lúdicas; consideradas hasta entonces inamovibles y políticamente correctas. Libre, espontánea, popular y contagiosa. Ya nada era lo que parecía. Lo sucio, lo cutre, lo feo, lo esperpéntico, lo desagradable… tomaba parte de un mismo lenguaje con infinidad de formas de expresarse.
La Movida nadie la pensó. Su final supuso un suicidio colectivo, casi vegetativo. Sólo la ausencia de otra movida, permitió la supervivencia de sus protagonistas más significativos. Algunos permanecieron hasta hoy, como notarios que dan fe de lo que sucedió. De forma inconsciente, la Movida, quizás, fue la gran explosión de rebeldía contra la noción de cultura establecida, heredada de movimiento nacional. No hay duda que se constituyó como el primer hito lúdico, más que cultural, dentro del Madrid democrático y sobre todo invadiendo todos los rincones de la noche. Exageraban aquellos que llegaron a decir que fue: “la explosión de una generación creativa de todas las artes”. Pero, sin embargo, se acercan más a la realidad quienes opinaban que: “La Movida no era que los jóvenes se divertían después de la muerte de Franco”. Es verdad, que no fue un movimiento intelectual ni político. Su principal impulso era la trasgresión y esto les llevó a inventar la noche madrileña. Y siempre de la mano de lo informal. La Movida tampoco representaba una actitud bohemia de la vida. Más bien era una expresión de lo burgués. Una clase media incipiente y aspirante a configurar la base social del futuro, que deseaba huir de posiciones de estética conservadora. Una nueva forma de relacionarse y de salir de marcha.
Lejos de ser una elite, se nutría de una base social que sólo deseaba evadirse y pasar el fin de semana y las noches de la capital; viviendo la nueva aventura de la libertad y la espontaneidad. Fue un fenómeno que su lógica está en el binomio acción-reacción. Desaparece la represión y la censura sobre toda manifestación y surge la movida, el destape y la complicidad colectiva; dando rienda suelta a su creatividad. Sobre la evaluación objetiva de sus valores culturales, estéticos o éticos, es difícil pronunciarse. La ruptura con los valores estéticos impuestos por la dictadura, fueron reemplazados por otros estilos no exentos de críticas. No obstante, de aquella movida, entre otros, han llegado hasta la actualidad, primera década del siglo XXI, el cine de Almodóvar y dos creadores que han obtenido el Premio Nacional de Fotografía, Ouka Leele y Alberto García-Alix. Fue un torbellino de manifestaciones. Todas ellas tuvieron un denominador común, la imagen y la estética; ruptura con todo lo que pudiera recordar la represión, la imposición y la censura, es decir, identificación con lo retro, lo carca, sin olvidarse de lo facha o el ser estrechos. Manifestaciones mostrando su desnudez en protesta contra cualquier aspecto. La sexualidad buscaba su natural lugar en todos los modos de expresión. Formas de vestirse, marcando lo exagerado y cromático. Se tomaban las calles, plazas y terrazas y todo tipo de local alternativo para llevar a cabo la exhibición más contestataria. La Movida se abría camino a través de la música. Canta-autores, solistas y conjuntos, donde las letras de las canciones, iban marcando en qué consistía aquella forma nueva de expresarse y divertirse. Aunque no se puede considerar como un movimiento propiamente intelectual, algunos poetas, creadores, estilistas, periodistas y escritores, se sumaron al ambiente, aportando su originalidad y en no pocas ocasiones su provocación y excentricidades. La fotografía irrumpió de forma estridente, provocativa y al límite de la estética y la cutrez. También los artistas de la imagen plasmaron el transformismo como expresión de libertad y de trasgresión. Donde la creatividad era cómplice de la espontaneidad y la frescura. Lo especial ya no era lo establecido o académico, sino aquello que de forma genuina se creaba en las gélidas o bochornosas noches de Madrid con las tendencias de libertad. La Movida, también, fue capaz de integrar el nuevo cine disparatado, aunque realista y poco ortodoxo. Se sacralizaba la