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jueves, 7 de noviembre de 2013

EL PAPA FRANCISCO

Teológicamente atípico




Por Pedro Taracena

Solamente se conocen algunos enunciados de la encuesta que el papa Francisco desea pasar a la cristiandad. No obstante se vislumbra que en su intención está recabar la opinión y valoración,  que sobre la estructura de la familia en el mundo actual, tienen los cristianos del siglo XXI. Sin duda es una proposición revolucionaria que deja a la altura del betún, la que presentó su predecesor de feliz memoria Juan XXIII, en el siglo pasado cuando convocó el concilio ecuménico Vaticano II.



El papa Francisco está insinuando que la Iglesia viene dando demasiada importancia a los aspectos sexuales y quizás no se ha centrado en el objetivo primordial del cristianismo, como es la justicia social, el amor, la solidaridad y sobre todo con respecto a la mujer, la igualdad de todos los seres humanos sin distinción de sexo. Es constatable que la Tradición ha cargado mucho más las tintas sobre el sexo, que el propio Evangelio. El gran negocio de la salvación de los hombres que gestiona por delegación divina el Papa y la Curia Romana, está basada en los preceptos relativos a la sexualidad de mujeres y de hombres siempre en signo negativo. Parece que el gran mandamiento de “Amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo”, ha quedado diluido en otro más potente: “No gozarás, reprimirás tu sexualidad y el sexo estará solamente al servicio de la procreación”. La Buena Nueva  anunciada  como un mensaje de amor, se ha convertido en una negación del gozo humano. “Amarás, pero no gozarás…”





Poner en cuestión todos los soportes que mantienen la familia cristiana tradicional, es una utopía. Hasta ahora la virginidad, la castidad, la renuncia a la sexualidad si no va encaminada en exclusiva hacia la procreación, forman la columna vertebral de la conducta de las mujeres y los hombres que abrazan la fe cristiana. La realización sexual es intrínsecamente mala, perversa y supone un pecado reato de culpa. Aquello que en la vida laica y secular se consideran derechos constitucionales, respaldados por la Declaración  Universal de los Derechos Humanos de 1948, no tiene cabida entre los practicantes de la religión católica.




La estructura eclesiástica es jerárquica y patriarcal. Las mujeres desempeñan una papel de sumisión y totalmente servil. Los votos de castidad sirven para establecer categorías de méritos y virtudes. Aquellos que acceden a la clase sacerdotal deben de ser, con la  excepción del clero oriental, célibes y aquellos que optan por casarse siempre constituirán una clase de inferior rango dentro de la comunidad. Quienes gobiernan la grey universal son los llamado eunucos por el reino de los cielos. El reto de dar un vuelco a la situación y que las mujeres accedan, no solamente al sacerdocio sino también al episcopado y al mismísimo papado, rompería un paradigma de siglos.




Con estos postulados papales la doctrina cristiana sufriría un auténtico vacío de contenido. La Iglesia sin perseguir los pecados de índole sexual se vería avocada a ocuparse de otros temas que ha abandonada hace siglos. Solamente el volver a leer el sermón de las Bienaventuranzas, supondría un acto revolucionario. Si el papa Francisco se empeña, quizás, no logre una revolución, pero sí un cisma más grande que los anteriores. España ya está apuntándose al carro de la contrarreforma que es donde se siente como es su casa…




