DESCOMPOSICIÓN DEL PARTIDO
POPULAR
(La reconciliación pendiente)
Por Pedro Taracena Gil
Ha sido mi intención escribir este
breve ensayo sobre la posible descomposición del PP, pero ha sido mi voluntad realizarlo al
margen de las ideas y opiniones de aquellos ciudadanos, medios de comunicación
o partidos políticos, que abrazaron la Santa Transición, como portadora de los
valores eternos de la unidad nacional inquebrantable. Es decir, aquellos sujetos
que se consideran constitucionalistas de 1978 por encima de cualquier otra valoración
humanística, social o política. Tampoco he tenido en cuenta las valoraciones
que veladamente expresan la esencia del
franquismo y el nacionalcatolicismo como algo consustancial con el Partido
Popular, sin olvidar la mayor parte de los medios de comunicación y la derecha
burguesa y caciquil de España. He tratado de plasmar mi pensamiento renovado en
el siglo XXI despojado de mi bagaje; habiendo sido consciente de que la
Transición no tenía nada de modélica pero que mirando a otro lado votaba PSOE y
daba por buena la farsa como mal menor.
El PP se desintegra como lo hizo
su predecesora la Unión de Centro Democrático (UCD). Son partidos oportunistas
en la Historia. Se constituyen sin una ideología y hegemonía propias. Ambos son
producto del franquismo. Mezcla de
militarismo, falangismo, burguesía, católicos viejos, caciques, funcionarios y
los bancos, con algunas connotaciones traídas de la democracia cristiana
europea del liberalismo económico de la City y de los conservadores del Tea
Party de los EEUU. Esta amalgama de ideas y este popurrí de ritmos, ha llevado
al PP a una situación tan podrida como insostenible. Una de sus virtudes es que
de la mentira y del embuste han hecho la gran virtud de su acción política.
Están instalados en la vida en la mentira
como escribía Václav Havel en su libro
El poder de los sin poder.
El primero y gran factor
diferenciador del PP, lejos de haber desarrollado alguno de los derechos
constitucionales, ha sido alcanzar las cotas de corrupción más altas en
democracia. Para los militantes del PP ya no es rentable ser candidato a
concejal, diputado autonómico, diputado o senador a las Cortes Generales. Los
privilegios ya no serán como los que hasta ahora disfrutaban. Los poderes
absolutos que permitían la corrupción generalizada entre los políticos y las
empresas, se verán más controlados y no se permitirá el latrocinio descarado,
aunque los dirigentes del PP no hayan tomado conciencia de ello por ahora. Desaparecerán
la ingente cantidad de asesores designados por el dedo divino del partido. Los
servidores públicos del PP, lejos de confiar en los funcionarios de oposición
que están al servicio del Estado, preferían crear una administración paralela
al servicio, no del Estado sino del partido. Además la cota de poder alcanzada
en las últimas elecciones, no permite aumentar el número de candidatos;
teniendo en cuenta que en la próxima legislatura se reformará la ley electoral
y será difícil que el PP y PSOE se beneficien de la enorme injusticia de la
desproporcionalidad, entre los votos y los escaños. Las holgadas mayorías
absolutas pasarán a la Historia.
La corrupción, los malos
resultados electorales, por mucho que el PP se crea que ha ganado las
selecciones, las luchas internas de la vieja y nueva guardia, así como los
pesos pesados del partido con responsabilidad en los anteriores gobiernos, en
las comunidades autónomas y en las diputaciones, condenados por delitos de
corrupción, supone un lastre muy podrido y pesado. En esta materia el PP está
convencido de que cuando el pueblo había votado a los candidatos corruptos, el
hecho de salir elegidos suponía la garantía de la impunidad. Y la complicidad
del pueblo de alguna manera daba la razón al PP.
