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sábado, 8 de junio de 2019

EL BOXEO


Por Alejandro Taracena Cobo

El boxeo, también llamado a veces boxeo inglés o boxeo irlandés, es un deporte de contacto en el que dos contrincantes luchan utilizando únicamente sus puños con guantes, golpeando a su adversario de la cintura hacia arriba, dentro de un cuadrilátero especialmente diseñado a tal fin, en breves secuencias de lucha denominadas asaltos o rounds y de acuerdo a un preciso reglamento. Mi afición a este deporte viene de hace 3 años atrás, para comenzar la historia de una de las cosas que me mueven y me hacen sentir, tenemos que retroceder en el tiempo hasta mis 17 años.




Por aquel entonces yo estaba empezando 2 de Bachillerato, y mi vida se resumía en trabajos, estudio y problemas en el colegio. No conseguía adaptarme al ritmo de la escuela y pronto empezaron a quedarme bastantes asignaturas. Todo esto me provocaba una sensación de angustia, que pronto se convertiría en estrés y ansiedad. Mis padres me lo notaban y me animaban a que hiciera algún deporte extra escolar para poder liberar esa tensión y ese agotamiento que me perseguían, pero yo no veía nada que me llamase suficiente la atención como para perder el tiempo de una tarde practicándolo. Con lo cual me encontraba entre la espada y la pared, sin llegar a una solución clara y definitiva para mi problema.
La situación siguió empeorando hasta que me vi con 5 asignaturas suspensas a mitad de curso. La verdad de todo esto es que aunque yo tuviera problemas con las asignaturas del curso, los profesores no es que fueran comprensivos ni mucho menos, y si algunos alumnos no llegábamos al alto nivel que se exigía se nos tachaba de no aptos y se nos apartaba a un lado, ya que no se iba a manchar la reputación del colegio en selectividad por unos pocos. Al tiempo de esto, mi abuelo, que en sus tiempos de joven era boxeador, falleció y eso tampoco me ayudó nada a salir de la situación en la que me encontraba. De repente me vi en un pozo negro del cual debía salir ya que mi futuro estaba en juego.
Fue entonces cuando un día, iba de camino a casa y me pare en un escaparate donde dentro estaban dando clases de algún deporte. Me fije bien y se trataba de boxeo, un deporte en el que nunca me había fijado y que llamó mucho mi atención. Estuve alrededor de 5 minutos mirando y me fascino. Después continúe mi camino a casa sin dejar de pensar en ello. Me había impactado de verdad y por un momento me sentí liberado de todo el estrés que llevaba acumulado. Ya en casa seguí pensando en la posibilidad de poder invertir tiempo en aquel deporte y de poner en práctica esas “actividades extraescolares”.
Antes de apuntarme a ningún sitio estuve hablando con el novio de mi hermana, Roberto, que sabe mucho del tema y se ofreció a darme clases. Estuve varias semanas aprendiendo y dándome cuenta de la complejidad de este deporte que a primera vista no se ve.
Me enseño tanto los golpes y combinaciones básicas, así como otros más complejos. Al tiempo de esto empecé a entrenar por mi cuenta, Roberto me dejo un saco que llevé a mi casa y estuve semana tras semana practicando lo que me había enseñado. Después cuando ya había adquirido cierta práctica me apunte a una academia. En la academia aprendí muchas otras cosas, aunque tras unos meses entrenando tuve que desapuntarme ya que empezaban mis exámenes finales y más tarde selectividad, y tenía que quedarme a estudiar en casa.
Durante esta época de exámenes finales, Carlos, un amigo me pidió que le diera clases de boxeo. Esto planteaba un dilema con ventajas y desventajas. La ventaja era que al enseñarle, yo también mejoraría y podría practicar con alguien en vez de con un saco y también tendría tiempo para estudiar en casa. La desventaja es que está prohibido por ley golpearse en la calle. Fue divertido tratar de encontrar un sitio donde no ser vistos y, al final, acabamos boxeando en un descampado muy cerca de mi casa.
Entrenamos muchísimo en aquel descampado, día tras día, pero nos surgió otro problema. Comenzamos a tener visitas inesperadas de supuestos admiradores. Hubo uno en concreto que se llamaba Paco que se notaba que tenía cierto control de la materia y nos aconsejaba algunas técnicas. La cosa iba muy bien, y Paco nos venía a ver casi todos los días, hasta que un día nos sugirió que nos metiéramos en unas peleas organizas por él, como una especie de campeonato privado suyo. La historia nos sonó bastante a pelea ilegal y decidimos no volver por un tiempo al descampado que frecuentaba este hombre.



Foto vintage

Por unas cosas o por otras la idea de hacer boxeo se frustraba bien por los exámenes, por el tiempo, o por patrocinadores chalados. El caso es que, haciendo un balance positivo, el boxeo me llenó el hueco que me faltaba y describir la sensación de poder realizarlo con libertad es extremadamente complicada. Es como si en cada golpe imprimes todo lo que te hace mal en el día a día, y ese pensamiento negativo recorre tu cuerpo hasta a tus extremidades y con la ejecución final del golpe se desvanecen en el aire como si hubieran sido catapultados. Si entrenas duro, al acabar estas tan exhausto y a la vez tan liberado que tu mente se queda en blanco, te relajas y no piensas en nada.
Otra de las ventajas que tiene es que, al ser un deporte mundialmente conocido, también puedo seguirlo por televisión, ya que no es solo “dar hostias” como asegurarían algunos incultos, sino que es un arte milenario, que como en otras formas de combate (como el taekuondo) lleva existiendo miles y miles de años.
Mi programa favorito es la competición del k-1, en el canal “Eurosport”, donde se juntan los mejores luchadores de todos los tipos de lucha que existen. En concreto me fascina “Badr Hari”, que es un luchador árabe mundialmente conocido y que me inspira a la hora de entrenar, de hecho, fue uno de los ganadores del k-1 el año pasado, en 2009.
En definitiva, para mí el boxeo fue el cabo al que agarrarme para no caer al abismo, y aunque ahora casi no lo practico, me ayudó enormemente a sacar la selectividad y a estudiar lo que quiero, con lo cual si estoy hoy aquí delante de todos vosotros es gracias a eso. Por eso os conmino a hacer una reflexión sobre lo que os mueve de verdad, y que lo utilicéis en los momentos de la vida que creáis que estáis solos o que la situación os supera porque funciona, de verdad que funciona.



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