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MI SUBIDA AL MONTE TÁNTRICO XIX



EL DESEO

A lo largo y ancho del camino de ascenso a la cumbre, he contado con tu imprescindible compañía. Maestro-guía y aprendiz que, a través de las jornadas transcurridas, nos hemos convertido en compañeros de viaje. Cada día he disfrutado del placer de ir en busca del abrazo místico fusión de la sensualidad, la sexualidad y la espiritualidad. Cada instante los conceptos con su vocabulario vacío han ido llenándose de sensaciones, emociones y sentimientos. Atrás queda el lastre del pudor, de las creencias que esclavizan, de los complejos personales, de los prejuicios sociales, religiosos y morales.





Con paciencia y delicada sagacidad, me has ensañado las pautas para la respiración, la relajación, el abandono en brazos del aquí y ahora, la percepción y la intuición de la presencia del otro. Sintiendo el calor, la suavidad de su piel y su cálida silueta, separados por el tenue fular. Pero sobre todo ha hecho huella en mí, aquel eslogan de date permiso para gozar y demandar placer. La felicidad, la alegría y el cariño, no son ya vocablos que expresan conceptos, sino que están preñados de emociones libres y sentidas.
Pero en el transcurso de nuestra última etapa tántrica, sin lugar a dudas y como buena nueva, he descubierto y reclamado a gritos, EL DESEO. Sí el deseo sexual, que es lo mismo que evidenciar la presencia de Eros allí entre los dos, con toda su potencia y exigencia. Arrasando con todo el pudor que aún me podría quedar. Me sentí libre y abandonado a tu voluntad. Si la respiración tántrica es la respiración animal que hasta entonces manteníamos, tu seducción fue bestial y me transportaste hasta lo más hondo de mi Ser. Todo comenzó con la danza de aproximación que hicimos cuando aún manteníamos el pudor cubiertos por el fular. Todo mi cuerpo sintió tu aproximación cuando me colocaste en el cetro de la alfombra circular, lugar donde me sentí muy importante; electrizando mi cuerpo al rozar el dorso de mis manos con tus genitales…
Ya en el tatami se hizo presente enfebrecido el deseo sexual como respuesta a tus juegos eróticos. No me cansaba de que tu pene se aproximara a mi cavidad anal y sintiera con auténtico placer la suavidad y temperatura de tu glande. Quizá suene mejor si te digo que la cabeza de tu polla en total erección; ajustándose a mi culo me causaba mucho placer y excitación. Seguidamente con tu saber hacer y de forma secuenciada, me hiciste llegar a tres estratos que me condujeron a la cima de tres orgasmos de diferente naturaleza o bien tres orgasmos explosionados por tres detonadores distintas… Fue una auténtica locura. Gozo, placer, alegría, felicidad, plenitud…
Dos conceptos acudieron a nuestra entrevista psicológica del preámbulo de la sesión: La consciencia y la conciencia. La primera es “la capacidad del ser humano de reconocer la realidad circundante y de relacionarse con ella. El coma consiste en la pérdida total de la consciencia”.
En los primeros pasos de MI SUBIDA AL MONTE TÁNTRICO, me hiciste trabajar para hacerme presente y consciente de lo que estaba pasando en mi entorno. En varias ocasiones he terminado la sesión, enajenado al menos parcialmente de lo que aconteció después de mi éxtasis final. Una de las veces prorrumpí en sollozos de alegría. Y en el último trecho de nuestra ruta, disfruté de una enajenación más o menos profunda que hizo sentirme alegre, gozoso, placentero y feliz.
Otro de los vocablos que puede entrar en confusión fonética con la consciencia, sería la conciencia. Que es el conocimiento del bien y del mal que permite a la persona enjuiciar moralmente la realidad y los actos, especialmente los propios. Cuando hablamos en nuestro caminar utilizamos un lenguaje satanizado por la moral religiosa, y yo hablaba a través de mi conciencia modelada por la moral de la tradición judeocristiana. Aunque el efecto religioso en mi vida estaba superado, no había descubierto realmente la consciencia de ello.
Sin salir del vocabulario utilizado en el terreno sexual: el pudor, la sexualidad, la lujuria, el placer erótico, la concupiscencia, la homosexualidad, la deshonestidad, el fornicio, el onanismo, la libertad sexual… un sinfín de conceptos que, observados bajo el prisma de Tantra o del sentido común laico, cambian radicalmente de signo. Estos comportamientos pasan de signo negativo e inclusive punible por los complejos y prejuicios religiosos o culturales, a ser, no solamente de signo positivo sino virtuosos y saludables para la realización de los seres humanos en libertad.




Auguste Rodin

EL AMOR




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