Fotos: Pedro Taracena




sábado, 9 de marzo de 2013

EROS Y YHAVÉ


Por Pedro Taracena






Ambos dioses son dos gigantes de la mitología antigua. Eros propiciaba la atracción sexual, el amor y el sexo, venerado también como un dios de la fertilidad. Esto explicaba los diferentes aspectos del amor en libertad. Eros “el libertador”. Su equivalente romano era Cupido deseo, también conocido como Amor. Eros principalmente era el modelo del amor entre hombres, mientras Afrodita propiciaba el amor de los hombres por las mujeres. En ambas formas de consumar la relación sexual, Eros se hacía presente. La secuencia: atracción, deseo, posesión, placer, fertilidad y felicidad, suponía la realización natural, humana y a su vez divina. Sin límites ni prohibiciones. Sin premios ni castigos. En los actos de amor Eros ponía la semilla de la felicidad, de la vida en suma. No ha existido ningún otro dios que se incrustara en las entrañas de la naturaleza humana de forma más integral. No era un dios lejano, se hacía presente en la misma esencia natural del ser humano. Eros servía los pensamientos más estimulantes para hacerse presente y vivir las sensaciones en lo más íntimo y privado. Eros no conoce prohibiciones, tampoco concede recompensas. La recompensa se recibe en el instante mismo de la consumación del deseo, en la explosión del placer. En el orgasmo. De la posesión sexual del ser amado emana toda su potencia creadora. Eros no entiende de sexos. Sólo entiende de sensaciones libres de todo prejuicio y de cualquier complejo. Eros no respeta edades. Tampoco acota partes del cuerpo como preferidas exclusivas o excluyentes. Eros emana de los poros del cuerpo, se enreda entre los cabellos, busca entre los rizos de las barbas o se desliza por las suaves pieles de las hembras o los toscos torsos de los machos. Lo genital que sirve para garantizar la generación venidera, Eros no lo considera exclusivo para la procreación, ni tampoco para la consumación sexual. El cuerpo que es poseído por Eros es un todo y cada parte en sí misma tiene su manifestación erótica. Eros no pone límites al juego amoroso. Tampoco busca la fertilidad, ésta la encuentra en forma del nacimiento de otras vidas. Pero no es el fin, es una consecuencia emanada de la naturaleza. El hombre haciendo uso de su cuerpo y su razón llegó al conocimiento de que Eros vivía en el reino animal. Y es el ser humano quien racionalizando sus sensaciones, descubre que Eros no vive con él, sino que vive en él. Que ambos comparten una misma esencia. Cuando en el ser humano surge el deseo, reclama su presencia y Eros llega súbito. En la consumación del encuentro el hombre halla la recompensa. La vivencia erótica puede ser íntima o compartida, en ambos momentos Eros está allí, en los amantes. Los pueblos eligen sus dioses, no son los dioses los que eligen los pueblos. Aunque en el caso de la tradición del dios Yahvé, es la deidad quien elige su pueblo. “Yo seré tu Dios y tú serás mi pueblo. El pueblo elegido”. Eros y Yavé son los contrarios, no solamente en este planteamiento preliminar, sino radicalmente en todo. Eros no dispone de clase sacerdotal para interpretar sus designios. Es una divinidad que viene del interior del ser, no de arriba. Sus preceptos los dicta al oído. Son sensaciones, vivencias y estímulos. No reclama sacrificios, ni somete a prueba alguna. La fidelidad está garantizada. La alianza entre Eros y el ser humano se guarda en el baúl de la privacidad. No obstante, antes de continuar desgranando las cualidades del otro gran gigante de la mitología, es preciso hacer dos salvedades: La primera es que Eros representa la parte más íntima del hombre y más próximo a la naturaleza. Y la segunda que Yahvé es el dios de lo que no se ve y contempla la lucha entre la carne y el espíritu. Y además Eros está presente en todas las mitologías del mundo porque es consustancial con la naturaleza humana y Yavé rige los destinos de tres familias humanas: El hebreo llamado pueblo elegido. El pueblo islámico y el pueblo cristiano. Estos tres mitos monoteístas forman una unidad granítica en lo básico. De aquí lo atractivo del debate entre Eros y Yavé. Este antagonismo hace más apasionante la dualidad a la cual está sometido el ser humano. Aunque los seguidores de Eros se ciñen en un momento de la historia al mundo clásico, tanto griego como romano, la esencia y existencia de este mito está presente en la misma naturaleza de los pueblos seguidores de Yahvé. No obstante, y a pesar de negar al sexo la presencia real que tiene, su historia está salpicada de eventos e hitos plenos de sexualidad. Entre los textos sagrados de estas tres religiones que adoran a un mismo dios, aunque bajo nombres diferentes, se encuentra el Cantar de los Cantares del rey Salomón. Destacado monarca por su sabiduría. Esta colección está compuesta de seis cantos escritos para ser cantados por dos amantes, la esposa y el esposo y apoyados por un coro. Es un cántico de amor utilizando un lenguaje directo. Sensual y sexual, donde Eros está presente en positivo. No obstante, los exégetas no han dudado a través de los siglos, incluir este maravilloso poema de amor entre un hombre y una mujer, como libro religioso con valor inspirado y considerándolo texto oficial. Pero los prejuicios de la tradición se han encargado de hacer una lectura hermenéutica de la expresión literal del texto. Y tienden a interpretar estos versos como una alegoría del amor entre el Yahvé y su pueblo elegido. Esta paradoja que convierte un texto directo en un lenguaje figurado, marca la lucha que vive el hombre entre las pasiones que le conducen al gozo y el placer, y el autodominio que hace meritorias sus obras, reprimiendo sus instintos más primarios. Pero