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lunes, 14 de agosto de 2017

LA REFORMA DE LUTERO EN LA ESPAÑA DEL SIGLO XXI





Templos tratados como si fueran farmacias

Hemeroteca de El País


A George Borrow, famoso como Jorgito el Inglés, lo metieron en la cárcel en Madrid en 1838 por vender la Biblia en español, y al pastor Juan Antonio Monroy, que presidió FEREDE en 1999, le pusieron una pistola en la frente por negarse a hincar sus rodillas durante la misa de jura de bandera, a la que fue obligado a asistir como soldado raso. "Te arrodillas, Monroy, o te mato", gritaba el sargento. La democracia acabó con esas barbaridades, pero los protestantes insisten en el largo camino que hay que recorrer todavía para que se pueda proclamar con verdad que en España se respeta el mandato constitucional de la libertad religiosa y de culto.
Es innegable la hegemonía católica (menor de la que se presume: muchos dirigentes protestantes o musulmanes engruesan las listas de católicos por haber sido bautizados de recién nacidos), pero el Estado debe garantizar a las religiones minoritarias lo que el Estado les prometió en la Constitución: igualdad de oportunidades y que se remuevan los obstáculos que dificultan su práctica. "Aunque suene a cosa rara, España no es un país fanático", escribió Borrow en La Biblia en España, un éxito de ventas en su época y aún hoy. Su encarcelamiento duró lo que tardó en llegar de Londres la carta del mismísimo Rey de Inglaterra anunciando que suspendería un viaje previsto a Madrid si el pastor, anglicano como el monarca, seguía preso un minuto más.
Perseguidos de muerte muy pronto (Felipe II proclamó que prefería dejar de ser rey antes que permitir luteranos en su reino; él mismo presidió varias quemas de herejes), los protestantes cuentan hoy con iglesias en todas las grandes ciudades y pueblos de más de 5.000 habitantes, con la excepción de 31 poblaciones. Pese a todo, tienen un rosario de peticiones al Estado, por ejemplo el contar con su propia equis en las declaraciones de la renta (IRPF), como la Iglesia católica. El Tribunal Supremo debe resolver si ese es un privilegio exclusivo de los obispos romanos, como tantos otros. Así lo sentenció hace un año la Audiencia Nacional. También piden que las administraciones tengan de verdad en cuenta la pluralidad religiosa y cultural. "En España no tenemos aún tradición de libertad, tolerancia y gestión de la diversidad en materia religiosa. Muchos Ayuntamientos no muestren la suficiente sensibilidad al tratar los asuntos que afectan a las confesiones minoritarias", lamenta Blázquez Burgo, el líder de FEREDE. Entre sus ejemplos, la extravagancia del Ayuntamiento de Torrejón de Ardoz exigiendo una distancia mínima de 500 metros entre lugares de culto, como si fueran farmacias, lo que impide que las minorías puedan abrir sus locales, ya que el templo católico ha llegado siempre primero, con creces. Alcaldes hay que cuando les llega alguna denuncia por discriminación religiosa, consultan qué hacer al párroco católico.
Por arriba, los Gobiernos también aprietan incumpliendo incluso sentencias y leyes. El Tribunal Europeo de Derechos Humanos sentenció el 3 de abril de 2012 que los pastores evangélicos, que no pudieron cotizar antes de 1999 por la realización de su ministerio, prohibido durante décadas, tienen derecho a pensión de jubilación, como los curas ý los obispos católicos. Se trata de "una discriminación por motivos religiosos", dice el Tribunal en su condena a España. El Gobierno no hace caso. Igual discriminación se produce en la enseñanza religiosa en las escuelas públicas, donde rara vez se informa a los padres o alumnos de los derechos que les asisten de recibir enseñanza de su confesión, o en la celebración de matrimonios civiles en forma evangélica. Muchas veces, el personal de los registros no está suficientemente informado o formado, y los hay que faciliten información inexacta, como que en España solo es posible el matrimonio civil o el canónico.






UNA DEMOCRACIA CONSTRUIDA CON LOS ESCOMBROS DE UNA DICTADURA

 Por Pedro Taracena Gil

No son pocos los aspectos que hacen de nuestra monarquía parlamentaria, un régimen imperfecto por su origen y su anacronismo. La Constitución Española de 1978 se construyó bajo la tutela de los escombros de la dictadura. El Ejército, la Iglesia, el Capital, los Caciques y los Borbones. Todos con mayúscula por la importancia de su intervención. La dictadura fue una amalgama de desechos rechazados por Europa desde la primera mitad del siglo XX: El nacionalcatolicismo, el fascismo, la monarquía y la dictadura. En 1931 nuestro país, se dotó de la Constitución de la República Española, hasta 1939.
En el año 1936, el Capital constituido por la Oligarquía Económica de siempre y los prolegómenos del actual Oligopolio Energético, decidieron dar un Golpe de Estado contra la República que provocó la Guerra de Civil y como consecuencia de la Victoria, exaltaron a Franco como Caudillo de España por la Gracia de Dios y Generalísimo de los Ejércitos. Implantando una sangrienta Dictadura y consumando el genocidio planeado desde antes del 18 de julio de 1936.
La muerte del Dictador en 1975, no supuso ningún cambio en los planes de aquellos que realmente manejaron los hilos de la marioneta del pequeño general, aunque gran sanguinario. El Capital que financió el golpe, provocó la guerra e impuso la dictadura, no estaba dispuesto a renunciar a seguir administrando España, como si de un botín de  guerra se tratara. Y obraron en consecuencia. Entronizaran a los Borbones. Consumaron de facto la Alianza Trono Altar y el maridaje Iglesia Estado; manteniendo el nacionalcatolicismo como seña de identidad española. Escribieron una constitución burguesa, sin apenas mención expresa a la clase trabajadora, al servicio del Capital y los Caciques de siempre. Aquellos polvos estos lodos. En todo este largo periodo desde 1936 hasta 2017, en España, ni ha habido una oposición real y mucho menos una prensa cumpliendo su función. 
En España el nacionalcatolicismo tiene una doble perversión: La Iglesia fue cómplice, arte y parte, en el genocidio franquista, y además el franquismo aún imperante en la imperfecta democracia y en la anacrónica monarquía, mantiene el maridaje Iglesía-Estado y la Alianza Trono-Altar. Sin olvidar que cuando Europa progresó con el Protestantismo, España se homologó con el Concilo de Trento, hasta nuestros días.