No podemos olvidar que el
liderazgo histórico del PP lo constituye una dinastía que hunde sus raíces en
la dictadura franquista. Fraga fue uno de los ministros estrella de la era
despótica, criminal y sanguinaria. Fraga entrega el liderazgo a Aznar y Aznar a
Rajoy. La antigua Alianza Popular, asociación política de la dictadura se
convierte en Partido Popular, con el mismo corte totalitario que el mismo
franquismo. Lejos de condenar la dictadura, siempre, ha sido Franco un
referencial para todas las viejas y nuevas generaciones del partido. La Constitución establece para los partidos
políticos que: “Su estructura interna y funcionamiento deberán ser
democráticos”. El PP no dispone de este mecanismo de democracia interna. Pero
sí funciona el ente que ellos atribuyen
todas las decisiones y designaciones, el dedo
divino del líder supremo.
En la actualidad los malos
resultados electorales y la corrupción, así como las mermadas expectativas de
futuro lucrativo para los militantes, se convierten en un caldo de cultivo para
las intrigas palaciegas típicas y el conflicto de liderazgos encontrados. El
primero en ser cuestionado aunque sea honorífico es el liderazgo del ínclito
Aznar, tercero en la dinastía franquista llamado a perpetuar el franquismo bajo
la cobertura de la fundación FAES - Fundación
para el análisis y los estudios sociales. Es fácil albergar la duda si esta fundación asesora a Aznar o al partido,
observando la falta de cohesión que hay entre la institución y los cuadros de
la formación política. Su entronización en la Historia es pobre y muy lejos de
haber dejado la huella de un hombre de estado.
Más bien ha sido un títere acomplejado, vértice del triángulo de las
Azores. En la actualidad Rajoy no necesita un líder de la oposición que le
controle y critique, porque con Aznar tiene suficiente. El gran enemigo del PP
habita en las entrañas de sus propias mazmorras.
La figura del líder oficial
del partido no puede ser más patética. Más aún, como se ha escrito hasta la
saciedad, Rajoy es un personaje siniestro, indecente, terco, torpe y parco.
Nada brillante aunque nadie de los que le rodean le hagan sombra. No conozco a
ningún político del PP que haya perdido prestigio en el desempeño de su función
pública, porque nunca lo tuvieron. Las alabanzas propias jaleadas entre ellos,
los tribunales se han ocupado en
desautorizarles. Es líder de un partido que se asienta sobre la corrupción más
evidente. Los papeles de Bárcenas, han sido validados por los jueces, aunque
hayan saltado de renglón cuando en la lista estaba Rajoy cono receptor de sobres
de dinero negro, procedentes de una de las varias cajas B del Partido Popular.
Es un líder que está acabado y defenestrado, con poco ruido de sables en su
entorno porque si el dedo divino desaparece, qué hacer si no hay democracia
para renovar el poder y el liderazgo.
Es muy difícil de establecer
el perfil de María Dolores de Cospedal, lideresa carismática dentro de la escala del PP. Como responsable política
es una más mintiendo en el Partido Popular, organización política edificada en
la mentira apoyada por embustes. La puesta en escena que interpretó para
explicar lo inexplicable, sobre la liquidación en diferido de Bárcenas, ya es un clásico de todos los canales de
televisión. Cospedal es secretaria general de un partido sin ideología pero
tampoco la necesita, basta con estar al servicio de los bancos, los
empresarios, los obispos y lacayo de la Troika. El corresponsal de L’Humanité
declaraba en TVE, que tal y como había entendido la explicación de este
portento de oratoria envió su crónica a París, pero la redacción se lo devolvió
porque no habían logrado entender nada y la consideraban incomprensible en
lengua francesa.
El cuarto de los líderes naturales en discordia no es un
caballero, es una señora de estirpe noble, se trata de la lideresa augusta dama
doña Esperanza Aguirre. Todo lo que tendría que decir de este personaje lo he
dejado reflejado en una especie de biografía apócrifa, con más de treinta
artículos que constituyen un breve ensayo sobre un ESPERPENTO NACIONAL. Creo
que no tiene interés el dedicarle la más mínima atención, a quien es un
adefesio en decadencia con muchos destellos de amoralidad. El futuro del
Partido Popular pasará sobre su cadáver político. Los líderes regionales, ya
casi fuera del poder en su totalidad, el que no está en prisión está pasando el
viacrucis de la corrupción. Feijóo aún está luchando para no naufragar en las mareas gallegas. El líder Albiol
está más cerca del franquismo nacional xenófobo, que de la burguesía catalana,
perdiendo mucho fuelle en la Catalunya del siglo XXI.