sigamos contemplando su enfrentamiento. Yahvé, que significa “Yo soy el que soy”, se sirve de los hombres para revelar su doctrina y manifestarse a su pueblo. Para ello elige a la clase sacerdotal, patriarcas y profetas. Son éstos los que se ocupan de escribir y predicar las consignas del dios. Para poder entrar en contacto con la doctrina de Eros, es preciso iniciar la génesis de la existencia del hombre. Después de crear el mundo en seis días. Tomando barro modela el cuerpo del hombre y postrándose en un profundo sueño, Yahvé le quita una costilla y crea a la mujer. ¡Esto sí que es carne de mi carne y huesos de mis huesos! Exclama Adán al contemplar a Eva por primera vez. El primer mandato que les da es la procreación: ¡Creced y multiplicaos y henchid la tierra! Este dios no les concede más información directa, aunque la naturaleza les propicia la cohabitación y el ayuntamiento para que la procreación sea una realidad. Y después de un cierto tiempo, la tierra ya dispone de cuatro habitantes sobre su faz. A partir de esta realidad Yahvé les marcará el camino a seguir dando lugar a un larguísimo relato. Historia tan larga como la vivida por Eros. Las leyes de Eros eran las leyes naturales gobernadas por la razón, o renunciando a ella, a diferencia de los animales que estaban guiados por el instinto, sin que les quede otra opción. Yahvé les entrega Los Mandamientos. Dentro de estos preceptos hay dos que tiene relación con Eros. No adulterarás y No desearás la casa de tu prójimo, ni la mujer de tu prójimo... Para la procreación establece unos canales de realización, marcados por el carácter tribal, familiar y de clanes. El mandamiento no adulterarás establece que comete adulterio quien viola la fidelidad conyugal. Es decir, el ayuntamiento carnal realizado por una persona, que estando casada cohabita carnalmente con otra que no es su cónyuge. Esto supone la violación de un contrato, que en las épocas tribales tenía muchas connotaciones de contaminación de la sangre y de herencias. Generaciones más próximas han definido este precepto como no fornicarás, que si consultamos el único mandamiento encerrado en un único vocablo, fornicar significa: Tener comercio carnal con prostituta o practicar el coito fuera del matrimonio. Las dos palabras se refieren al mismo hecho, pero valorando consecuencias diferentes. A la tradición le ha convenido acotar el sexo exclusivamente para el matrimonio y añadiendo que sólo puede ir encaminado a la procreación, como remedio a la concupiscencia.
Pero si contemplamos el otro mandamiento bajo la influencia de Eros, incluye en el mismo mandato la codicia de todo aquello que posee el prójimo, sin excluir nada y sin hacer ninguna discriminación. No obstante, la tradición desdobla su contenido en dos. Por un lado no desearás la mujer de tu prójimo, donde se centra en la cuestión sexual, apartándose de la codicia. De esta forma Eros es encorsetado dentro de una serie de normas que nada tiene que ver con su naturaleza primitiva. Aquellas conductas que se exceden de estos esquemas son reprimidas, mal vitas y hasta castigadas por la sociedad de la época. Eros no discrimina a hombres y mujeres y Yavé somete la mujer al hombre. El apartarse de la procreación establecida es onanismo. Onán estaba obligado a casarse con la mujer de su hermano muerto y a tener hijos. Y Onán eyaculaba en la tierra. Es decir, evitaba la procreación sin renunciar al placer que Eros le proporcionaba. Considerando por algunos en el entorno de Yahvé como una forma de masturbación. Es un encuentro con Eros en su intimidad. Yavé desde su origen determinó que el hombre sería probado en su fidelidad a su dios y sería merecedor de gozar con él en el cielo eternamente. Eros engrandece la pasión y las pasiones. Yahvé penaliza el ser esclavos de las pasiones y es una virtud meritoria el evitarlas. Eros encuentra la libertad en la pasión. Yavé por el contrario, un hombre dócil a las pasiones, sobre todo carnales, es un hombre esclavo de ellas. Eros encuentra virtud en los placeres. Por el contrario Yahvé considera vicios y desordenes condenatorios. Eros consumando los deleites sexuales, el hombre se reconcilia con la armonía de la naturaleza. Yavé somete al ser humano a la prueba fundamental, renunciar a Eros, como causa de todas las perversiones. Eros garantiza en este mundo el gozo y el placer como premio a todo aquel que sea dócil a sus pretensiones. Eros a través del deseo y el placer, provoca la satisfacción y la libertad, sin embrago Yahvé hace reo de culpa a todo aquel que abuse del sexo fuera de los cánones establecidos: La procreación, el rito de la circuncisión y las costumbres tribales. Eros, sólo reclama entrega, Yavé, fe y esperanza. En la opción del dios Yahvé, previamente se ha de creer en él. Sin la fe en su divinidad, el ser humano no entrará en el reino prometido. Eros no cree en el alma, porque sólo dispone de cuerpo y razón. Yahvé ha creado al hombre a su imagen y semejanza, negándole todo derecho sobre el cuerpo. Aunque le concede el libre albedrío de decidir entre el bien y el mal. Siempre de acurdo con los criterios de sus mandamientos. Ambas divinidades están enfrentadas en las entrañas del ser humano. La vida de los hombres y las mujeres es el resultado de la pugna de dos dioses por conseguir su hegemonía. Eros al servicio del deseo. Yavé sembrando la inquietud por la trascendencia, ahuyentando el temor a dejar de existir y volver a la nada. Eros carne próximo y tangible, aquí y ahora. Yavé espíritu lejano e incierto, pero con esperanza. He aquí la inquietante armonía: ¡Creced y multiplicaos! ¡Gozad y sentíos libres!


EROS Y YAVÉ Power Point con música de Carmina Burana


ERRADICAR LA RELIGIÓN DE LA ESCUELA