 500º ANIVERSARIO DE LA REFORMA LUTERANA



En España no se ha culminado la transición religiosa, se quejan los protestantes. Ponen un ejemplo. Pese a lo proclamado por la Constitución de 1978 ("Ninguna confesión tendrá carácter estatal", dice su artículo 16.3), cada vez que se produce un suceso catastrófico, las autoridades civiles convocan duelos con el nombre de funeral de Estado. Son, en realidad, vistosas ceremonias en templos de la Iglesia romana, presididas por un alto prelado de esa confesión, sermón incluido y como único interviniente.  La reacción del resto de las religiones, que agrupan ya a varios millones de fieles, es siempre la misma: protestar sin acritud ante el Gobierno de turno. Nunca se les contesta.
"De los últimos 500 años, sólo en 50 ha habido libertad religiosa. Queremos revertir esa estadística y construir un nuevo escenario con mayor comprensión, tolerancia y concordia", manifestó el secretario ejecutivo y representante legal de las Iglesias protestantes, Mariano Blázquez Burgo, en la audiencia que el rey Felipe VI concedió la semana pasada a la Comisión Permanente de la Federación de Entidades Religiosas de España (Ferede) y a los organizadores del Congreso Evangélico con que los protestantes lanzaron la penúltima semana de julio los actos del 500º aniversario de la Reforma luterana.



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LUTERO EN ESPAÑA







EL TEMPLO DE DEBOD



domingo, 13 de agosto de 2017

TERELE PÁVEZ



“Hablo con mendigos porque en la calle no hay ministros, hay mendigos”

La actriz Terele Pávez repasa una vida con bajadas al infierno y elevaciones al Olimpo

HEMEROTECA EL PAÍS




 Luz matizada de rímel en sus ojos oscuros, refrescante en mitad del calor gracias a un té helado y al repaso a una vida con bajadas al infierno y elevaciones al Olimpo gracias a un Goya y a un baño de homenajes como el que acaba de recibir en el Festival de Cine y Arquitectura de Avilés. Mujer que en ese sentido, ha diseñado un método de interpretación para cimentar la España negra en pantalla y en teatro, de su inolvidable Régula en Los santos inocentes a Las brujas de Zugarramundi, todo en Terele Pávez es de una verdad imponente e inquietante.
Pregunta. ¿Recogiendo lo sembrado?
Respuesta. Estoy asustada, vivo como las artistas de antes, venga fechas, yendo, viniendo. Ni me hacía a que me dieran un Goya, estaba acostumbrada, pero me hizo tanta ilusión el de la crítica, que lo tuvo mi hermana Emma (Penella) y jugábamos como niñas pequeñas, a entregárnoslo. Cuando me lo entregaron dije: es que me lo he dado yo ya tantas veces…
P. Cuando la veo en el cine no sé si me da más miedo, angustia o pena, en el sentido tierno del término.

"Cuando vienen los agujeros negros hay que agarrarse al borde y esperar” 

R. Está muy bien eso porque yo bordeo lo que inquieta. Seres que caminan sin amor, con esa torpeza que te entra cuando estás mal y te pones feísimo. Mis personajes están perpetuamente en el desamor y en ese laboratorio que somos los actores, lo descubro en casi todos ellos.
P. ¿Desamor o desilusión?

"No somos unos desalmaos; el cine español es un arte con ideas y sentimientos”
 
