Eres el amante amigo y el amigo amante…
A veces, simplemente el hombre que me acompaña en
el camino…
Desde el comienzo fue creciendo el placer con tu
sola presencia y tus tocamientos cual pluma alada. La proximidad de tu cuerpo
al mío erizó mi sensibilidad y el tiempo de su duración, se me hizo muy corto.
En el siguiente tramo transitamos por nuevas
veredas. Había transcurrido la sesión con cierta armonía, recorriendo el mapa
de mis sensaciones todas ellas agradables, aunque con cierta tibieza. Pero
avivando con mucho placer permitiéndome jugar con tus genitales. Y tú
estimulando mis zonas erógenas cercanas a la entrada del ano. No sentí en
ningún momento molestia alguna. En la entrada de mi ano, sentía el suave placer
del glande de tu pene, brillante y en total erección. El deseo me incitaba a
adoptar las posturas que más favorecieran este acoplamiento. Lejos de sentir
rechazo tomé algunas iniciativas que me hacían sentirme mejor rozando tu cuerpo
con el mío.
Hubo unos momentos que estuve perdido, desnudo y
sin equipaje. Acudieron a mi mente pensamientos de cierta desolación. Tristeza
y decepción. Todas las sensaciones se situaban en el mismo plano y percibía que
no avanzaba, pero mi desorientación iba en aumento. Me encontraba en una
tempestad, pero sin brújula y sin hallar las pautas que tú mi guía me marcaba…
De repente la situación dio un giro de 180º y
suavemente comencé a sentir un placer creciente en mis testículos y hacia el
pene. Todo mi cuerpo se estaba haciendo eco como ondas en el agua. Llegado el
momento, tú me ordenaste enérgicamente que: te apretara mis piernas contra ti,
cerrara mis puños y tomando aire contuviera la respiración hasta casi la
extenuación… En ese momento exhalé un
grito de placer y fue como la redención que borró los momentos oscuros de aquel
trance. Después me comentaste que, como prueba de mi orgasmo, unas gotas de
líquido pre seminal, daban testimonio de mi momento de éxtasis. El broche de
oro fue cuando permanecí tendido con las piernas juntas y tus manos y las mías
entrelazadas sobre mi corazón, me ordenaste que tensara mi cuerpo apretando mis
piernas y haciendo presión con las manos sobre mi pecho. En ese momento puede
constatar que mi cuerpo era un volcán, cuya lava permanecía dentro de mí. Sentí
el calor de mi energía sexual en mis órganos genitales y en todo el cuerpo.
Cuando intentaste separar tus manos de las mías, una fuerza superior a mí me
decía que no, que siguiera atrapando con toda aquella fuerza.
Nuestro abrazo tántrico final fue muy distendido,
sensual, sexual, erótico y hasta simpático. Recuerda que nos reímos.
GALERÍA DE IMPRONTAS
IMÁGENES DE TANTRA
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