El cinismo de la Historia: Ironía o contradicción
Pedro Taracena Gil
PRIMERA PARTE
La Historia ha brindado siempre argumentos sobrados
a los agnósticos, ateos o simplemente apóstatas, para renegar de sus creencias
o para no creer en ningún dios. Es fácil contemplar cómo todas las religiones
son la respuesta a la exigencia de trascendencia que brota de lo más profundo
del hombre. Pero también, es demostrable que han sido las clases sacerdotales,
quienes han prostituido la doctrina. Manipulando su contenido, creando el
sentimiento de culpa en las conciencias. Matando el libre albedrío para
discrepar y elegir en libertad. Las tres religiones monoteístas configuran gran
parte de la civilización occidental y sobre todo de la vieja Europa. Los
rabinos hebreos, los imanes musulmanes y los presbíteros cristianos, tienen un
mismo denominador común. El ansia de poseer la voluntad de las conciencias para
ejercer el poder. A la sombra de las sinagogas, iglesias y mezquitas, los
sanedrines, sínodos y ayatolas o talibanes, germinan las posturas radicales y
los perfiles fanáticos. Donde se confunde lo religioso y lo político de forma
interesada. Bajo apariencias democráticas, son teocracias despóticas y en no
pocos casos sanguinarios.
Cuando los teólogos analizan los textos bíblicos y
coránicos, inspiración de las tres religiones, cuyo dios sólo se diferencia en
el nombre; Yahvé, Dios o Alá, descubren que los desmanes cometidos en su
nombre, no tienen consistencia teológica. Pero en todos los casos, se atribuyen
la docencia e infalibilidad, de ser padres y maestros de la doctrina revelada.
Erigiéndose en magisterio auténtico para la grey.
Las guerras y conflictos cristiano-árabe-israelí,
que en estos tiempos nos aterrorizan, son reivindicaciones religiosas
encubiertas. Los gritos de guerra son inequívocos: ¡Que Dios bendiga a EEUU!
¡Alá es grande! ¡Israel es el pueblo elegido! Todos se matan en nombre de la
misma divinidad. Son conscientes de que es la misma, puesto que creen en el
monoteísmo y muchos patriarcas, profetas y reyes de las tres religiones, son
comunes. Abrahán, Moisés, David y el propio arcángel Gabriel.
Ante esta puesta en escena perversa, los incrédulos
y agnósticos, tienen más pruebas que nunca para dudar hasta de la misma
existencia de Dios. Los tres montajes religiosos, hechos bajo la sombra de la
misma Trinidad y al servicio de los poderosos, han ejercido el poder
manipulando las conciencias fanatizadas por ellos mismos.
Pío XII pronunció una frase
que llegó a hacerse proverbial: «El pecado del siglo es la pérdida del sentido
de pecado». Y tenía su razón. Desaparecido el sentido de culpa, cesa la manipulación
de los intermediarios de Dios, utilizando las cátedras, los púlpitos y los
confesionarios. El negocio de la salvación de los hombres debía cambiar de
estrategia, porque ya hay muchos países que se han librado, al menos en parte,
de la influencia real de la clase sacerdotal. Sólo han quedado para mantener el
rito como costumbre social. Pero desgraciadamente, hay otros pueblos como
Israel, Irán, Afganistán y el propio Vaticano, por poner ejemplos del
monoteísmo, casi siempre interesado, fanático e intolerante. Donde el poder
militar y político se funden con reivindicaciones religiosas al servicio de la
intolerancia y la insolidaridad.