R. Desidia, de todo, lo que la vida no te da para que te pongas guapo. Yo ahora me siento más guapa que nunca. He pasado a tener las preocupaciones normales.
P. ¿Cuáles son, en su caso?
R. Pagar la luz, una neverita un poco bien…
P. ¿Y las anormales?
R. Mis agujeros negros, pero no te los cuento.
P. Alguno, mujer. A lo mejor está usted en un momento tan luminoso que le producen risa.
R. Eso me ocurre… Cuando eres mayor, sobre todo. Ya no tengo agujeros negros. Cuando vienen, hay que agarrarse al borde y esperar, no creértelo, pensar que no eres tú. Si ocurre al revés y viene la felicidad, haces lo contrario: en vez de agarrarte al borde, pues vas.
P. ¿Y aquello de que anduvo medio tirada en la calle?
R. Yo por la calle es que ando casi todos los días. Ya lo expliqué. Estaba sentada en un banco, me quedé dormida, me vieron, sacaron una foto y se lio. Fue tan incómodo y tan largo que… Empezar otra vez a tirar de aquello no quiero porque me dolió. La culpa fue mía por quedarme dormida en una acera. Me podía haber hundido, pero no.
P. Este es un país tan raro que cuando vemos a alguien en el hoyo, después de haberlo metido, nos da por sacarlo.
R. Del hoyo hemos salido todos juntos. Que hablo con mendigos, pues sí, porque en la calle no se ven ministros, se ven mendigos.
P. Ahora más que nunca.
R. Es que son gente especial. Con mucho sentido, pero mucho. A mí me pone las pilas hablar con alguien así y que te admitan también cuesta.
P. Hay muy poca gente que le haya sacado tanto partido a la España negra como usted. De La celestina a la Régula de Los santos inocentes, y ahora con lo que le exprime Álex de la Iglesia, menudo catálogo.
R. A mí me dice Álex, anda, tírate por un barranco y ahí me voy. La Régula, por otra parte, es vertical… Amorosa, lo justo. Lo mismo corta leña que planta un árbol o lava el culo a su hermano, lo suyo es quitar obstáculos. A veces me gustaría que no fuera así, que plantara más cara.
P. ¿Cómo se recuerda de niña?
R. Segura de que haría algo en este mundo. Con nueve años entré en el Teatro Español y a nadie se le olvida cuando pisa ese suelo. Yo era observadora y tranquila, distinta. Hasta que descubrí el teatro. Dije una frase y me gustó mi voz en escena. Aquello llegaba a todas partes. La voz que tenía era ésta eh, no te creas, la de siempre.
P. Tres hermanas actrices en la familia y cada una se llamó de distinta forma. ¿Por qué?
R. Porque no hay nada peor que las hermanas tal. Emma era distinta, tenía esa cosa como de Claudia Cardinale y Elisa..., muy grande. Cada una teníamos nuestro sitio.
P. ¿El de usted estaba en la rebeldía?
R. No, yo era una niña cobarde y llorona. Mis hermanas me defendían.
P. Con Emma siempre tuvo sus más y sus menos, ¿por qué?
R. Una relación muy rara, rarita, pasábamos años sin hablarnos, perdíamos la costumbre. Y ahora la echo de menos constantemente. No se entiende. Dejábamos de hablarnos por tonterías. Cosas de familia, de ver la vida, yo era la pequeña y me trataban con un maternalismo extraño. Y, además, si éramos actrices, tenía que haber envidias, entre otras cosas. Luego nos reíamos, pero volvíamos a las andadas.
P. ¿De su padre me va a hablar?
R. ¿Qué quieres que te cuente de mi padre?
P. Hasta qué punto les marcó la historia de que lo señalaran como parte implicada en la muerte de Lorca.
R. Pues ya te puedes imaginar, claro que nos ha afectado. Hasta en eso del apellido, el quitarnos el Ruiz las tres, pues nos lo quitábamos porque nos avergonzábamos. Pero paso, ya está bien. Era un buen padre, un tío estupendo.
P. Uno imagina cómo bordaría usted un personaje como Bernarda Alba. ¿Por qué no quiere hacerlo? ¿No sería un gran gesto?
R. Pues por eso. No me apetece. Me hace daño. No quiero hacer grandes gestos, yo soy de pequeños gestos. Es un asunto que he guardado en el cajón, un largo proceso de tiempo asimilar aquello. Para mí ya está en su sitio. Si me decidiera, lo haría bien y la gente iba a ir, pero no es un personaje que podría afrontar con libertad. Lo dejamos así. Hace 20 años, que era más insensata, a lo mejor podría haberlo hecho. Y eso que a Bernarda Alba yo la veo como un símbolo de amor a sus hijas tremendo. Es el miedo a que las pase algo el que la hace caer en ese fanatismo y esa dureza.
P. ¿Es usted lo que aparenta?
R. No, soy muy frágil, pero no me gusta que se me note.
P. ¿Una pista?
R. No, no quiero hablar de los agujeros negros, así que ¡a ti te voy a contar! Yendo de fuerte y de bruja me ha ido como me ha ido…
P. ¿Débil y santa, entonces?
R. Tampoco, soy muy nada. La interpretación es una cosa muy grande. Construir un personaje, jugar con todo eso, es enorme, sublime. Mi método ha sido observar. No podría trabajar con alguna tragedia que me ocurriera en mi vida referente a mi hijo, por ejemplo. Imposible. Tenemos una relación única, aunque ha cumplido 40 y está criadito, vive conmigo.
P. ¿Con 40 años?
R. Tiene una gracia eso.... Esta es una sociedad única. ¡Estamos condenados a vivir juntos! No sé qué decir. A nadie le extraña que vivas con una boa, pero sí con tu hijo. Si preguntas a cualquiera ahora qué quiere ser de mayor, te respondería: ¿Yo? ¡Hijo!
P. Eso lo coge Freud y…
R. Pues nos pasan cosas muy bonitas.
P. ¿Qué hay que hacer para que la gente vaya al cine?
R. Para empezar, que Montoro no nos ponga verdes y nos vean como unos desalmaos. El cine español es otra cosa: un arte con ideas y sentimientos.


 TERELE PAVEZ

ÁLBUM DE GOOGLE DE TERELE PÁVEZ

sábado, 5 de agosto de 2017

EL MACHO IBÉRICO




EL MACHO IBÉRICOVersión completa en PDF


GALERÍA DE IMÁGENES Jérémy-Douillé-Portraits








 

Editor: Pedro Taracena Gil


EL MACHO IBÉRICO

Ensayo

Por Por Pedro Taracena


Foto: P. Taracena

Nunca he sido una mujer, siempre he sido un ser humano. Son los demás que me quieren ver como un par de jambas sin cabeza.
El macho ibérico podría ser cualquier animal, que perteneciera a una especie particular de la península ibérica, en riesgo de extinción. Pero este ensayo se va a ocupar de otro animal, en este caso racional, como es el hombre. Viene acuñándose el apelativo de macho ibérico, al referirse a un varón de características genuinas oriundo de España, que en un tiempo se denominó Iberia. Es tanto como decir que es la raíz del españolismo, puesto que ibérico es el gentilicio más primitivo que se conoce. Cuando se dice que este hombre es un macho ibérico, se quiere afirmar y definir que estamos ante un ejemplar, que conserva las más puras esencias del hombre. Se considera más hombre que el resto. Sus características, poder, fuerza y atributos masculinos, le hacen el portador de los valores tribales de la raza a la cual pertenece. En este breve trabajo sólo se puede tratar, por razones obvias, el macho ibérico de la segunda mitad del siglo XX. Desde los años cincuenta en adelante, la sociedad española ha arrojado suficientes muestras, como para configurar el perfil del macho ibérico de nuestros días. Aunque la civilización del siglo XXI está declarando la guerra a este espécimen, aún quedan reservas particulares donde no falta quien pretende vedar su caza.
En la década de los cuarenta al abrigo del imperio del nacionalcatolicismo, el macho ibérico obtiene la bendición sagrada de la supremacía sobre la mujer, como reafirmación de su virilidad. No obstante la religión no le reconoce el uso de sus atributos sexuales, hasta que no llegue al matrimonio. La sociedad, sin embargo, es permisiva con los usos y abusos de su conducta sexual. Y podemos asegurar como base de este ensayo, que el poder del macho ibérico está basado en ser el más en todo, pero de forma expresa en su potencia sexual. Podía fornicar con quien se dejara. Cuanto más joven y más veces, más macho y más hombre. En cambio, la mujer debía ir virgen al matrimonio. El macho ibérico imita a sus progenitores; desahogándose con las prostitutas u otras mujeres que se prestaran a ello, pero su novia oficial permanecería virgen hasta el altar. Sus formas no podrían confundirse lo más mínimo, con la sensibilidad y ternura de un niño y mucho menos con la amabilidad y buenos modales de una mujer. Su aspecto despreocupado, mínimo de higiene y no siempre afeitado, daba la imagen de más macho. “El hombre y el oso cuanto más feo más hermoso”, se solía decir; había que huir del hombre acicalado que podía perder su hombría. Una vez contraído el matrimonio, venía la noche de “la primera vez”. Aquí las leyendas se sucedían a través de las épocas. Desde desgarros vaginales hasta eyaculaciones precoces, pasando por una gama de ausencias que dejaban a las esposas ahítas de desilusión y frustración. Su función era el placer y como consecuencia la procreación. La mujer estaba educada para servirle como su esclava desde la infancia.


