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domingo, 26 de agosto de 2018

JAM MONTOYA IV


La obra de Montoya es un monumento contra la intolerancia, es una transgresión del corrompido nacionalcatolicismo, y una provocación a la España rancia, cutre, franquista, falangista y caciquil.
¡Bravo!
P. Taracena




Nombre: José Antonio Moreno Montoya.
Lugar y año de nacimiento: Badajoz, 1953.
Aficiones: Música (clarinete y armónica cromática), sobre todo jazz. Amante de la lectura y el cine.
Religión: si tuviera que elegir una, sería el budismo. En su infancia, leía a diario el Tao (la palabra de la religión taoísta, similar al budismo o confucionismo, pero con diferentes matizaciones). De ahí que valore la espiritualidad, y que esto se aprecie en su trayectoria, como también lo hace su amor a la vida, a las ganas de vivir, radiando placer por todo lo que hace en su devenir artístico.
Recomienda: El hombre que nunca estuvo allí (2001), de los Hermanos Coen.
Se dejaría fotografiar por: Francisco Salazar o Miguel Oriola.
Dones confesables: Tratar con personas en situaciones extremas para que estas se despojen de convencionalismos. Le permite trasladar su universo, tal y como lo imagina, al papel fotográfico.

El fotógrafo de la carne y el gemido: J.A.M Montoya
Carmen Reja Guisado

24/01/2013

“Nauseabundo”, “escatológico”, “pornográfico”, “herético”, “diabólico”, fueron los adjetivos que acompañaron la aparición del catálogo Sanctorum en el pasado 2003. Cuatro años más tarde, fue impuesta una querella contra José Antonio Moreno Montoya por un delito “contra los sentimientos religiosos”, tipificado en el artículo 525.1 del Código Penal.







El último deseo Obrumbrabit

“Nadie es profeta es su tierra”, dice el refranero. En nuestra mano está que la capacidad creadora no se vea castrada o catapultada fuera de nuestras fronteras (como ya sucedió al pintor Juan Barjola), por la ignorancia de algunos y el sometimiento de otros.

Pensamiento Crítico se deja seducir por el genio, busca adoptar la mirada de JAM Montoya, para conocer a la persona que hay detrás de un objetivo que perfila sentimientos como el dolor, la soledad y la agonía que, mimetizados con el sexo, despiertan en el espectador aquello que creía dormido.

Si sentimos la imperiosa necesidad de describir con palabras algo que se escapa a lo material, a la cotidianeidad de los objetos, algo que nos arranque algo más que la piel, que nos despedace hasta casi dejarnos moribundos, es más que posible que nos encontremos frente a la obra de JAM Montoya.

Nacido en Extremadura, y con absoluto convencimiento de querer ser fotógrafo con apenas dieciséis años, declara esta disciplina artística como “el sentido de su vida”. Un sentido que, lamentablemente, no ha calado en su tierra (Badajoz), provocando al autor un sentimiento agridulce.

Para Montoya, la fotografía se convierte en una “terapia existencial”. Cuando no hace fotos, está “jodido”; en cambio, si las realiza, describe su vida como “un nirvana permanente”.





Jam Montoya 

La provocación o la mera intención de ganar dinero se desechan como impulsoras de la obra de este fotógrafo. Este, asume con total impunidad que su destino es el de “hacer fotografía”. La pasión toma el protagonismo cuando se dedica a crear, alejándose de la definición que los mortales tienen de “trabajo.

Es el “arte por el arte”, tal y como predicaba Wassily Kandinsky (Moscú, 1886- 1944). Es amar sin esperar a ser correspondido, es estar dispuesto a renunciar a otros pilares de igual importancia en su vida.

No hay hueco para las casualidades cuando tenemos una meta. En la trayectoria de JAM, esta meta es clara y rotunda, como los son sus cuerpos abandonados a la obviedad del ser, caprichosos, crudos, casi palpables.




Blandy Blub 


Lo que esconde el mundo 

Hace hoy 10 años que Sanctorum (2003) vio la luz. Nos referimos a una colección de imágenes en blanco y negro, claro contenido sexual e iconografía religiosa. Unas fotografías evocadoras, radiantes, limpias, que se clavan en la mente del espectador levantando sentimientos que a veces no puede nombrar, que no tienen etiqueta.

Para muchos, esta serie se convirtió en la excusa perfecta para hacer correr ríos de tinta. Cometieron el grave error de confundir arte con intereses políticos, o religiosos, y el fanatismo enfermizo de unos cuantos, sirvió para que Montoya no ame su ciudad en presente, sino en pasado, cada vez que recuerda lo tristemente acontecido.

JAM Montoya es mucho más que Sanctorum, y poco le importa si le recuerdan por eso.Sanctorum es solo una nimia parte de lo que es capaz este fotógrafo cárnico, como él mismo defiende.




Salomé El Santo distraído

Para valorar la obra de Montoya tenemos que estar dispuestos a sentir. A mirar con los ojos del corazón. A ser honestos con aquello que nos hace humanos e imperfectos.

La sexualidad se convierte en eje principal de la obra. Una sexualidad despojada de tabúes, que muestra al individuo en un modo que va más allá de lo permitido en nuestra sociedad. Para algunos, una sociedad aborregada en cuanto a cultura visual, que engulle sin criterio y con sumisión. Lo anodino, esmirriado y falto de sentido abduce sin compasión, alejándose de los cánones clásicos de belleza. Montoya expresa su descontento con esta forma de vivir el arte, de sentirlo. Nadie conecta porque a nadie le importa, “se comen lo que les echen”, manifiesta.



Acceso al trabajo completo:

MONTOYA EL TRANSGRESOR


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