Ricardo Bellver
Foto: Pedro Taracena
Los asexuados y la pobreza
sexual
Por Pedro Taracena
Los hombres y las mujeres
nacemos desnudos y la sociedad nos viste con los ropajes de la hipocresía, los
prejuicios y los complejos. No sabemos hacer casi nada, salvo llorar, patalear
y chuparnos el dedo. Pero la familia y la escuela nos ensañan a comer, andar,
hablar, leer, escribir, relacionarnos con los demás, socializarnos en suma. Aprendemos
a descubrir y enumerar nuestros cinco sentidos: La vista, el olfato, el tacto,
el gusto y el oído. Estos cinco sensores
constituyen nuestra sensualidad. Hay otro sentido que es el sexual. Los sensores de la sexualidad están polarizados
en los órganos genitales, tanto de la mujer como del hombre. Su función última
que no es la única, es garantizar la perpetuación de la especie, es decir la procreación.
La sensualidad y la sexualidad,
lejos de ser un conjunto de sensaciones y emociones separadas, están íntimamente
ligadas. Ante cualquier estímulo aplicado a todas y cada una de las partes del
cuerpo, se obtiene una respuesta de sensibilidad muy variada. Es decir, que la
sexualidad no es exclusiva de las partes genitales. Y la realización sexual de
la persona es un derecho que tiene el ser humano, al margen de prejuicios
sociales, políticos y religiosos. No obstante, al igual que la familia y la
escuela se ocupan de nuestra educación en general, la educación sexual ha
quedado históricamente al margen de la persona, la familia y la escuela. Como si
las mujeres y los hombres fuéramos seres asexuados.
Es una situación carente de
racionalidad que no seamos educados para el uso y disfrute de nuestra
sexualidad. Que además tampoco seamos formados en temas ligados, directamente a
las consecuencias de nuestra realización sexual. Materias relacionadas con las
primeras relaciones sexuales a través de la información completa en el control
de la natalidad. Evitando embarazos no deseados.
El uso y disfrute de nuestra
sexualidad de forma individual o con otras personas, comienza y concluye en la más
estricta clandestinidad. La sexualidad es una parcela del comportamiento humano
totalmente proscrita en la tradición judeocristiana. En el Estado moderno la
realización sexual es un derecho con cuatro vertientes fundamentales: La
igualdad, la responsabilidad, el respeto y la libertad. No obstante, sigue sin
haber una asignatura en las familias y las escuelas, para ensañar las diversas
manifestaciones legales que tiene la sexualidad en la actualidad.
En la actualidad y pese a los
avances legales, seguimos practicando el sexo al margen de una pedagogía y didácticas
sensuales y sexuales. Los niños descubren su sexualidad en la clandestinidad,
que no en la intimidad. Porque el niño se comienza a masturbar con la sensación
de hacer algo que está mal y contrayendo un complejo de culpa, aunque más leve
que cuando tenía una connotación religiosa. Cuando estas iniciativas sexuales
traspasan el área de lo íntimo y se practicas entre adolescentes, además de la
clandestinidad les asiste la ignorancia más supina de cómo hacer. Las prisas y el
miedo les alejan del placer y del gozo más elemental. Si contemplamos estos
encuentros entre personas del mismo sexo, les acompaña el agravante de rechazo
social. Los encuentros sexuales en lugares más o menos retirados y discretos,
someten a las personas que acuden en busca de sexo, a las mismas circunstancias
negativas y nada satisfactorias. Es fácil observar que la gente busca desahogarse
en lugar de encontrar una realización sexual. Más aún, una realización sensual
y sexual. Estas prácticas eróticas tienen su principio y final en el ámbito
genital, y la ausencia de más leve información empobrece de gran manera la
realización sexual, proporcionando mucha frustración. En un encuentro íntimo no
solamente se encuentra el placer en lo genital, aunque sea lo más próximo y más
placentero. En el encuentro íntimo entre dos personas, hay muchos conceptos que
hay que cultivar y tener en cuenta. Estos conceptos no siempre se dan juntos,
pueden ser más o menos esporádicos y también se pueden repetir con variaciones en
el tiempo.
La sensualidad, la sexualidad,
el erotismo, la pornografía, la morbosidad, el cariño, las caricias, los
masajes, el amor, la ternura… Esta amplia escala de emociones y sensaciones no
tienen por qué hacerse presente en las mismas personas, siempre y para siempre.
Para gozar de todas ellas es menester de una educación en el tiempo. Una
disciplina dotada de una pedagogía y didáctica, mencionadas más arriba, que
constituyan la educación para realizarnos sexualmente en libertad.
Hay también algunos conceptos
que bajo el prisma de la moral reinante, han sido anatematizados y
criminalizados en su raíz de forma irracional e injusta.
El Narcisismo como búsqueda del
alter ego donde descubrimos el
Narciso que todos llevamos dentro. Es un medio para fomentar la autoestima. Este
valor es en sí positivo. Sería negativo si el narcisismo de uno invade y
perjudica al otro.
El exhibicionismo es negativo cuando
se convierte en patológico, practicándolo sin respetar los derechos de los
demás y sobre todo de la infancia y los dependientes. Pero el deseo de ser
mirado y admirado por los demás no es negativo. Y el gusto por mirar y admirar
la belleza y la sensualidad de los demás tampoco es negativo.
El voyerismo, más
coloquialmente llamado el mirón, es
negativo cuando es patológico y sobre todo cuando se atrinchera en un lugar
donde él se oculta.
Los términos: lascivia, impudicia
y concupiscencia, es verdad que si les despojamos de todos sus aditamentos
religiosos, nos encontramos que para la realización sexual son muy positivos. De
igual manera al contemplar los términos de: castidad, pureza y virginidad. Son
vocablos muy virtuosos desde el punto de vista de la moral religiosa. Pero que en
la vida civil son opciones que sus
contrarios no son considerados como negativos.
Este breve ensayo tiene como objeto
el colocar la realización sexual en el universo de las emociones consientes de
cada ser humano. Enriquecer nuestra vida sexual al margen de los caducos
conceptos, que ponen todo su centro de atención en los órganos genitales. Y
sobre todo en el sexo rápido y en la eyaculación irrenunciable. Olvidando el
orgasmo femenino.
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