Por Pedro Taracena
El beso
Auguste Rodin
La sensualidad constituye el conjunto de
sensaciones que se reciben a través de los sentidos, sin discriminar género
masculino o femenino. Es una realidad empírica. Las sensaciones pueden ser
placenteras o todo lo contrario. Por supuesto pueden corresponder a la
autocomplacencia que estimula la autoestima o la autoflagelación que provoca la mortificación y el desprecio por el cuerpo, en aras de valores más trascendentales. La fustigación corporal con fines masoquistas no se incluye en
este breve ensayo, basado en la observación más común y elemental. Las sensaciones sensuales se perciben de forma
consciente o pueden pasan desapercibidas por falta de atención o de cultivo experimental. Es evidente que están sujetas a los usos y costumbre de índole religiosa,
social y moral. Toda manifestación de sensualidad lejos de ser libre y espontánea, obedece a un protocolo heredado de nuestros
ancestros…
Musée d’Orsay
Auguste Clésinger
Percibir una mirada clara brillante y
profunda, transmite unas sensaciones seductoras. Esta sensualidad provocada por
el sentido de la vista, solamente se verá perturbada si se reprime o discrimina por motivos convencionales. No
de índole natural. Si bien la vista nos permite
distinguir la gama de colores y nos proporciona sensaciones provocadas por la
belleza que nos rodea, el sentido del olfato nos hace distinguir la gama de
olores discriminando el hedor de la fragancia. Pero los hábitos machistas o feministas nos hacen renunciar de
aquellos olores que la tradición ha impuesto a
hombres y mujeres, obedeciendo a paradigmas convencionalmente establecidos. La
naturaleza ha proporcionado los olores al ser humano sin distinción. Todos los sentidos de todos los humanos perciben
las mismas sensaciones. Donde cada cual puede apreciar diferencias y establecer
sus preferencias. El olor a gasolina puede ser placentero para algunos y poco
soportable o simplemente tolerable para otros.
Divid
Miguel Ángel
Bounarroti
Escuchar la voz humana siempre será agradable si nos susurra o simplemente nos comunica
mensajes positivos. Pero limitar la expresión lingüística con un
vocabulario impuesto y preestablecido según sea entre hombres o entre mujeres y entre un hombre y una mujer, es
mutilar la sensualidad que lleva implícita la satisfacción de la
comunicación. En este caso
la restricción de ciertos
temas entre hombres están vinculadas a cuestiones sexistas ajenas a la
expresión natural.
El sentido del gusto es intrínseco a la subsistencia a través de la alimentación. No obstante, al margen del convencionalismo propio
de la antropología de los pueblos,
la boca, los labios y la lengua, son instrumentos cargados de sensualidad, al
margen de la degustación de los manjares,
alimentos y bebidas en general. El ser humano en su vertiente más natural, puede y de hecho lo hace, manifestar sus
emociones y sentimientos a través de caricias propiciadas por los labios y con
la lengua en forma de besos. Funciones que los animales lo hace con la lengua únicamente. Al margen de
que estas manifestaciones estén reservadas a un estatus determinado, la
sensualidad que el sentido del gusto propicia, no entiende de hombres y mujeres
porque estas sensaciones no tienen de género.
Musée d’Orsay
Auguste Clésinger
Y por último el sentido del tacto agrupa todas las sensaciones que el ser
humano percibe a través de manos y dedos, más aún, el tacto se
extiende por todos los rincones de la piel y por supuesto en piernas y pies. A
través del tacto que segrega todo el cuerpo se establece el lenguaje corporal.
Intercambio de masajes, caricias, saludos y abrazos, que transmiten sensaciones
que constituyen la expresión de aceptación y en su ausencia rechazo, que es patrimonio del ser
humano. Hombre y mujer, mujer y hombre.
La expresión es natural de forma empírica sin atavíos culturales, no
obstante, se puede observar que el ser humano derrocha el patrimonio sensual
que le otorga la naturaleza. Deja escapar las sensaciones conscientes y se deja
llevar por los preceptos estériles,
banales o nimios. La sensualidad es una aportación positiva de la naturaleza. El ser humano nace desnudo y libre con
una sensualidad espontanea. La sociedad es quien impone el tabú de aquello que se debe sentir o aquello que hay que
reprimir. No obstante la ruptura del paradigma es decisión del individuo. Una sensualidad libre dará paso a una realización sexual de mayor calidad.
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