VOLVER A LO PRIMARIO
Por Alfonso Pelayo Enríquez
El mundo del arte está en continuo movimiento. Desde esta época actual, podemos ver cualquier planteamiento o diseccionarlo en cualquier tendencia. El lenguaje en el que se expresa, sirve para hacer un trabajo personalizado y generar una idea estética, visual, con diferentes planteamientos o un conjunto de todos ellos. La máscara nos quita la expresión deshumanizando el rostro, ocultando las sensaciones y emociones.
La etnología nos define muy bien la historia de la máscara como tal: ocultarse y ocultar a la persona para sentirse libre, para accionar esa libertad, o la provocación o expresar un retorno a la parte más primaria de la persona, o una búsqueda del interior.
Las diferentes poses con máscara, volviendo a lo más primitivo, fue un trabajo elaborado desde diferentes perspectivas: la función visual de la belleza, el color, el impacto, que se ve y se dirige directamente a la emoción y la parte interna, la vida que se genera dentro de esa propia máscara y en la sesión de fotos. Ambas personales y vivibles.
La ornamentación de la piel, la decoración externa, el aire festivo y llamativo, el engalanamiento que hará que miren, las referencias a culturas tribales de Oceanía, son parte de un decorado que expresa color, vida, etc. Luego, tenemos la máscara como pieza cerrada, como oquedad que genera una sola dirección en la mirada, en la comprensión del exterior, y que nos obliga a jugar con el equilibrio: La falta sensorial, la espacialidad delimitada, el aislamiento, son factores que se dan dentro del mundo de la pieza, como tal.
La sensación de agobio, de pérdida de referentes externos, obligan al modelo a una capacidad equidistante: a impulsar determinados factores para mantener el equilibrio.
Modelo: Alfonso Pelayo
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