Pues ante las barbaridades que están llevando a cabo en no pocas partes del mundo, ninguna sede religiosa de popes, patriarcas, obispos, arzobispos, ayatolas, imanes, rabinos, presbíteros, levitas y pastores, han condenado los crímenes fratricidas y las conductas caínicas de la Historia. En todos los casos son los más cercanos al altar los que avivan las matanzas de los abeles. Caín mató a su hermano Abel. En Israel, los hebreos ortodoxos. En EEUU los cristianos conservadores y puritanos. Y en el mundo musulmán los fanáticos suicidas. Tres vertientes del mismo radicalismo y los tres de inspiración divina. Los unos ganan el cielo, los otros la tierra prometida porque son el pueblo elegido y los terceros desean imponer su civilización cristiana al resto del mundo. Si después de una reflexión sobre este triángulo de encrucijada religiosa inspiradas por la misma deidad, alguien cree en Dios es porque necesita reinventarlo. Mientras, los seguidores de Mahoma, de Cristo y de los Hijos de Israel, avivan la llama del odio, Abel sigue siendo asesinado por Caín. El eje del mal está muy bien definido... De cuya malicia no se escapan los capos y sus cómplices, todos ellos muy entregados a salvar la humanidad... España lidera la Europa heredera del Concilio de Trento. Ha perpetuado de hecho el maridaje Iglesia Estado y la alianza trono-altar. El nacionalcatolicismo implantado por el Caudillo de España el 18 de julio de 1936, que lo fue por la Gracia de Dios, invade las leyes, la educación y la política. En España reina el cinismo más absoluto, cuando vemos la paja en el ojo ajeno y no vemos la viga en el nuestro…
SEGUNDA PARTE
Salvando todas las distancias que cada cual estime
oportunas, constituye un cinismo y una hipocresía de dimensiones bíblicas, que
ahora en Occidente nos rasguemos las vestiduras, porque los talibanes están
sembrando el terror, masacrando a las mujeres y las niñas. ¡Hipócritas!
Los talibanes son machistas criminales, los
occidentales ¡No!
Los talibanes secuestran a las mujeres y niñas y
los Occidentales ¡No!
Los talibanes obligan a casarse a niñas y los
clérigos Occidentales ¡No!, porque dicen que ¡No! conocen la pederastia.
La justicia divina de los talibanes indulta a los
hombres de sus crímenes sexuales. En Occidente la justicia se basa en la misma
inspiración divina. El Derecho Canónico ignora a la mujer. España ha sido un
país confesional de 1939 a 1978. Donde el Derecho Canónico era Ley Civil.
Los talibanes esclavizan a las niñas, en Ceuta y
Melilla mientras los reinos de España y Marruecos, trafican con niños al margen
de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Las mafias del Mediterráneo empujan hacia el abismo
a los refugiados. Y la cristiana Unión Europea, negocia un pacto vergonzoso e
inhumano con Turquía, para que “acoja en tierra de nadie” a los refugiados, en
contra de todo Derecho Internacional.
La pandemia del Coronavirus ha constatado dos
verdades: La ciencia ha sido capaz de crear vacunas. Y con la cuartada de
las vacunas, ha triunfado el negocio sobre la salud de la humanidad. Ha
sido el gran fracaso de la civilización del siglo XXI.
Por civilización se entiende la realidad humana de
Oriente y Occidente. La larga crisis de Afganistán no es un producto genuino.
En 1970 tuve la oportunidad a atravesar de sur a norte este país que ya
entonces era medieval. Cuando me propusieron viajar por la Ruta de Alejandro
Magno, conociendo la Turquía de Mustafá Kemal Atatürk, la imperial Persia
(Irán) del Sha Reza Pahlevi y llegar hasta Kabul, necesité consultar el atlas
de mi padre. Después de mi viaje en1970, tuvo lugar un golpe de estado contra
el sha reinante, que implantó una república. Dos años más tarde hubo una
invasión y ocupación por la URRS. La crisis pasó de manos soviéticas a manos de
los Estado Unidos de América, con el resurgimiento de los talibanes. Los rusos
dieron paso a fuerzas internacionales, con una guerra civil, que lejos de traer
la paz, han provocado un modelo parecido al de Irán de los Ayatolas. El Afganistán
de los Talibanes. Sin olvidar el conflicto de Irak con la intervención bélica
de EEUU y nuestro país. La prensa está vendida al capital que la sostiene y que
financia los conflictos. El ciclo se repite. Y el cinismo también.
¡Qué fácil es hacer hoy la crónica de Afganistán, cuando hace más de cincuenta años, muchos de estos impostores del periodismo no habían nacido!
No hay comentarios:
Publicar un comentario