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martes, 27 de marzo de 2018

ACUDIMOS AL CONCIERTO DE LAS EMOCIONES




Por Pedro Taracena Gil

Desde muy niños somos conocedores de los cinco sentidos del ser humano: ver, oír, oler, gustar y tocar. Estos cinco sensores constituyen las puertas por donde captamos nuestra sensualidad. Después nos han hablado del SEXTO SENTIDO, se trata de sensaciones sutiles ajenas a la percepción de la realidad y que pertenecen al universo esotérico. Oculto, reservado. Dicho de una cosa que es impenetrable o de difícil acceso para la mente. Doctrina que se transmitía oralmente a los iniciados en ella. En la Antigüedad era impartida por los filósofos solo a un reducido número de sus discípulos.
Otros tratados vienen a explicar que los cinco sentidos de la sensualidad, pueden y deben estar al servicio de la sexualidad. Pero la sexualidad como sentido autónomo y motriz de toda nuestra realidad humana, personal y social, se encuentra en el limbo de los prejuicios y de los complejos. Más aún, la cuestión sexual es una materia a la que es lícito censurar y en muchos de los casos ni mencionar. Tabú encofrado en la misión puramente biológica del aparato genital reproductor, femenino y masculino. No es ningún disparate si hablamos del SEPTIMO SENTIDO.
No solamente tenemos carencia de una educación sexual laica y sin tabúes, sino que ya nuestros ancestros condenaron al ostracismo más inhumano, el derecho a nuestra realización sexual. Realización sexual en libertad, igualdad, respeto y responsabilidad. Este vacío es patente y carece de interés para los responsables políticos de los planes de educación. Debieran corregir esta mutilación y sobre todo para que la educación sexual salga de la clandestinidad más hipócrita.
Nadie es ajeno al tema de la sexualidad. Si se aborda sin perjurios y sin complejos, es fácil hablar de la sexualidad y de las sensaciones y emociones que produce. Porque en todos los seres humanos, salvo aquellos que voluntariamente renuncien a ella, brotan en su interior emociones sexuales. En términos de la cultura clásica es Eros quien hace acto de presencia, ante el principio de que a toda acción corresponde una reacción. Todo estímulo sensual o sexual tiene su respuesta con la excitación erótica.
Todos estos términos se comprenderán mejor si nos adentramos en el mundo de las emociones. Considerando y valorando los órganos genitales y la sexualidad como valores positivos. Es decir, dadores de emociones ajenas a la moral, la religión y las costumbres tradicionales. Para mejor entender la utilización de estos conceptos, es preciso aplicar a cada palabra el contenido que cada persona libremente le otorgue.
Sensaciones como el gozo, el placer, la alegría, el amor, la amistad, la ternura, las caricias, el erotismo, el coito, la masturbación, la felación, sin distinción de sexo, son en términos subjetivos, energía cargada en positivo. Entre los siete pecados capitales, la lujuria es el que está directamente ligado a la sexualidad. Se define como “apetito torpe de cosas carnales” y la virtud contraria a este vicio es la castidad. Pero desacralicemos estos valores morales y religiosos. Para mejor entender este concepto de carga positiva, podemos utilizar el símil de dos asistentes a un concierto de música clásica, donde haya solistas, orquesta y coros. Uno de los asistentes es un simple amante de la música clásica, sin embargo el otro, es un director de orquesta consagrado y además fue concertino de una de las orquestas que él dirigió. ¿Quién apreciará mayor gozó en este maravilloso concierto? ¿Quién de los dos percibirá los matices con mayor agudeza auditiva? Aunque sea muy difícil medir el mundo de las sensaciones y el universo de las emociones.
Este ejemplo sirve para ilustrar que la sexualidad ha sido apartada de las emociones si no está implicada directamente en los gentiles. De esta manera mutilamos nuestra realización sexual. Cuanta mayor experiencia tengamos en el conocimiento y práctica de todos los instrumentos, mayor será nuestro gozo, nuestro placer y mayores satisfacciones compartiremos. El ayuntamiento de los animales se produce a través del instinto, que garantiza la procreación de la especie. Pero en el caso de los seres humanos, la procreación no viene impuesta y pueden realizarse sexualmente al margen de ella. Al margen de cualquier valor moral o religioso, el ser humana es libre de planificar la concepción de sus hijos. El control de la natalidad y la interrupción voluntaria del embarazo, emanan del derecho de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo.
Volviendo al concierto de las emociones. No olvidemos que a todo estímulo corresponde una respuesta. Si el estímulo tiene carga positiva, la respuesta será placentera y positiva. Las emociones pueden venir también con carga negativa: el dolor físico, la tristeza, la angustia… ¿Por qué no responder con todas las emociones, incluyendo las emociones sensuales, sexuales, eróticas y hasta pornográficas? Estos conceptos han de salir del ámbito de la moral y la religión. Lo lúdico, lo impúdico, lo deshonesto desde el punto de vista sexual y la concupiscencia, no irradian en sí energía negativa. La resultante en el estado de ánimo de la persona es sexualmente muy positiva, aunque no estemos ante un acto sexual y genital exclusivo. Una persona realizada sexualmente en libertad, es una persona cargada de energía positiva. Y está mejor preparada para responder ante una invasión de penas, miserias y calamidades de carga a veces muy negativa.
Con este planteamiento, el autor de este brevísimo ensayo, es consciente de que puede ser incomprensible o incluso rechazable por la cultura judeocristiana. Donde el sexo está limitado a la procreación y toda realización sexual al margen de estos fines divinos, es negativa y en muchos casos considerada antinatural.


NUDISMO Y NATURISMO

El ser humano nace desnudo y la sociedad le viste con las vestiduras de la hipocresía. Los ropajes de los complejos humanos y los prejuicios: sociales, religiosos y políticos.