 Foto: P. Taracena
 El comportamiento del macho ibérico, insistimos una vez más, tiene su base de sustentación en la potencia que cree tener en sus atributos varoniles. Son el símbolo de poder sobre la mujer, en reñida competencia con los otros hombres, que siempre cree que son inferiores a él. De esta rivalidad y del complejo de inferioridad surge las sospechas que atentan contra su seguridad. Para reafirmar su primacía brotan en su interior herramientas a modo de armas cortas que son los celos. “A mí nadie me pone los cuernos”, suele exclamar. Y su actitud es semejante al de la fiera en celo, que le intentan arrebatar la presa que desea cubrir. Los celos siempre desbocan al macho ibérico por la pendiente de la violencia y hasta del crimen. Es evidente que este trabajo lejos de presentar un perfil del macho ibérico petrificado, rígido y único; pretende observar todas sus facetas, circunstancias y grados de pureza con relación al perfil más generalizado. No obstante, el hecho de que viva en sociedad y aparentemente adaptado a las costumbres comúnmente aceptadas, de puertas hacia dentro y aprovechando cualquier resquicio, se define y obra en consecuencia. Lo que comienza siendo un prototipo genuino, racial y tribal, con el progreso se convierte en un enemigo del ser humano, cada vez más peligroso para la sociedad. La comunidad avanza y el macho ibérico está atrapado en su salvajismo. Es difícil saber qué insulto soporta peor este personaje, si cabrón, que determina que ha sido burlado; o maricón que le define como todo lo contrario de lo que él se cree que es. Pero lo que más le aterra es que todo ello, sea o no sea cierto, lo haya sabido la gente. El escándalo corroe al macho ibérico y le hace perder su estabilidad emocional, física y psíquica.
Desde niño es conducido para que su casta se perpetúe. Había que comenzar a fumar a edad temprana. Los padres y progenitores se lo prohibían, pero la otra cara de la moneda es que era motivo de orgullo y muestra de que ya se estaba haciendo un hombre, un macho ibérico. El tabaco también tenía su homologación según de qué fumador se tratara; Tabaco rubio para señoritas y tabaco negro y picao para los hombres. Ideales era la marca del macho ibérico. Los cigarros puros se reservaban para los mayores y en las bodas y bautizos. Cuando los chicos llegaban a su pubertad o adolescencia, las consignas eran claras, sobre todo en los pueblos: Id al baile y apriétate contra la chica y si puedes, ¡a meterla mano! Si los padres tenían hijos e hijas, la madre se ocupaba de dar las consignas contrarias a las chicas. El macho ibérico contabilizaba sus logros genitales, que no sexuales, ni eróticos, a razón de los polvos que echaba. Jamás por orgasmos de su compañera. Aunque la educación sexual fue avanzando, el macho ibérico, siguió ignorando qué era el clítoris de la mujer y si podía o no hallar su punto “G”. Las relaciones en la cama eran una demostración de potencia sexual, siempre en el plano genital. La penetración vaginal como prueba de la posesión del varón y la mujer de total sumisión. El papel del macho ibérico es activo y el de la mujer pasivo. Tampoco ha renunciado a la felación y la penetración anal de su mujer. Dentro de la parcela de poder de este perfil de hombre, está el buscar fuera del lecho conyugal, las relaciones viciosas que antaño había mantenido con las prostitutas. Y que ahora no deseaba hacer con su mujer o bien porque a ella no le apetecía. Aquí estaba el límite para evitar los abusos y las violaciones dentro del ayuntamiento marital. No olvidemos que uno de los fines del matrimonio canónico es el remedio a la concupiscencia. Y para ello estaba el débito conyugal; la mujer no se puede negar cuando el marido se lo pida. El macho ibérico ha estado siempre cubierto por el manto de la permisividad del entorno social. Las relaciones y la comunicación que el macho ibérico ha mantenido con su entorno, siempre ha sido ejerciendo su poder y la primacía del hombre sobre la mujer. En el ambiente familiar, en el clima social y en el nivel laboral. Mencionando de una forma muy específica, su proyección en la política y en las leyes. Con este estado de cosas, se acuñó en los años 70 y 80 el término machista y su oponente el feminista. Pero aún tuvo que pasar mucho tiempo hasta que el macho ibérico, lejos de ser el eje del sistema, pasara a ser un enemigo público. El macho ibérico creía tener, sobre todo en sus atributos esencialmente animales, la superioridad exclusiva y excluyente. No admitía a nadie de otro clan o raza y tampoco aceptaría que una hembra se su raza cayera en los brazos de otro hombre que no fuera ibérico. De aquí que sintiera cierta envidia a los aparatos genitales de los hombres negros, a su cuerpo y su fuerza. Y las mujeres mulatas les consideraban más apetecibles como satisfacción puramente carnal, al margen del colectivo de mujeres de toda la vida. Aquellas que consideraba propiedad suya. Estábamos ante un machista y racista; donde el mestizaje no tenía lugar y sobre todo en igualdad y respeto.

