LA LIBERTAD SEXUAL
ROBERT MAPPLETHORPE
LA SEXUALIDAD NEGRO SOBRE BLANCO
GALERÍA DE EROS
Reivindicación de una España laica. Separación real de la Iglesia y el Estado. Por una Educación Pública sin la asignatura de Religión. Denuncia de los Acuerdos entre la Santa Sede y el Reino de España. Por una Ley de Libertad Religiosa. Por una apostasía de la Iglesia real. Libertad sexual y libertad de expresión. El arte y la fotografía.
EROS Y YAHVÉ
De la posesión sexual
del ser amado emana toda su potencia creadora. Eros no entiende de sexos. Sólo
entiende de sensaciones libres de todo prejuicio y de cualquier complejo. Eros
no respeta edades. Tampoco acota partes del cuerpo como preferidas exclusivas o
excluyentes. Eros emana de los poros del cuerpo, se enreda entre los cabellos,
busca entre los rizos de las barbas o se desliza por las suaves pieles de las
hembras o los recios torsos de los machos. Lo genital que sirve para garantizar
la generación venidera, Eros no lo considera exclusivo para la procreación, ni
tampoco para la consumación sexual. El cuerpo que es poseído por Eros es un
todo y cada parte en sí misma tiene su manifestación erótica. Eros no pone
límites al juego amoroso. Tampoco busca la fertilidad, ésta la encuentra en
forma del nacimiento de otras vidas. Pero no es el fin, es una consecuencia
emanada de la naturaleza. El hombre haciendo uso de su cuerpo y su razón llegó
al conocimiento de que Eros vivía en el reino animal. Y es el ser humano quien,
racionalizando sus sensaciones, descubre que Eros no vive con él, sino que vive
en él. Que ambos comparten una misma esencia. Cuando en el ser humano surge el
deseo, reclama su presencia y Eros llega súbito. En la consumación del
encuentro el hombre halla la recompensa. La vivencia erótica puede ser íntima o
compartida, en ambos momentos Eros está allí, en los amantes. Los pueblos
eligen sus dioses, no son los dioses los que eligen a los pueblos. Aunque en el
caso de la tradición del dios Yahvé, es la deidad quien elige su pueblo. “Yo
seré tu Dios y tú serás mi pueblo. El pueblo elegido”.
Destacado monarca por
su sabiduría. Esta colección está compuesta de seis cantos escritos para ser
entonados por dos amantes, la esposa y el esposo y apoyados por un coro. Es un
cántico de amor utilizando un lenguaje directo. Sensual y sexual, donde Eros
está presente en positivo. No obstante, los exégetas no han dudado a través de
los siglos, incluir este maravilloso poema de amor entre un hombre y una mujer,
como libro religioso con valor inspirado y considerándolo texto oficial. Pero
los prejuicios de la tradición se han encargado de hacer una lectura
hermenéutica de la expresión literal del texto. Y tienden a interpretar estos
versos como una alegoría del amor entre el Yahvé y el pueblo elegido. Esta
paradoja que convierte un texto directo en un lenguaje figurado, marca la lucha
que vive el hombre entre las pasiones que le conducen al gozo y el placer, y el
autodominio que hace meritorias sus obras, reprimiendo sus instintos más
primarios. Pero sigamos contemplando su enfrentamiento. Yahvé, que significa “Yo
soy el que soy, o el que es”, se sirve de los hombres para revelar su doctrina
y manifestarse a su pueblo. Para ello elige a la clase sacerdotal, patriarcas y
profetas. Son éstos los que se ocupan de escribir y predicar las consignas del
dios. Para poder entrar en contacto con la doctrina de Eros, es preciso iniciar
la génesis de la existencia del hombre. Después de crear el mundo en seis días.
Tomando barro modela el cuerpo del hombre y postrándole en un profundo sueño,
Yahvé le quita una costilla y crea a la mujer. ¡Esto sí que es carne de mi
carne y huesos de mis huesos! Exclama Adán al contemplar a Eva por primera vez.
El primer mandato que les da es la procreación: ¡Creced y multiplicaos y
henchid la tierra!
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