Con estas premisas podemos
hacer una hipótesis de cómo será la defenestración parcial o total del PP.
Aznar seguirá con sus conferencias y nutriéndose de la sabia de FAES, sin
esperar que los valores constitucionales se pongan en práctica, se lo prohíbe
su franquismo de cuna.
En el caso de Rajoy, la
mayoría del pueblo español ya ha decidido que no le quiere como Presidente del
Gobierno, y con una futura ley electoral, el PP saldría con mucha menos
representación. El nuevo Gobierno basará su política en desmontar todos los
crímenes legales que han provocado en sus cuatro años de nefasta gestión. Para
el futuro líder de la oposición será humillante ser testigo de que la
arrogancia y el despotismo que le habían hecho confundir, una democrática mayoría
absoluta con un poder absolutista, ahora, toda su política como un castillo de
naipes caerá a los pies de su escaño. Si queda como portavoz de los populares y
líder del PP, los militantes se cuestionarán su liderazgo. Y si renuncia a ser
el portavoz de su partido en el Parlamento y se ocupa del liderazgo del partido
en la calle Génova, 13, ¿quién será el futuro candidato del partido a la
jefatura del gobierno?
El futuro del Partido
popular depende de quién ostente el dedo
divino. Un congreso que el PP denomina convención
provocaría más división. Aznar acudirá con FAES, Aguirre con su mochila cargada
de liberalismo económico y conservadurismo arcaico. Cospedal con su expresión
confusa pero plena de evidencias plagadas de embustes, los nuevos pipiolos negando
el genocidio franquista y todos ellos con el estandarte de la unidad de España
y la nación española. Utilizando la Constitución como escudo para que España no
se rompa, sin reconocer que España sigue rota desde aquel 18 de julio de 1936. Pero
lo que saltará en mil pedazos será el Partido Popular, aunque refundirle sin
renunciar a sus padres fundadores: Franco, Fraga, Aznar y Rajoy en IV en la
dinastía, es seguir con la farsa de la democracia. Quizás haya que refundir las
mentes de los franquistas mediante una auténtica y pendiente reconciliación
entre los españoles…
GALERÍA DEL DISPARATE NACIONAL
CASA PEPE, es un restaurante ubicado en el corazón del Puerto de Despeñaperros. Como nuestra esta galería es un museo que tiene más de sarcasmo que de estética moral y turística. Es una burla a las víctimas del genocidio franquista. La Santa Transición colocó una losa sobre el periodo más cruel y sanguinario de la reciente Historia de España. No solamente sepultó los crímenes del Caudillo de España, que lo fue por la Gracia de Dios, sino que decretó una amnesia nacional que dejó impune los crímenes cometidos por el golpe de estado que derrocó la República, provocando un enfrentamiento fratricida e implantando una dictadura. El general Franco fue su mayor criminal, hacedor de reyes y fundador del Movimiento Nacional. Una vez muerto el sátrapa, los franquistas junto con los venidos del exilio, los liberados de las cárceles o los que abandonaron la clandestinidad, sacralizaron su testamento con la Constitución de 1978.
De este esperpento nacional son responsables ante la Historia, el PSOE y la Alianza Popular heredera legítima del falangista Fraga que la convirtió en el Partido Popular de Aznar, personaje hibrido reyezuelo, acomplejado y lacayo del imperio yanqui. Es una vergüenza nacional que de este periodo tenebroso y criminal, este ciudadano llamado Pepe, ridiculice la España Negra, humillando a los españoles caídos y ensalce al tirano dictador. Mi ingenuidad me hace olvidar que el franquismo no ha sido condenado aún por la ruin democracia española, y tampoco por el Rey de España. Los que habilitaron el vocablo consenso, lo utilizaron para sepultar para siempre al dictador, sus secuaces y sus crímenes. Sería impensable encontrar botellas de vino con el retrato de Benito Mussulini o Adolf Hitler en las áreas de servicio de Italia o Alemania. Allí el hacer apología de las dictaduras padecidas por sus respectivos pueblos, es un delito.
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