Vistas de página en total

MI SUBIDA AL MONTE TÁNTRICO V


Una historia de amor anónima




¿TE GUSTA ABRAZARME?

Esta fue tu última pregunta que supuso para mí un asentamiento pleno. Sí, me gusta abrazarte. Nuestros cuerpos desnudos ya lubrificados por el óleo, piel contra piel, tu temperatura y suavidad, despertaron en mí más identificación si cabe y mucho placer. El abrazo se acompañó de suaves caricias tratando de que toda nuestra superficie  corporal se fundiera poro contra poro. Tu pregunta me dio pie para fundirme contigo en un deseado abrazo tántrico. A lo largo de toda la sesión tus insinuaciones me dieron licencia para superar la distancia que imponía el ritual y compartir ese deseo entre iguales. Sentí sensaciones y emociones muy conscientes y muy presentes. Esta última pregunta tuvo su continuación cuando me enviaste este mensaje al lunes siguiente: ¿Has observado nuevos matices de tu Ser?  Un generoso abrazo tántrico pleno en piel.
Comienzo el relato de esta página de mi subida al monte tántrico por el final. Este abrazo fue el broche de oro de una secuencia donde la sensualidad estuvo muy presente cargada de intención. A lo largo de toda mi trayectoria en este ascenso, tú has conjugado dos verbos: el permitir o darse permiso y el respetar, es decir, reconocer y tener respeto al otro. Bueno, pues estas dos recomendaciones han sido superadas, quizás, por mi avance y madurez. Ya te he perdido el respeto, te dije. Es decir, que has despertado en mí el deseo y por tanto, me he dado permiso para intervenir de forma activa como respuesta a tus estímulos. Sensuales, sexuales y hasta eróticos. Es verdad que tú me has dado confianza para abordar este acercamiento.
La energía desarrollada a lo largo de nuestra sesión no se ha desvanecido una vez concluido el trabajo donde compartimos sensaciones y emociones, sino que se proyecta en mi vida diaria personal, íntima, familiar y social. No en balde cuando se comparten los cinco sentidos de forma consciente y como respuesta a estímulos cargados de intenciones, se obtiene unos resultados muy satisfactorios. Vividos en libertad, venciendo  prejuicios y complejos.
Entrando en detalle, en esta sesión yo me di permiso para acercar mi boca a la parte de tu cuerpo que más cerca se encontrara. Lamí tus manos y chupé tus dedos. Rocé mis labios con tu cara, tu pecho y tus orejas, deteniéndome en el lóbulo de las mismas. Tus piernas, espalda, brazos y axilas, me hacían percibir tu suavidad y temperatura. Sobre todo cuando tú me acariciabas en el triángulo hueso público por encima del lingam, perineo y los diversos anillos del ano.
Te recuerdo, mi querido maestro, que el origen de nuestra “terapia” estuvo en mi disfunción eréctil, secuela de una intervención quirúrgica de extirpación de la próstata debido a un tumor cancerígeno. Por lo tanto para mí el lingam tiene una importancia muy significativa. Supone un acto de reconocimiento, de admiración y de adoración hacia el otro. Acariciar y sentir tu excitación entre mis manos y sobre mi cuerpo, es una forma de agradecer tu entrega y seducción. Compartiendo nuestra impúdica desnudez. Yo sé que Tantra coloca el lingam en un lugar casi sagrado, pero yo lo tengo asumido de forma consciente y muy presente. El poder sentir entre mis dedos la fuerza sensual y sexual de tu miembro viril y sintiendo tu erección, me hace recobrar mayor seguridad en mí mismo y en mi maestro. Creo que este momento tenía que llegar y percibo que en mí ha llegado ya. Presumo que me entiendes y que te he dado pautas para que tu sabia empatía propicie el resto que aún me queda por recorrer.
El lingam va teniendo progresivamente un espacio muy relevante y especial en el universo de las sensaciones. Para mí supone la satisfacción tangible de mi acción recíproca a tus estímulos. Me das entrada para que yo goce con mis cinco sentido en toda la extensión de tu cuerpo.
Como punto final confieso que el estado de éxtasis que yo viví en nuestra última sesión, es difícil de expresarlo con palabras de uso corriente. Sin duda fue de naturaleza mística pero ya sabes que me resisto a contemplar la espiritualidad al margen de los sentidos. Aunque los místicos sean los primeros que hablan de dolor y de placer real y sensual. Percibo que mi cuerpo reacciona con respuestas diferentes dependiendo de las partes estimuladas, también de las formas que se empleen, de las intenciones que se manifiesten y la ausencia de pudor. Cuanto más relajado y entregado me encuentre, mayor es el placer, el gozo y la relajación. En cada sesión pierdo más la noción y medida del tiempo, y en cada etapa el tiempo se me hace más corto.





No hay comentarios:

Publicar un comentario