Igor Mitoraj, el escultor de los héroes caídos
JUAN CARLOS
CARDENAS EFE
El escultor de origen polaco Igor Mitoraj (Oederan, Alemania, 1944)
falleció el 6 de octubre en el hospital Saint-Louis de París, donde estaba
siendo tratado de una grave enfermedad. Conocido en todo el mundo por sus
gigantescas esculturas en bronce y mármol, Mitoraj denunciaba la desidia y el
abandono padecido por las obras maestras de la antigüedad, a través de bustos
masculinos tumbados, cabezas fracturadas y miembros partidos. Alumno del
pintor, escenógrafo y director de teatro Tadeusz Kantor, en la Academia de
Bellas Artes de Cracovia, donde se crió, Mitoraj se trasladó a París a finales
de los sesenta y en 1983 abrió un taller en la localidad toscana de
Pietrasanta, las dos ciudades que le han rendido los últimos honores.
Siguiendo sus deseos, tras ser incinerado en la capital francesa, sus
cenizas se quedarán en la ciudad italiana, célebre por la gran densidad de
escultores, atraídos por las cercanas canteras de mármol de Carrara y los
talleres artesanos. Para Pietrasanta, donde se conservan muchas de sus obras,
incluidos dos frescos para el Ayuntamiento, atípicos en su trayectoria, Mitoraj
estaba preparando una gran muestra, que se inaugurará como previsto en marzo de
2015, aunque sin su presencia.
Desde su primera individual como escultor en la galería La Hune de París en
1976, Mitoraj no dejó de producir y exponer, alcanzando un lugar destacado en
el mercado y una enorme popularidad. En España le representaba la galería
barcelonesa Joan Gaspar, que en 2008 organizó, junto con la Fundación La Caixa,
una itinerancia por nueve ciudades españolas de una cuarentena de piezas de
gran formato. “Le conocí en 1989 y desde entonces le expuse regularmente. Era
un artista generoso, capaz de reflejar las andanzas del hombre a lo largo de la
segunda mitad del siglo XX. Nació en la Alemania ocupada por los rusos, creció
en Polonia y, tras una larga temporada en Colombia y México, se quedó entre
Francia e Italia. Conocía y entendía muy bien nuestra cultura y sus obras se
conservan en muchas colecciones españolas”, asegura Joan Gaspar.
Pese a que la crítica no siempre le apoyó, el gran público le adoraba.
Quizás fuera porque sus héroes caídos, a menudo, representados solo por
miembros mutilados o enormes rostros de ojos vendados y cuencas vacías,
conseguían transmitir el malestar del hombre contemporáneo y su precariedad y
fragilidad.
Entre centenares de muestras aún se recuerdan las de los jardines de las
Tuileries en París, los Mercados de Trajano en Roma y un proyecto de 2011 para
Agrigento en Sicilia, donde instaló 17 esculturas en bronce, a lado de los
restos arqueológicos de la Grecia antigua del Valle de los Templos. Sus
personajes mitológicos, herederos del arte clásico, están diseminados por medio
mundo, desde el parisino barrio de la Défense hasta las puertas bronceadas de
la basílica de Santa Maria degli Angeli en Roma, donde también esculpió una
Anunciación para los Museos Vaticanos.
Hasta el 15 de enero, sus trabajos se pueden ver en Pisa, que por primera
vez ha aceptado instalar piezas de un artista contemporáneo a los pies de la
célebre torre pendiente, mientras que las salas de la Opera della Primaziale
Pisana acogen un centenar de obras, reunidas en la retrospectiva Ángeles.
Además de las esculturas monumentales, bronces, yesos y hierros fundidos, se
exhiben numerosos dibujos y pinturas que revelan un Igor Mitoraj inédito y
prácticamente desconocido.
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