Foto: P. Taracena
Es evidente que el macho ibérico debe la fama a su publicidad. Los actos que comprenden el conjunto de su comportamiento, son pregonados por él mismo haciendo loas de sus logros y grandezas; “me he tirado a tantas o cuantas en tales o cuales circunstancias”, ocultando los posibles gatillazos; he conseguido cinco eyaculaciones manteniendo la erección y sin sacar el pene. Dicho de otro modo: “La eché cinco polvos sin sacarla y manteniéndola dura todo el rato”; Sin preocuparle si su pareja había sentido algo parecido a un orgasmo. El macho ibérico proclama que a él nadie le obliga a la profilaxis. Está exento de usar el condón con mujeres ajenas a su matrimonio. Y tendrá todos los hijos que le vengan y sólo si la necesidad le apremia, optará por el coitus interruptus o el preservativo.
El servicio militar contribuía a remarcar el perfil del macho ibérico; preparado para la milicia en condiciones rudas, afloraba la vocación de ser el más duro, el más valiente, el más aventurero, el más hombre con las mujeres y si era marinero, capacitado para tener una mujer en cada puerto. La Legión ha sido el lugar de la milicia donde más se ha ostentado la categoría de macho ibérico. El Caballero Legionario, el Caballero Paracaidista son títulos que están ligados a los atributos más varoniles del ibérico solar, es decir Iberia, Hispania y España. Pechos velludos, descamisados, desfiles ágiles y rostros altivos. Las imágenes grabadas en sus brazos son una añoranza perpetua de su participación en desfiles pasionales de la Semana Santa, portando imágenes al límite de sus fuerzas.
La publicidad que hace de sí mismo es engañosa en su mayor parte. Engrandece sus logros y omite sus fracasos. Pero sin ella el macho ibérico no es nadie. Este comportamiento en verdad ha ido evolucionando paulatinamente. Las libertades conseguidas, los derechos sociales y los medios de información, han ido mostrando al macho ibérico que el acto que él entendía como genital exclusivamente, era sensual, sexual y erótico y que podía gozar con todo su cuerpo; siendo recíproco con el placer de su pareja. Y fue cediendo terreno a favor de su compañera; Descubrió el clítoris y su forma de estimularlo con la lengua y con la yema de los dedos. Practicaba posturas, como el llamado “sesenta y nueve” o el “beso negro” que le hacían compartir más el gozo. Y hasta acudía al sexólogo para encontrar su realización, más como hombre que como macho. Se limaron sus asperezas en el trato con la mujer y no descartaban admitir y adquirir modales más delicados afeminando su rustica imagen de macho indolente. Pero estos logros sirvieron para disminuir su presencia imperante, pero no para conseguir su desaparición. 
La conducta del macho ibérico aunque está marcada por el aspecto sexual y genital, se ha proyectado en todos los órdenes de la vida; Había que estar en guardia para que la especie se conservara. Una noticia desfavorable para el macho ibérico era que le comunicaran el nacimiento de una niña, sobre todo si era primogénita. Se perdía una oportunidad de perpetuar la especie. Los problemas se agudizaban cuando su hija era cortejada por un hombre que venía para hacerla suya. Si albergaba la sospecha de que uno de sus hijos varones, era maricón, entonces ardía Troya.
Volviendo a sus formas, no se podía permitir ningún atisbo de amaneramiento femenino en ningún hombre, desde muy niño. En la forma de hablar rayaba en la grosería, se expresaba a base de tacos y en los pueblos hasta blasfemando. Había profesiones vetadas para hombres y si se ejercían eran perseguidos por maricas y afeminados. El macho ibérico rechazó el pelo largo, era de mujeres. Los colores que no fueran el gris el negro o el marrón, estaba fuera del espectro de las vestimenta del macho ibérico. Los hombres debían reprimir los abrazos efusivos y los besos con otros hombres, salvo padres y hermanos, ya muy avanzada la década de los 70. Un macho ibérico “no entiende de hombres”. No sabe si un hombre es guapo o feo. En el universo de la fotografía, el fotógrafo siempre es el hombre y la mujer la modelo. Si de desnudos se tratara, las sesiones fotográficas están llenas de machos y sólo una mujer es la desnudada y la sometida a los disparos de ellos, los hombres. Cuando el macho ibérico tiene que tomar parte de un jurado; donde se evalúan imágenes artísticas, creativas y eróticas de hombres desnudos, las fotografías les abrasan en las manos. No saben qué hacer con ellas. Pierden todo juicio y criterio. Un hombre desnudo, si no está junto a una mujer, estamos ante el tema tabú de la homosexualidad. El macho ibérico no sabe, no contesta…
En este recorrido sobre la personalidad del macho ibérico, no podemos olvidar su arraigo cultural. Las aficiones que al macho ibérico le fascinan son aquellas que antropológicamente le identifican con lo ancestral; identificación con la tribu de la cual se siente parte. Mayormente son las corridas de toros los eventos que más valores comparten con el macho ibérico; el valor, el riesgo, la conciencia tribal de estar perpetuando algo casi eterno. El torero ciñe sus atributos masculinos frente al toro, como si estuviera desnudo. Es como si el poder sexual fuera decisivo, también, para triunfar con la bestia. Las faenas de los toreros se realizan en presencia del pueblo; presidiendo el evento el representante de la tribu, de la casta, que son jueces de su bien hacer. Pañuelos blancos vitorean al diestro que obtiene trofeos a costa de la sangre del animal. Estableciendo un paralelismo con el derramamiento de sangre en el momento de la ruptura del himen en la pérdida de la virginidad. En la puesta en escena siempre hay una mujer, también perteneciente a la misma casta, que vive, se excita y sufre, como si de un drama se tratara. El macho ibérico no asiste a una corrida de toros como a un espectáculo; vive la fiesta como una celebración nacional donde está en juego el valor de un hombre frente a su destino, aclamado con sus compatriotas. La fiesta taurina mantiene un maridaje indisoluble con el mundo de la música genuina ibérica, la copla, hispánica y española. Es verdad que el macho ibérico no se conforma con ser español