frivolidad y el optimismo. El atrevimiento superaba la raya de lo admitido, pero la tolerancia era cómplice de todo lo alternativo, donde la decadencia era maravillosa y casi todo era válido… La Movida madrileña escapó a cualquier escala de valores que la atrapara en prejuicios que pretendía abolir. Como expresión de libertad, la sensualidad y sexualidad, se manifestaron en todas sus formas sin pretensiones concebidas a priori. Fue una explosión de libre expresión sobre todo lúdica, que tampoco pretendía implantar un nuevo orden al margen de los cauces de la evolución de la Transición. No tuvo tintes políticos. La Movida fue la consecuencia de salir de marcha. El fin de semana y en no pocas ocasiones durante el resto de los días, era el tiempo donde lo lúdico tenía una nueva oportunidad de vivir la libertad. Y los lugares de encuentro se convertían en templo de diversión, donde cada cual era cada noche más… No se sabe exactamente, si libre, trasgresor, artista o algo que nunca había llegado a conseguir ser. La Movida era una proposición de sentirse libre como jamás lo habíamos sido. Escapa a cualquier consideración sobre los objetivos que consiguió, y si alguna vez se planteó alguna meta. Es verdad que se movía impulsada por su propia fuerza centrípeta. En ese girar estrepitoso y extravagante, se dejó acompañar de la droga, el alcohol y de hábitos estimulantes de diversa índole. Cada cual voló a sus propios paraísos perdidos y tierras prometidas… Cada cual vivió su propia movida. De otro modo no hubiera sido una movida lúdica. La Movida se consumió cada noche y se agotaba con ella, pero no la esperanza del día siguiente. Y como toda experiencia en libertad, cada cual hizo su propio balance. No sería sensato que alguien se le ocurriera encorsetarla en un análisis crítico para sacar no se sabe qué conclusiones. La Movida fue hija de la libertad y de la tolerancia, nacida en una ciudad ávida de alegría. Y tuvo que inventarla. Unos llegaron a donde iban y otros todavía no han encontrado el camino…
Es mi deseo aportar otro punto de vista extraído de la enciclopedia LA COPLA, volumen 3 LA MOVIDA. Planeta De Agostini 1991:
La sociedad joven de comienzos del decenio de 1980 seguía enganchada a la música pop y a la danza. Una muchacha, Olvido Gara, conocida en el mundo del espectáculo como Alaska, irrumpió como cantante de un conjunto de escatológico nombre de Kaka de Luxe. Es decir, perteneciente o relativo a los excrementos y suciedades. Convirtiéndose en la vestal estrambótica de la contracultura. Vesta era la diosa del hogar, venerada en un ámbito doméstico como una divinidad casera. Un programa de televisión llamado “La edad de oro”, que dirigía Paloma Chamorro, se encargaba de divulgar lo novedoso en ritmos, pintura, modas, etcétera. Un muchacho vasco, Javier Gurruchaga se entregaba en su música a las más delirantes fantasías de lo grotesco. Otro chico, manchego él, que tenía por nombre Pedro Almodóvar, lo mismo cantaba emparejado con Mac Namara exhibiendo el travestismo más descarado, que creaba una nueva estética, casera y surrealista a la vez, dirigiendo una película llamada Pepi, Lucy, Boom y otras chicas del montón.
Todo este complejo estético-lúdico-musical se plasmó en lo que se empezó a llamar “La movida”, fenómeno en el que Madrid se puso en cabeza. La “movida madrileña” era según la acertada definición de Fernando Fernán-Gómez, una “especie de agitación, de movimiento y que se refería a algo así como un traslado constante, un ajetreo más bien nocturno o cuando menos desde la siete de la tarde en adelante, en que la misma gente y en grupos bastantes numerosos se encontraban, desaparecían y se volvían a encontrar en exposiciones, teatros, cine-clubs, conciertos de rock, discotecas, piano-bares, coca, chocolate, traslados de un barrio a otro, del centro a las afueras en busca de algo, de alguien, o de nada… El ligar, o el intento de ligar, quizás formen parte de la movida. Pero eso depende…”
MUESTRA EN COLOR
Selección fotográfica: Pedro Taracena Gil
Periodista
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