En mayo de 1998, durante el Congreso Internacional de los Movimientos Eclesiales, el papa Juan Pablo II oficializó en Roma el apoyo del Vaticano a estas congregaciones. Fue un punto de inflexión para los grupos ultracatólicos, la baza que el pontífice jugó para hacer resurgir el catolicismo que, poco a poco, se iba diluyendo. Wojtyla había comenzado a formar un auténtico ejército vaticano.
Mientras, en España, el entonces presidente del gobierno, José María Aznar, se apoyó también en estas comunidades para impregnar a la sociedad española de un aire neoconservador. Les devolvió los favores en forma de subvenciones públicas que, a día de hoy, aún son el principal sustento de estos grupos. Su fuerte vocación de poder ha provocado que todas estas congregaciones hayan copado las instituciones políticas, religiosas, financieras o educativas. Mediante el eufemismo del “humanismo cristiano”, se han dedicado a hacer proselitismo de los dogmas de la Iglesia.
LA ESPAÑA ULTRA CATÓLICA ULTRA DERECHA Y DEL NACIONALCATOLICISMO
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