del siglo XXI, sus raíces se hunden en la Hispania romana y la Iberia de los celtíberos. La copla es un género popular que canta los avatares del torero y la tonadillera. El mozo de confianza y la ganadera noble o la poesía que narra la trágica muerte de un torero, “a las cinco de la tarde”. Los cantantes de pasodobles son auténticos juglares de las grandezas de matadores, rejoneadores y banderilleros, frente a nacionales y extranjeros, potenciando los valores raciales. Suprimir la fiesta nacional por antonomasia, es mutilar al macho ibérico. En los encierros y en las tardes de toros de los pueblos más pequeños, los niños se avezan en auténticas carnicerías arrastrando por sus calles a los novillos y sus despojos; siendo aplaudidos por sus padres y abuelos orgullosos de que la estirpe no se pierda. Es muy difícil mantener que un adolescente que prueba su hombría delante de un toro, no sea capaz de dar la talla con una tía en la cama. Además tiene la garantía de que en las alcobas sólo las sábanas de hilo, son testigos mudos de las debilidades del macho ibérico. El silencio de la mujer siempre ha protegido al hombre que debía de ocultar sus miserias sexuales: Dificultades en la erección, raquitismo de su miembro viril, eyaculación precoz, gatillazos puntuales, insatisfacción de la mujer, ausencia de creatividad en suma. La presencia de la mujer en el ruedo ibérico de los toros, ha sido breve y se pierde en la lontananza de los tiempos. Para el macho ibérico es contra natura que una hembra quiera epatar a un macho; precisamente en lo más genuino del hombre ibérico. Enfrentarse a un toro en el coso, abrumado de pañuelos alados vitoreando su faena y tiñendo el albero de rojo y blanco. Esa puesta en escena sólo se consigue cuando el protagonista es un macho ibérico, portador de órganos genitales externos. Dicho de otro modo “porque tiene un par de cojones”. Ligado a la cultura de lo taurino está el brandi; sobre todo una marca cuya publicidad estaba ligada a la silueta de un toro. Cuando la Unión Europea suprimió los grandes carteles al borde las carreteras, el Gobierno indultó al Toro de Osborne. Esto suponía un espaldarazo a la lidia nacional, al aguardiente bebida de hombres y al macho ibérico. La cazalla y el orujo son bebidas típicamente del acreedor de este título con nobleza ibérica.
Otro aspecto que define al macho ibérico es el requiebro y el piropo. El requiebro sería la forma de seducir con galanterías verbales, un caballero hacia una dama, en encuentros en paseos o calles. Se conozcan o no. El piropo se acerca más al perfil del macho ibérico. Es más atrevido, abandona las formas de cortesía y suelen estar lleno de picaresca sexual. A veces el piropo se convierte en un acoso de mal gusto, que solamente cumple su objetivo exhibicionista del macho ibérico ante su pandilla. Bien es verdad que si los piropos son echados por hombres de zonas del sur, de clima más caliente, conservando el aspecto erótico, añaden un gracejo simpático, agradable y hasta poético. El piropo que se practicaba por imitación de modelos, ha caído en desuso. Pero en el siglo pasado los adolescentes, para hacerse los machos y los hombrecitos, acosaban y piropeaban a las chicas en la calle, porque así debía de hacerse para crecer en hombría. Había que mostrar la pasión y el deseo ante los transeúntes, para demostrar que se era un macho de verdad. En el tema de la potencia varonil, nada se presuponía, todo había que demostrarlo en público. La timidez, la cortesía, la educación, la nula voluntad de hacerlo, se podía entender como signos afeminados. ¿Qué? ¿No te gustan las mujeres? La duda había que disiparla. El macho ibérico no conoce límites a su prepotencia. Uno de los insultos más graves es decirle un hombre a otro hombre, marica, por ejemplo. Podía contestar algo así como: “Tráeme a tu hermana y verás cómo se lo demuestro”. La situación podía aparentar un tanto trágico-cómica, pero situar a una mujer ajena al duelo entre machos ibéricos, en el campo de batalla, era utilizar la dignidad de una mujer para defender la bravura machista de un hombre, por el único motivo de probar que es un macho ante una mujer que para ellos sólo era una hembra.
 Otras aficiones ligadas a los ancestros del macho ibérico, son sin duda la caza y en menos medida la pesca. Ir en busca de la presa presenta un paralelismo con el apareamiento del animal en celo con la hembra. Un ritual de posesión relativo al cortejo que el hombre hace en busca de la posesión de una mujer. Hay cazadores que no participan de la comida del animal cazado. El placer se queda en el acto en sí. Satisfacción de haber poseído la presa perseguida; satisfacción de disfrutar más con el trofeo que con el banquete ofrecido por el animal cazado. El macho ibérico degusta más del triunfo de la conquista, que de la mujer conquistada. Sobre todo si lo cuenta después a sus amigos. Porque para él la demostración de su poder y la propiedad que supone la mujer conquistada, es la garantía del deber cumplido y la perpetuidad de la raza. Hay otros puntos de atención del macho ibérico que le confirman como un ser racial, aunque sean más locales y considerados como menos nacionales. Pero siempre estarán relacionados con la fuerza, con el poder y todas aquellas virtudes atribuidas al macho precisamente por serlo. Por poseer atributos sexuales que no sólo sirven para la procreación; sino que son símbolos de superioridad y de perfección. Los atributos sexuales del hombre, también en la Antigüedad, constituían una reafirmación de su virilidad. Para testificar en un juicio y decir la verdad, los romanos estaban obligados a cogerse los testículos con la mano en señal de testiguar, “atestiguar”, procedente del latín testificare, compuesto de testis, “testigo”, y facere, “hacer”. Remarcando la simbología del poder que otorga el sexo masculino, la palabra latina testículus, que significa “testículos de la virilidad”, está compuesta de testis “testigo” y el diminutivo culus. La etimología nos lleva de determinar que los testículos serían una especie de testigos menores.
