Vistas de página en total

MI SUBIDA AL MONTE TÁNTRICO XVIII




Eres el amante amigo y el amigo amante…
A veces, simplemente el hombre que me acompaña en el camino…

Desde el comienzo fue creciendo el placer con tu sola presencia y tus tocamientos cual pluma alada. La proximidad de tu cuerpo al mío erizó mi sensibilidad y el tiempo de su duración, se me hizo muy corto.
En el siguiente tramo transitamos por nuevas veredas. Había transcurrido la sesión con cierta armonía, recorriendo el mapa de mis sensaciones todas ellas agradables, aunque con cierta tibieza. Pero avivando con mucho placer permitiéndome jugar con tus genitales. Y tú estimulando mis zonas erógenas cercanas a la entrada del ano. No sentí en ningún momento molestia alguna. En la entrada de mi ano, sentía el suave placer del glande de tu pene, brillante y en total erección. El deseo me incitaba a adoptar las posturas que más favorecieran este acoplamiento. Lejos de sentir rechazo tomé algunas iniciativas que me hacían sentirme mejor rozando tu cuerpo con el mío.
Hubo unos momentos que estuve perdido, desnudo y sin equipaje. Acudieron a mi mente pensamientos de cierta desolación. Tristeza y decepción. Todas las sensaciones se situaban en el mismo plano y percibía que no avanzaba, pero mi desorientación iba en aumento. Me encontraba en una tempestad, pero sin brújula y sin hallar las pautas que tú mi guía me marcaba…





De repente la situación dio un giro de 180º y suavemente comencé a sentir un placer creciente en mis testículos y hacia el pene. Todo mi cuerpo se estaba haciendo eco como ondas en el agua. Llegado el momento, tú me ordenaste enérgicamente que: te apretara mis piernas contra ti, cerrara mis puños y tomando aire contuviera la respiración hasta casi la extenuación…  En ese momento exhalé un grito de placer y fue como la redención que borró los momentos oscuros de aquel trance. Después me comentaste que, como prueba de mi orgasmo, unas gotas de líquido pre seminal, daban testimonio de mi momento de éxtasis. El broche de oro fue cuando permanecí tendido con las piernas juntas y tus manos y las mías entrelazadas sobre mi corazón, me ordenaste que tensara mi cuerpo apretando mis piernas y haciendo presión con las manos sobre mi pecho. En ese momento puede constatar que mi cuerpo era un volcán, cuya lava permanecía dentro de mí. Sentí el calor de mi energía sexual en mis órganos genitales y en todo el cuerpo. Cuando intentaste separar tus manos de las mías, una fuerza superior a mí me decía que no, que siguiera atrapando con toda aquella fuerza.
Nuestro abrazo tántrico final fue muy distendido, sensual, sexual, erótico y hasta simpático. Recuerda que nos reímos.
 
GALERÍA DE IMPRONTAS













IMÁGENES DE TANTRA


No hay comentarios:

Publicar un comentario