Pero el gran punto de referencia que se convertía en el vigía del macho ibérico sería, la persecución del maricón, del marica, del invertido, del homosexual y ahora del gay, del afeminado en suma. En definitiva jaque mate al menos macho. A ese se le niega “el pan y la sal”. La reafirmación del macho ibérico la obtiene a costa de aplastar al hombre más débil, sintiéndose obligado a emprender una cruzada para salvar la especie del macho ibérico que se veía amenazada. El perfil que atribuían al homosexual era único: “Cuidado con éste que te quiere dar por el culo”. “Culo en pared que te la clava”. Si se tenía que aplicar un supositorio por prescripción facultativa, su respuesta era: “A mí por el culo, ni el bigote de una gamba…” Era la lucha por permanecer a la clase dominante. Se consideraba como el superviviente de la selección de las especies, el resto de los hombres no tenían derecho a vivir. La potencia sexual de nuestro héroe, se ceñía a disponer en todo momento de una miembro viril en erección, sin opción al gatillazo; palabra temida por aquellos que se creían que su órgano sexual no estaban sometido a las debilidades fisiológicas comunes. Su longitud de 25 ó 30 centímetros y un diámetro en armonía con su tamaño, nunca se encontraba en cotas menores. La impotencia eréctil era lo más temido por el macho ibérico. Todas sus expectativas sexuales se venían abajo. “Si no había una buena polla no había hombre” “Con buena picha bien se jode”. Pero hasta en este caso, el macho ibérico encontró solución con medicamentos que le paliaban su desdicha. No obstante, la falta de dureza en su miembro viril, solía ser por motivos psicológicos y los sexólogos y psicólogos le daban respuestas satisfactorias.
Pero la intervención quirúrgica de extirpación radical de la próstata, le podía dejar  dos secuelas vitales para el rol del macho ibérico: Impotencia eréctil, “no se le ponía dura” y quedaba inservible para la procreación. No eyaculaba. Se había cerrado para siempre la fábrica de los espermatozoides. No hay duda que esto suponía un golpe muy duro para el macho ibérico. Pero si esto sucedía en las décadas correspondientes a la primera mitad del siglo XX, la situación revestía tintes de tragedia. Se acabó la estirpe de nuestro protagonista. Pero si este incidente quirúrgico sucedía al final del siglo XX y principio del XXI, el drama era menos trágico. Al hombre que se le extirpa la próstata queda impotente, no se le pone dura o su pene no recupera la dureza como para realizar una penetración, que salve el coito tanto vaginal como anal. No obstante su potencia sensual, sexual, erótica e inclusive pornográfica, lejos de desaparecer, puede mantenerse e inclusive recuperar nuevas formas de practicar el sexo. Si se masturba o se excita, motiva y estimula, puede obtener el mismo orgasmo que antes, salvo la eyaculación. “Es una corrida en seco”; obteniendo ventajas puesto que las felaciones son más higiénicas. Si responde al medicamento puede obtener una erección satisfactoria o puede aplicarse otros medios para hacer que por el pene vuelva a correr el caudal de sangre capaz de articular con los músculos una erección adecuada para satisfacerse y satisfacer a su pareja. El hombre sigue siendo tan varón como antes de la intervención. La ciencia y el progreso, en este caso, juegan a favor del macho ibérico.  Siempre de forma oculta, lejos de reconocer que él también necesitaba de ayuda en su virilidad. En este texto no es posible situar las acciones en el mismo tiempo del verbo, porque no siempre podemos hablar del pasado como superado ni incluir al futuro en una conducta general.
Seguidamente nos vamos a detener en la peripecia que pudo acompañar al macho ibérico, en su largo caminar, conquistando las últimas décadas del siglo pasado. Es fácil intuir la frustración que vive un hombre que habiendo tenido como modelo al macho ibérico, con el devenir del tiempo observa que siente una inclinación por el mismo sexo. Soltero o casado y después de tener relaciones heterosexuales, se plantea dar rienda suelta a su libre decisión, al margen de prejuicios y complejos. Después de un sedimento en sus reflexiones, descubre que su puesta en escena se había montado sobre un guión que no era el suyo. Estaba interpretando un personaje que al menos podría no ser el único que él deseaba. Y decide probar. Busca a otro macho ibérico y se encuentra con un hombre, sin más. Hombre como él aunque un poco menos macho. Los besos, las caricias, los masajes, los abrazos, las felaciones, las posturas, “el 69”, las mutuas masturbaciones, en fin, todo un mundo de sensaciones sensuales, sexuales, eróticas y genitales nuevas y consumadas con su mismo cuerpo. Apartándose lejos de las costumbres tribales, de la manada, del macho patrón, del macho ibérico. 
El macho ibérico descubre una oportunidad para sacar partido al resto de su cuerpo. Ahora el hombre sin más apelativos que investiga su cuerpo solo o con su pareja, sea mujer u otro hombre, descubrirá la caja de sorpresas que es el cuerpo humano. Y que los prejuicios sociales y los complejos personales de tamaño y rendimiento, se pueden superar. El hombre que explora su cuerpo puede descubrir que, aquel que mantenía que: “por su culo nadie le metía ni el bigote de una gamba”; si al mismo tiempo de masturbarse, estimula su ano y se penetra poco a poco de forma suave con sus dedos, puede alcanzar un doble orgasmo; en su miembro viril y en el interior de su ano, provocando unos espasmos en los esfínteres anales igualmente placenteros. El colmo de un macho ibérico es haberse encontrado su propio punto “G”. Estas sensaciones rompen en mil pedazos el perfil del macho ibérico. Pero si este doble orgasmo viene dado por la penetración de otro hombre, estimulándose al mismo tiempo, entonces, podemos hablar del comienzo de la extinción de la especie.
Pero que no cunda el pánico, situados ya en el siglo XXI, el macho ibérico ha tenido capacidad suficiente como para inmunizarse para ciertos cambios. Ha maquillado su imagen y hasta se ha feminizado. Gasta pendientes, acude a peluquerías unisex, no discrimina colores; el rosa, el fucsia, el amarillo tiñen su nuevo vestuario. Los cuerpos velludos como auténticos osos pardos, tornan ahora en efebos barbilampiños, a través de una operación depilatoria. Y las recias barbas salvajes, se cambian por bigotes y patillas con serpenteantes cenefas. Las sienes plateadas quitan años al macho ibérico; mejorando las técnicas de seducción. La igualdad entre los sexos ha permitido que la mujer asuma roles masculinos y el macho ibérico, disimule su afán de dominio y posesión. El mayor enemigo del macho ibérico es la libertad y la igualdad de derechos entre los seres humanos. Una política hostil al machismo, el reconocimiento de los derechos de los homosexuales; igualando los matrimonios civiles de hombre y mujeres, ha supuesto un marco que es difícil que la sociedad retroceda a los tiempos pasados. La educación insiste en la igualdad desde niños; el respeto y la libertad sexual; la protección de la mujer como víctima aunque no la única del machismo, y por último la participación de la mujer como la mitad de todas las facetas de la vida social. Efectivamente, como decíamos más arriba, la mujer no es la sola víctima del machismo. Todo aquel que ejerza las funciones sexuales de forma diferente a él, es perseguido y anulado. El macho ibérico no soporta que otro hombre se sienta sexualmente realizado y sentimentalmente amado; sintiendo placer también a través de otras partes del cuerpo. Como son: La penetración anal, de forma activa o pasiva. Los besos entre hombres y las felaciones y masturbaciones mutuas. Llegado el momento se han cometido verdaderos crímenes sexuales agrediendo a hombres por el hecho de haber utilizado fórmulas de amar diferentes a las tradicionales del macho ibérico. Pero si tenemos que llegar alguna conclusión que sea tangible y fácilmente constatable, el macho ibérico no ha desaparecido; su capacidad de adaptación ha sido asombrosa y no pocos ejemplares han evitado la desaparición de este genuino espécimen. Sus formas son adaptadas a los tiempos, pero su camuflaje y su capacidad camaleónica no le ocultan de las vistas de la sociedad.
El macho ibérico goza de buena salud. La potencia sexual sigue siendo una competición sin respeto al otro. Cuando se habla de los órganos sexuales, del hombre naturalmente, da la sensación de estar escuchando datos del museo de pesas y medidas. El macho ibérico sigue su presa para “tirarse a esa tía que está de puta madre…” El va “a follar”, no a realizarse sexualmente. Impone sus artes de pesca, sin admitir la prevención de enfermedades y de embarazos no deseados. Y lo que es más grave, sigue sin admitir que haya un hombre que siendo de su mismo sexo, pueda preferir otro hombre y no una mujer. Sigue empeñado de que todos los hombres tiene que ser como él; viviendo en su misma tribu donde el macho ibérico es más hombre y más macho. No utiliza argumentos. El macho ibérico es portador de los valores eternos de la arcaica Iberia. El hombre único, la familia única, el clan único, su rol de jefe de la manada, la sumisión de la mujer como garante de la prole a través de la procreación. También se comporta como tal aunque haya aceptado que es homosexual. Siempre se comportará con su pareja hombre de igual manera. Como propiedad suya.
El macho ibérico convive con nosotros y sólo tiene vocación de camuflaje. No de adaptarse. Ahora la manifestación del comportamiento del macho ibérico, salta a las páginas de los medios de comunicación cuando el machismo se desborda y supera las cotas del respeto y se convierte en criminal agresión, extorsión y provocación. Este extremo al cual puede llegar el comportamiento patológico del macho ibérico, conocido como machismo, siempre ha existido pero es ahora cuando la sociedad ha tomado conciencia de ello y las leyes están ejerciendo una pedagogía de prevención. Si observamos su comportamiento, tres son los factores que desencadenan un desenlace trágico: Los prejuicios tribales, el “qué dirán de los demás”. Los complejos, bajo nivel de autoestima y aceptar que es inferior que los demás machos y por último, los celos. La mujer es propiedad del macho ibérico. “Mía o muerta…” 
El macho ibérico sobrevive a sus adversarios; la libertad sexual, la igualdad entre los sexos y la emancipación de la mujer. Pero su poder sigue ejerciéndolo entre las sábanas de los lechos conyugales; la permisividad de la sociedad, que lejos de hacerle frente, le ríe sus esperpénticas grandezas. Muchos secretos de alcoba son la frustración de muchas mujeres. El genuino macho ibérico se comporta igual, tanto si su pareja es una mujer, como si lo es un hombre; su conducta se mueve muy bien en la clandestinidad, en la falta de verdad y dentro del armario. El macho ibérico tiene una característica muy peculiar, su honor está en sus atributos genitales. “Por encima de sus cojones no pasa nadie”. Por último, hablando del macho ibérico, es obligado mencionar aunque no haya espacio para extenderse más, al personaje creado por la literatura española; Tirso de Molina crea al Burlador de Sevilla y de la pluma de José Zorrilla, surge Don Juan Tenorio. Tanto uno como otro se refieren al mismo Don Juan. Un macho ibérico seductor de las mujeres a modo de trofeos, pero incapaz de enamorar a una sola mujer. Solamente el haber vivido muchos años entre este espécimen, ha sido posible trabajar en este ensayo.

CARMEN


Una Carmen del siglo XXI. Más de un siglo después de su estreno, esta nueva propuesta de danza quiere alejarse de los tópicos y lugares comunes para adentrarse en la esencia de la historia y arrojar nueva luz sobre uno de los personajes de ficción más poliédricos: Carmen.
Para ello, ha sido necesario una actualización, la recreación de un espacio alejado de todo costumbrismo, eliminando las barreras temporales entre el espectador y los protagonistas. Y una revisión: era preciso infundir una mirada nueva y audaz, pero absolutamente respetuosa con la esencia de la historia.
Días 9 y 10 de septiembre: funciones benéficas a favor del programa de formación de la Fundación Víctor Ullate y Fundación Ibercaja. Música en directo: Joven Orquesta de la Comunidad de Madrid. Director: Manuel Coves.


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CARMEN DE VÍCTOR ULLATE

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Editor: Pedro Taracena Gil